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Sep
Homilía XXIV Domingo del Tiempo Ordinario
Año litúrgico 2009 - 2010 - (Ciclo C)
“ Habrá alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta ”
Evangelio para niños
Parábola de la oveja perdida - Lucas 15, 1-32
En aquel tiempo se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: - Ese acoge a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola: - Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja a las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: - ¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse. Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, reúne a las vecinas para decirles: - ¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido. Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.
Explicación
A Jesús le acusaron mucho sus paisanos de ser muy blando y acogedor con las personas pecadoras y de mala fama. Y él explicaba su comportamiento, poniendo ejemplos para hacerse entender. A un pastor se le perdió una oveja. Y cuando al final del día se dió cuenta, dejó todo el rebaño recogido y se marchó a buscarla. Y cuando la encontró se llenó de alegría, la puso sobre sus hombros y la devolvió al rebaño. La misma alegría hay en el cielo por alguna persona que estando perdida ha sido encontrada. Jesús dice que él ha venido para encontrar lo perdido.
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Dibujo realizado por: Fr. Félix Hernández Mariano ( descargar la imagen )
Evangelio dialogado
Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.
Narrador: Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
Hijo menor: Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.
Narrador: El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente
Niño 1: No entiendo la actitud de ese hijo. Se ha comportado como un mal hijo.
Narrador: Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Niño 2: Le está bien empleado por malgastar las cosas a destiempo.
Narrador: Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo:
Hijo menor: Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.
Niño 1: Parece mentira… Como dice el refrán: “sólo no acordamos de santa Bárbara cuando truena”.
Narrador: Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
Hijo menor: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.
Padre: Sacad en seguida el mejor traje y vestido; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.
Narrador: Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Mozo: Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.
Narrador: Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él enfadado le dijo a su padre:
Hijo mayor: Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.
Padre: Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.
Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández