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Homilía VI Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2011 - 2012 - (Ciclo B)
“ Si quieres, puedes limpiarme. Quiero: queda limpio ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Preséntate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mando Moisés: El extraño ciclo de la lepra como reflejo del mensaje y acción salvíficos de Jesús
1. De la enfermedad a la impureza, de la impureza a la exclusión
De acuerdo al libro del Levítico, la lepra –diagnosticada por un sacerdote y no un doctor- se manifiesta no sólo como una ausencia de salud sino también como una ausencia de pureza. Así la lepra se nos describe como claro un signo de pecado que merece la soledad, la autoinculpación,… en definitiva la exclusión.
2. Limpiado por el poder de Jesús
En el relato de Marcos se nos relata el milagro de la curación de un leproso. La curación acontece con un esquema en una doble clave que merece ser señalado: primero, la sensibilidad y fe del leproso, que a pesar de lo que indica la ley y señala la tradición, se acerca a Jesús se arrodilla y suplica “Si quieres, puedes limpiarme”. Segundo, la respuesta de un Jesús que se conmueve y le toca: “Quiero: queda limpio”. Y así fue, la lepra desapareció y quedó limpio.
3. De vuelta al sacerdote
Tras la curación Jesús envía al leproso al sacerdote para que, ese mismo sacerdote que diagnosticando lepra le hubiera condenado a vestir harapos, lucir barba, taparse el rostro y confesarse impuro, haga constar su curación. La misma figura del sacerdote que antes era en cierto modo verdugo es ahora, tras la acción de Jesús, testigo de su poder salvífico.
“Dichoso el que esta absuelto de su culpa”: La curación de la lepra en mí.
1. ¿Soy yo leproso?
Como hombres y mujeres, como seres finitos y limitados, todos contamos con experiencia de haber fallado alguna vez en la palabra o el pensamiento, en la acción o en la omisión: todos somos, en definitiva, pecadores.
Las lecturas de este domingo nos ofrecen una visión de la lepra no sólo como enfermedad sino como consecuencia de impureza o como fruto del pecado. Así y desde cierto punto de vista todos podríamos identificarnos con la figura del leproso.
2. Un eje de coordenadas diferente.
Una persona leprosa, que es carente de lo más esencial, rompe con lo que sus circunstancias le marcan, se acerca a Jesús mostrándole su fe y suplicándole ser curado.
Un Jesús conmovido, que muestra su poder a partir de la fe de quien se le acerca y que accede a curarle.
Dos actitudes, la del leproso y la de Jesús, que definen en conjunto un nuevo y diferente eje de coordenadas. Este eje, por muy diferente y novedoso que sea, es valido y asequible para cualquiera de nosotros.
Al igual que no hay nadie como un enfermo para valorar la salud, nadie como un preso para valorar la libertad o un pobre para valorar la riqueza,… tampoco hay nadie como un pecador para valorar y reconocer la experiencia, el sentido y el valor del perdón. Y así ninguna de nuestras carencias, limitaciones y fallos nos deberían mantener en lo que estas circunstancias pudieran marcar, no nos deberían impedir mirar a Jesús con fe y suplicar, al igual que el leproso, ser limpiados.
Esta experiencia y valoración del perdón es la misma que nos relata el salmo 31: “Dichoso el que está absuelto de su culpa, a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito”.
Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo: Yo ante la lepra.
1. En el fragmento de la carta de san Pablo a los Corintios encontramos la invitación a hacer todo para la gloria de Dios junto con la exhortación de seguirle a él como él sigue a Cristo.
2. Jesús, a través de la curación del leproso, sale al paso de la exclusión, de la marginación,… del sufrimiento. Donde antes había impureza ahora hay limpieza, donde antes enfermedad ahora salud.
En este contexto la exhortación de san Pablo cobra un sentido específico y nos coloca ante la misma encrucijada que a Jesús. Ahora el cuestionamiento debería ser más directo: Yo ante la lepra. Yo ante la enfermedad, yo ante la impureza y la exclusión.