Oct
Homilía XXVIII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)
“ Tengo preparado el banquete ”
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Primera lectura: (Isaías 25,6-10a)
Marco: La lectura proclamada pertenece a una sección del libro de Isaías que se ha convenido en calificar «el apocalipsis* de Isaías» (24,1-27,13). Acaso sea mejor entenderlo como una liturgia integrada por diversas predicciones escatológicas relativas al fin del mundo, al castigo de los enemigos y al reino universal de Dios sobre Sión y sobre el mundo. La lectura de hoy nos conduce a un gran banquete en el monte Sión como símbolo de la salvación conseguida y disfrutada.
Reflexiones
1ª) ¡Todos los pueblos invitados al gran banquete del reino de Dios!
Preparará el Señor de los ejércitos para todos los pueblos... En la tradición bíblica primitiva se imaginaba la felicidad del reino como la vuelta al paraíso donde el hombre disfrutaría de toda clase de bienes materiales. En la primera etapa de la historia de la salvación, la esperanza que se promete al pueblo de Dios se centra en bienes tangibles, experimentables, visibles y capaces de ser compartidos. El banquete abundante era una imagen descriptiva muy sugerente. El profeta traslada esta imagen y su sentido simbólico a un orden nuevo de la esperanza.
Es lo que llamamos esperanza escatológica*, es decir, la definitiva esperanza que todavía es una promesa cuando el profeta ejerce su ministerio y sus discípulos recopilan sus predicaciones. Otro elemento es la referencia a todos los pueblos. La salvación, en su realización definitiva y acabada, sería universal, sin fronteras ni distinción de razas y pueblos (cf. Ap 7,9-10). Pero el banquete se celebrará en el monte Sión que, para el profeta Isaías, es un símbolo de la unificación de todos los pueblos que buscan al Señor y la salvación (Is 2,2-4). Desde este monte Dios será la Luz de todas las gentes y de todas las naciones.
Esta visión de Isaías anuncia la misión universal que se realizará en el futuro. Lucas hará de esta teología isaiana, centrada en el monte del Señor hacia el que confluyen todos los pueblos, el esquema de su obra: todo converge hacia Jerusalén y todo arranca y parte desde Jerusalén una vez realizada la obra salvadora por la cruz y la resurrección bajo el impulso del Espíritu que empuja a la Iglesia a proclamar el Evangelio hasta los confines de la tierra.
Hoy sigue abierto el proyecto universal de la oferta de Dios a todos los hombres. El banquete de la felicidad está preparado y se ofrece a todos. Nuestro mundo necesita saber que es invitado a ese gran banquete en el que cabemos todos y que se ofrece gratuitamente.
2ª) ¡Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros!
Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros... El proyecto primero y último que Dios ha hecho a favor de la humanidad se encuentran. Es que, en realidad, a la luz de la Escritura, Dios tiene un solo proyecto: la vida, la comunión, la libertad y la felicidad permanente y constante de los hombres. Truncado en los orígenes por el hombre, ha hecho falta su restauración total. Esta realidad es la que tiene ahora presente el profeta y que proyecta hacia el futuro de la actuación de Dios.
Es importante subrayar cómo la Escritura insiste en la fuerza del futuro, de la promesa que mantiene en vilo la esperanza del hombre. Para expresarlo, Isaías recurre a la simbología de las lágrimas. Bien es verdad que en la Escritura esta realidad de las lágrimas conecta también con la vida cotidiana, pero ha pasado a simbolizar la realidad religiosa del desconsuelo y la lejanía del Dios verdadero. Secar las lágrimas se ha convertido, por tanto, en un símbolo de un bienestar acabado y completo.
Los creyentes son invitados a anunciar al mundo que en la etapa final no habrá llanto sino una intensa y definitiva alegría. Por tanto es necesario comenzar ya aquí a enjugar las lágrimas de tantos hombres y mujeres que carecen del respeto inherente a la dignidad de sus personas y de cuanto debería contribuir a una vida digna. El reino de Dios comienza a realizarse ya en la tierra. Esto debería constituir una tarea apasionante de los discípulos de Jesús.
Segunda lectura: (Filipenses 4,12-14. 19-29)
Marco: Es la parte de la carta en que el apóstol, abriendo su corazón una vez más ante su querida comunidad, les agradece la ayuda que recibió de ellos estando en la cárcel. Es un reflejo del corazón de Pablo y de sus sentimientos humanos.
Reflexiones
1ª) ¡No pido riqueza ni pobreza, sino sólo lo necesario para vivir dignamente!
Sé vivir en pobreza y abundancia... Pablo es un modelo ejemplar de lo que entraña la misión apostólica puesta en ejercicio y el talante de itinerancia propia de la evangelización (cf. Mt 10, 7-10). Por una parte, Pablo nos transmite cómo él ha realizado este programa de Jesús y cómo el enviado a evangelizar en la itinerancia ha de estar libre de todo. Es necesario, repite Pablo, que los evangelizadores sean un reflejo viviente de la confianza en la providencia y en Jesús que les envía.
También sabe Pablo que el premio del itinerante por el Evangelio es el propio Evangelio. Y que ese premio no tiene parangón ni se puede cambiar por ninguno. Hoy como ayer es necesario volver a este estilo en la evangelización, si no de una forma material y matemática, sí de una forma real en sus contenidos y en su comportamiento. Acaso hay demasiadas cosas que rodean a la Iglesia e impiden ver con la suficiente claridad la hermosura y la nobleza del Evangelio.
Es necesario que los creyentes de hoy intenten una mayor sinceridad en la experiencia y testimonio del evangelio y de un modo singular sus ministros consagrados. No es fácil proclamar el Evangelio desde una sincera liberación de múltiples ataduras y compromisos que nada tienen que ver con la lozanía y la valoración del reino. Y la fuerza del propio Evangelio sigue tan pujante hoy como ayer y como siempre. El Evangelio tiene fuerza por sí mismo para dar sentido a la historia compleja y dolorosa de los hombres.
2ª) ¡Os agradezco porque quisisteis compartir mi tribulación!
En todo caso hicisteis bien en compartir mi tribulación... También en este aspecto el Maestro había dado instrucciones muy concretas a sus enviados a evangelizar por el mundo (Mt 10,11-13). Si bien es verdad que el evangelizador itinerante debe vivir en la pobreza y en la libertad de trabas que pudieran obstaculizar su tarea y su misión, Pablo recuerda que también necesita el sustento y otros medios para llevar adelante su misión y su tarea.
Pablo ha recibido de su comunidad de Filipos la ayuda que necesitaba, aunque sabemos que estaba orgulloso de haberse ganado su pan con el trabajo de sus manos fabricando tiendas. Acusado maliciosamente por sus opositores en Corinto de que abusaba de su oficio de apóstol, observemos la respuesta que encontramos en la carta a los Corintios (1Cor 9,4.12). Pablo nada exigía, estaba habituado a abundar y a carecer.
Este testimonio paulino es una advertencia para la Iglesia cuando se trata de asegurar lo necesario a sus ministros y evangelizadores. Es necesario compartir los bienes materiales al igual que se comparten los bienes espirituales que aporta el Evangelio. El mutuo compartir crea lazos firmes y estables de sincera comunión en la Iglesia. En la carta a los Corintios lo expresa Pablo de modo singular cuando promueve la colecta a favor de los santos de la Iglesia de Jerusalén (2Cor 8 y 9).
Hoy, como ayer, a la vez que se exige la total liberación del apóstol frente a los bienes materiales y compromisos que puedan condicionar su misión, es necesario que la comunidad cristiana tome conciencia de compartir sus bienes con los ministros. Acaso este fuera un camino y una vía de solución eficaz para que la Iglesia se libere de otras ataduras que recortan su libertad evangélica.
Evangelio: (Mateo 22,1-14)
Marco: Parece ser que en un principio, o sea, que en boca de Jesús había dos parábolas que tenían como tema común el festín, pero con dos momentos diferenciables: invitación de los convidados (22,1-10); y el vestido de bodas que es necesario para participar dignamente en ellas (22,11-13). Más tarde estas dos parábolas, que eran autónomas e independientes, fueron reunidas y fusionadas en una sola desapareciendo la introducción de la segunda. En la primera parábola se enseña que la invitación a las bodas es universal y en la segunda se aborda el tema de la respuesta: para participar dignamente hay que realizar unas condiciones mínimas.
Reflexiones
1ª) ¡Los invitados no quisieron acudir al banquete de bodas!
Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir... Se trata de una parábola dirigida (como la de los obreros enviados a la viña, la del hijo pródigo y la de la oveja perdida) a los críticos y adversarios del Evangelio de la misericordia que proclama Jesús, para justificarlo delante de ellos. Todos ellos son los invitados a la boda, son los dirigentes del pueblo de Dios. Os parecéis -les dice Jesús- a los invitados que rechazan la invitación.
Vosotros no habéis querido venir a las bodas. Sin embargo, ya se sabe que el banquete mesiánico* (que, de hecho, representa a la Iglesia terrestre, gozando misteriosamente ya de las alegrías eternas) se transforma en el pensamiento de Jesús como en el de los evangelistas, según la natural inclinación del ambiente judío. Por lo tanto, podemos concluir que en el primer grupo de servidores (v.3) Mateo ha visto a los profetas del Antiguo Testamento y el rechazo que opusieron a su mensaje. En el segundo grupo ha visto a los apóstoles (v.4) y a los misioneros enviados a Israel, al mal trato y al martirio que han sufrido algunos de ellos (v.6). El envío a los caminos (v.9ss) es para él una imagen de la misión entre los paganos y la entrada en la sala del banquete una figura del bautismo (v.10b).
El festín simboliza los tiempos de la salvación, los tiempos escatológicos*. De este modo, la interpretación alegórica en Mt ha hecho de la parábola un diseño de la historia de la salvación. Se nos explica, además, por qué ha sido llevado el Evangelio a los gentiles: porque Israel no ha querido aceptarlo. Y esta fue la dramática experiencia de Pablo.
2ª) ¡Id por todos los caminos e instad a todos a que vengan al banquete de bodas!
Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda... Porque los invitados rechazaron la invitación Dios llama a los publicanos y pecadores y les ofrece la salvación que vosotros habéis rechazado. En el relato lucano leemos una doble invitación a los no convidados, que equivaldría a la llamada a los pecadores de Israel y luego a los gentiles. En la elaboración del relato tanto Lucas como Mateo reflejan los intereses de la Iglesia misionera. Con ello podemos observar que la lectura del segundo y tercer contexto vital se refieren a la Iglesia y al evangelista, que hay que tener en cuenta para la comprensión de la parábola en labios de Jesús y en su uso en la Iglesia. Según Lucas, en su contexto actual, ilustra la exhortación de Jesús a invitar a los pobres, a los tullidos, a los cojos y a los ciegos.
Hoy, como ayer, sigue resonado con fuerza y viveza singular esta parábola: Dios sigue llamando a su banquete a todos los hombres y mujeres del mundo. Todos somos convocados. Y Dios invita en serio, porque es nuestro Padre, porque quiere ver la sala del banquete llena. Porque como Dios es Padre y Madre a la vez, tiene los sentimientos que tienen los padres y las madres, pero en grado infinito y perfecto. Es una gran esperanza para la humanidad. Hay que seguir proclamando este evangelio de la gratuidad, de la misericordia y de la delicadeza de todo un Dios con la palabra y el testimonio vivo y convincente.
3ª) ¡Pero es necesario el traje de bodas!
Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta... Mateo ha añadido una segunda parábola que Jesús pronunció separada de la anterior, aunque la proclamó él mismo: la del invitado sin vestido de boda (22,11-14). ¿Por qué?... Para evitar un malentendido cuando la parábola del festín se aplicó a la comunidad cristiana. El v.10 se convertiría, por ello, en una afirmación acerca del bautismo que abre, a malos y a buenos, la puerta de la sala de bodas.
La Iglesia misionera debía encontrarse continuamente con el peligro de que el Evangelio de la gracia de Dios pudiera ser interpretado como liberador para los bautizados de sus deberes morales (cf. Rm 3,8; 6,1-15; Jd 4). Y, de hecho, la historia del siglo I que podemos deducir de las cartas paulinas nos lo confirma: los entusiastas que aparecen en Corinto y en otras zonas de la evangelización paulina predicaban un evangelio exento de compromiso ético. Pablo y los demás evangelizadores tuvieron que vérselas con ellos frecuentemente. Para evitar el malentendido de la no obligación ética del Evangelio se añadió la segunda parábola. Se subrayan de esta manera dos cosas importantes: el don gratuito exige una respuesta adecuada y coherente. La llamada es una gracia no merecida, pero la entrada en el reino es una armoniosa conjunción de gracia y respuesta, de don y compromiso. También este aspecto del compromiso moral que entraña la fe en el Evangelio sigue teniendo un valor singular. Los discípulos de Jesús hoy deben seguir los pasos del Maestro. El compromiso moral y ético en medio del mundo es una exigencia de la fe madura en Jesús y en su Evangelio.