Dom
11
Dic
2011

Homilía III Domingo de Adviento

Año litúrgico 2011 - 2012 - (Ciclo B)

Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados.

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados”.

¿Quién nos alegrará? ¿A quién y cómo alegraremos? Para alegrar la existencia de tanta gente que nos rodea no siempre se precisa estar contento. De hecho, la alegría llega más deprisa cuando estamos menos pendientes de las propias necesidades y deseos, para ocuparnos de las de los demás. Menos centrados en las quejas y más atentos a las posibilidades de lo real, incluyendo en la realidad la dimensión transcendente o sobrenatural de la existencia. Dar y darse, regalar y regalarse (tiempo, habilidades, oración, etc..) con muy poco podemos alegrar y sanar mucho. Con muy poco podemos recomponer el sentido de nuestra vida.

  • “Estad siempre alegres”

Como si fuera tan fácil. S. Pablo no habla por hablar puesto que tuvo una vida difícil a causa del Evangelio. Sabe y transmite por experiencia que la alegría no se debe confundir con la euforia. El verdadero gozo se asienta en el interior del discípulo cuando vive en la confianza de la fe, sabe perdonar y pedir perdón, practica la justicia y la compasión. Es el gozo de quienes navegan por la vida teniendo un “puerto” al que dirigirse, un rumbo, una identidad, un proyecto y un mundo de relaciones visibles e invisibles. Hay un gozo en quien lucha por mantenerse fiel a su proyecto de vida encajando desafíos y sacrificios. Es el gozo aprendido junto al pesebre y la cruz, alegría que no es nunca soledad sino comunión con el Dios vivo.

  • “Para dar testimonio de la luz”

El testimonio de Juan Bautista preparando la venida del Mesías nos confronta. ¿De qué manera nuestra vida tiene una dimensión profética? Permaneciendo fieles a la causa que nos mueve; discerniendo con profundidad los acontecimientos; pronunciando una palabra lúcida que no pretenda ser en sí misma luz, sino testimonio de la luz que es Cristo Resucitado. Esa luz cuyos destellos brillan hoy como ayer, en el Evangelio leído con la Iglesia. El próximo domingo hará 500 años del sermón preparado por una comunidad de frailes dominicos en La Española (Rep. Dominicana). Aquella homilía provocó entre conciencias adormecidas, un tsunami de luz evangélica que llega hasta nuestros días. Hoy como entonces, nuestra época precisa menos “iluminados” y más “testigos de la luz”. De la luz, de la alegría y de la justicia social.