Ene
Homilía El Bautismo del Señor
“ Tú eres mi Hijo, el amado ”
Introducción
Estamos ante una nueva epifanía de Jesús: su bautismo es el programa que va a desarrollar con su vida en la historia humana, pues Dios cuenta con ella. Jesús recibe la tarea de traer el amor de Dios al mundo; la tarea de acortar el espacio que hay entre el cielo y la tierra, entre lo divino y lo humano: con El, los cielos se abren y ya no hay distancias insalvables entre Dios y el hombre. De hecho, el Espíritu se posa en la realidad humana de Jesús que se pone a la cola para recibir el bautismo de Juan, solidarizándose con su pueblo que anhelaba y quería colmar su esperanza. Pero su pueblo no se esperaba, que Jesús fuera lo que necesitaban; que su esperanza estaba con ellos.
Todos los evangelistas nos cuentan el encuentro de Jesús con Juan. Es la presentación del Hijo Amado, habilitado para ponerse al servicio de la humanidad y, a la vez, marca diferencias con Juan, pues ni va al desierto solitario, ni sigue su movimiento, ni vuelve a sus trabajos, sino que su vida mesiánica va a discurrir por otros caminos manifestativos más explícitos y difíciles, priorizando el anuncio del evangelio: que Dios quiere a todos y además felices en un mundo desierto de valores; que ama lo humano, lo acepta, se compromete y se solidariza con lo esencial de lo humano: su vulnerabilidad.
El paso por el Jordán para el pueblo de Israel significó dejar el desierto para entrar en el valle, paso de la aridez a la fertilidad; del hambre a la abundancia; de la extranjería a ser pueblo; de la esclavitud a la libertad. Estar en un lado u otro del rio era ser una persona u otra, disfrutar de una u otra realidad, ser o no comunidad, conocer o no a Dios.
El rito del agua de Juan no va a ser decisivo para Jesús, lo que le va a marcar para toda la vida es el Espíritu de Dios, su experiencia de un Dios Padre Bueno, del que se siente Hijo sin poder dejar de traslucir tanto amor como su Padre le ha manifestado. El Espíritu de Dios es el aliento que crea, recrea y sostiene la vida; es la fuerza que transforma a los vivientes; fuerza amorosa que genera lo mejor para sus hijos e hijas. Por eso va pasar por el mundo haciendo el bien: curando la vida, las formas de vivir y pensar; bendiciendo, ofreciendo, regalando, construyendo y no juzgando ni condenando; liberando de todo aquello que esclaviza y deshumaniza.