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Homilía XXXII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)
“ ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! ”
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Primera lectura: (Sabiduría 6,13-17)
Marco: El contexto es la segunda sección del libro que reflexiona sobre Salomón y la búsqueda de la sabiduría. Sabemos que este libro está escrito en el s. I a.C. y que el recurso a Salomón es una pseudonimia frecuente y habitual tanto en Israel como en el mundo cultural ambiente.
Reflexiones
1ª) ¡La sabiduría se deja hallar por quienes la buscan sinceramente!
Radiante e inmarcesible es la sabiduría; fácilmente la ven los que la aman y la encuentran los que la buscan. En la Escritura encontramos con frecuencia la exhortación a la búsqueda de Dios. Se busca su rostro cuando peregrinan a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas. Los miembros del pueblo de Dios tienen conciencia de que en el templo habita de modo singular e irrepetible la presencia de Dios. En el templo están las tablas de la alianza. Dios se ha complacido en poner en él su gloria y su nombre. Ahora es la sabiduría la que invita a la misma actitud: es necesario buscarla con interés y con perseverancia para que Dios la conceda. La búsqueda, por tanto, forma parte importante de la pedagogía de Dios. Dios no impone sino que propone su palabra para que la reciban los que la deseen sinceramente. Y este deseo sincero se manifiesta de modo especial en la búsqueda.
2ª) ¡La propia sabiduría sale al encuentro de los hombres!
Ella misma busca por todas partes a los que son dignos de ella; en los caminos se les muestra benévola y les sale al encuentro en todos sus pensamientos. Es frecuente encontrar en los libros sapienciales que la sabiduría encuentra su gozo en habitar entre los hombres. Este sentido de cercanía y presencia es característico de esta corriente. Salir al encuentro de los hombres para favorecerles, no para condenarles, la sabiduría es benévola, no se presenta a los hombres como un juez sino como una compañera de camino. Se adelanta a los proyectos de los hombres.
Segunda lectura: (1Tesalonicenses 4,12-17)
Marco: El contexto es la sección dedicada a clarificar la suerte de los muertos y los vivos en el día del Señor.
Reflexiones
1ª)¡En la resurrección de Jesús todos los hombres somos invitados a la vida!
No queremos que ignoréis la suerte de los difuntos para que nos os aflijáis como los hombres sin esperanza. El enigma más grave que pesa sobre el hombre es el misterio de la muerte. Esto lo enseña la Escritura y la experiencia humana. A Jesús mismo le plantearon esta pregunta en la última semana de ministerio en Jerusalén, según la versión actual de los evangelistas, y respondió a un interrogante que alcanza al corazón mismo del hombre. Pero para los creyentes en Jesús, les dice Pablo a los tesalonicenses, hay una respuesta. Es posible la esperanza. Pero una esperanza válida porque se apoya en el poder de Dios que resucitó a Jesús.
2ª) ¡La clave definitiva para el hombre está en Cristo resucitado!
Pues si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que han muerto en Jesús, Dios los llevará con él. Pablo recuerda con frecuencia en sus cartas que el apoyo de la esperanza de los hombres está en el hombre Cristo Jesús que pasó por la muerte, que ha resucitado y que ha abierto el camino de la vida para todos los hombres. Nosotros creemos en el poder de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos y tiene poder para resucitarnos a todos con él. Pero Pablo sabe que al compartir la muerte, Jesús ha compartido con el hombre el peor mal y el más duro fruto del pecado. La muerte de Jesús fue real y una entrega de amor a favor de todos los hombres.
Con el mismo realismo quiere Pablo que se contemple la realidad de la resurrección que es fruto y manifestación del poder soberano de Dios sobre la muerte y la vida y este poder se ha cumplió en Cristo Jesús que es el punto de referencia y la fuente de una verdadera esperanza parta todos los hombres de todos los tiempos. Este es el consuelo que viven y experimentan los creyentes.
Hoy, como ayer, es necesario que los discípulos de Jesús transmitan al mundo, por la palabra y el testimonio, que hay camino abierto a la vida futura. Que la garantía está en alguien que ha compartido realmente nuestra experiencia de muerte para enseñarnos a todos que no es el final, sino la vida feliz y gozosa en el reino donde espera Jesús a toda la humanidad que participó plenamente menos en el pecado. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo necesitan este mensaje presentado de una manera inteligible y convincente.
Evangelio: (Mateo 25,1-13)
Marco: El contexto es el discurso escatológico en el que Mateo compendia las enseñanzas de Jesús sobre el final de la historia con la intención de instar a los discípulos a la esperanza firme contra todas las dificultades porque el final es seguro y glorioso; una exhortación insistente a la vigilancia sin cansancio porque el Señor volverá como un ladrón en medio de la noche, o como un esposo también a cualquier hora de la noche; un programa vigoroso con las preguntas finales necesarias para entra en el reino. En este contexto se encuentra la parábola que hoy proclamamos.
Reflexiones
1ª) ¡La entrada en el reino es sólo posible para los que saben mantener la esperanza!
El Reino de los cielos se parecerá a diez doncellas... La costumbre de esperar al esposo nos ayuda a comprender estas palabras de Jesús. Las jóvenes, amigas de la nueva esposa, eran las encargadas de esperar al esposo para cuando viniera a la boda.
A Jesús le gustaba comparar el reino de Dios a una boda, a una fiesta (hijo pródigo, parábola de las bodas). Esto nos permite comprender la parábola de otro plano. El detalle de tomar las lámparas sugiere que el esposo solía llegar ya anochecido que formaba parte del ritual de las bodas. Las lámparas en aquellos tiempos solían ser de barro (en la mayoría de los casos, solo las familias muy pudientes las utilizaban de otros materiales) y de tamaño bastante reducido, de tal manera que podían llevarse cómodamente en la palma de la mano sin peligro de caerse. Es decir, serían del tamaño más o menos de una palma de la mano abierta. Se alimentaban con aceite. Como eran de tamaño reducido era necesario estar alimentándolas con frecuencia para mantener la llama.
La presentación de las doncellas como cinco necias y cinco sensatas habría que entenderlo en dos planos: uno más llano y lógico querría decir las que saben estar atentas a las circunstancias y prever cualquier situación para resolverla; en un plano más teológico sería la síntesis de la enseñanza sapiencial en la que aparecen con frecuencias personas que son calificadas de necias y otras de prudentes, es decir, a quienes se dejan guiar por la sabiduría y la palabra de Dios y los que rechazan esa sabiduría que conduce la vida, que son calificados de necios.
En coherencia con esto, se comprende que las sensatas lleven alcuzas con aceite porque no se sabía la hora de la llegada del esposo. Podía llegar a cualquier hora de la noche. En el protocolo no había una hora fija y determinada. Era necesario estar precavidos para esta eventualidad. Las necias o atolondradas no pensaron en esta posibilidad, aunque eran sabedoras de que era una de las posibilidades. Son responsables de imprevisión y precipitación. La moraleja* es clara: hay que estar siempre a punto y prever cualquier imprevisto que pueda malograr la entrada en la fiesta.
2ª) ¡No sabéis el día ni la hora!
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron... El esposo tardaba: en primer lugar, hay una referencia a las costumbres de las bodas de aquel entonces. Acabamos de indicar que no había una hora prefijada para la llegada del esposo. Por eso era necesario estar siempre atentos si se quería cumplir la tarea de acompañarle a su llegada. En segundo lugar, precisamente porque el evangelio recoge la situación vital de Jesús, de la comunidad y del propio evangelista que lo redacta este dato evoca una realidad de la primera comunidad: la llegada del esposo pasó a ser un símbolo de la segunda venida del Señor. Esta segunda venida no se sabe el día ni la hora en que ocurrirá. Es necesario mantenerse despiertos, vigilantes y a punto.
¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!... El anuncio de que llega el esposo es uno de los centros principales de la parábola. El narrador quiere que pongamos especial atención a este dato. El poeta Jesús al componer y exponer esta parábola no quiere entretenerse en lo accesorio que solo tiene la función de hacer más inteligible el mensaje que quiere trasmitir: una exhortación a la vigilancia que ha de ser tenaz e intensa porque el novio llegará cuando menos se le espera. Ante lo imprevisible de su llegada es necesario que los que tienen la misión de esperar y acompañar al esposo sepan mantener una actitud de vigilante espera. Sólo quien sabe vigilar será considerado digno de entrar en la boda, de tener el honor de ser invitado especial del esposo.
El Nuevo Testamento insiste en la actitud de vigilancia. La primera comunidad cristiana vivía en la convicción de que el Señor volvería pronto, muy pronto. Este anhelo intenso se reflejaba en la fórmula utilizada en la primera liturgia cristiana: Marâ tha (Ven, Señor). No se trata de un simple deseo, sino de una imperiosa urgencia. Este anhelo se recoge también al final del Apocalipsis con especial intensidad (Ap 22,16ss). Las cartas a los Tesalonicenses abordan este problema con singular fuerza y preocupación. Pablo mismo creía que el Señor volvería pronto y que lo encontraría a él todavía en la tierra.
Esta espera fue transformándose lentamente en una espera prolongada. Lucas es un intérprete autorizado de esta situación cuando nos advierte en su relato que el ciertamente el Señor volverá al final de los tiempos, que esta certeza fundamenta la esperanza, pero sucederá más tarde y, en consecuencia, en el entretanto hay que adoptar una firme actitud de paciencia, aguante, constancia y perseverancia. De este modo estas cuatro virtudes se convierten en compañeras inseparables de la esperanza cristiana. El Señor volverá, con toda certeza; pero hay que estar vigilantes en la experiencia de la esperanza paciente, longánime y perseverante.
No es necesario insistir demasiado en el diálogo entre las doncellas necias y sensatas acerca de la prestación del aceite. No se olvide que se trata de una parábola, no de una alegoría. Es verdad que nuestra tentación más frecuente es pensar en alegoría y tratar de encontrar sentido religioso a todos los pormenores de relato literario. Es un adorno que ayuda a la comprensión, pero que no debe entretener nuestra atención más de lo debido.
Alguna vez se pensó que las doncellas prudentes no lo eran tanto cuando no son capaces de compartir su aceite son sus compañeras, sabedores de que la virtud principal cristiana es el amor que se encarna adecuadamente en le compartir. Esa no es la intención ni de Jesús no del evangelista si nos atenemos al género literario de la parábola*. Por tanto, el diálogo cumple la función narrativa de intensificar y dramatizas la situación.
3ª) ¡En el banquete de bodas del reino sólo entran los que saben vigilar hasta el final!
Velad porque no sabéis el día ni la hora. Este es el segundo centro del relato. Los que vigilan hasta la llegada del esposo reciben el premio feliz de participar en la boda. Entrar al banquete significa el disfrute permanente y para siempre de la presencia del esposo. El anhelo vigilante de la espera se convierte en posesión feliz para siempre. Es la etapa de la peregrinación de los discípulos de Jesús. La esperanza cristiana conduce hacia una posesión feliz y segura. No es un sueño, es una fuerza que empuja el camino.
La esperanza es la compañera inseparable del itinerario que conduce al banquete de bodas. La posesión a que conduce la esperanza está al final pero conduce y alienta el camino en medio de dificultades, tentaciones, flaquezas y sombras. La esperanza evangélica acompañada por una intensa vigilancia es la moraleja central de esta hermosa parábola nacida del poeta Jesús y que ha cuajado en estas comparaciones de singular belleza y sentido. Por tanto, velad... Es la recomendación final y hacia donde apunta todo el relato parabólico. Es necesario insistir en este aspecto porque es el intentado por Jesús y que ha recogido muy bien el evangelista.