Dom
13
Oct
2024

Homilía XXVIII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)

Así tendrás un tesoro en el cielo

Evangelio para niños

El joven rico - Marcos 10, 17-30


En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: - Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: - ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre. El replicó: - Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: - Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres - así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego sígueme. A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús , mirando alrededor, dijo a sus discípulos: - ¡Qué difícil va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios! Los discípulos se extrañaron de esta palabras. Jesús añadió: - Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios. Ellos se espantaron y comentaban: - Entonces, ¿quién puede salvarse? Jesús se les quedó mirando y les dijo: - Es imposible para los hombre, no para Dios. Dios lo puede todo.

Explicación

Para vivir con dignidad basta con hacer el bien y evitar el mal, es decir, ser personas justas. Pero para ser amigo de Jesús, además, hay que renunciar a toda ambición que nos lleva a acumular propiedades y riquezas dando la espalda a tantas personas que necesitan de nuestro compartir. Algo de todo esto le dice Jesús a un rico que se le acercó y quiso saber qué podía hacer para ser feliz.


Así tendrás un tesoro en el cielo

Dibujo realizado por: Fr. Félix Hernández Mariano ( descargar la imagen )

Evangelio dialogado

Te ofrecemos una versión del Evangelio del domingo en forma de diálogo, que puede utilizarse para una lectura dramatizada.

NARRADOR: En aquel tiempo, Jesús estaba a punto de partir cuando un joven corrió a su encuentro, se arrodilló delante de él y le preguntó:
JOVEN: Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para ganar la vida eterna?
NARRADOR: Jesús le respondió:
JESÚS: ¿Por qué me llamas bueno? Uno solo es bueno, y ése es Dios. Ya conoces los mandamientos: no matarás, no cometas adulterio, no robarás, ni dirás cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre”.
NARRADOR: El joven le contestó:
JOVEN: Maestro, todo esto lo he cumplido desde pequeño.
NARRADOR: Jesús lo miró, sintió cariño por él y le dijo:
JESÚS: Sólo te falta una cosa: anda, vende todo lo que tienes, dale el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en el cielo, y luego, ven y sígueme.
NARRADOR: Cuando el joven oyó estas palabras, arrugó la frente y se fue muy triste, porque era muy rico. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
JESÚS: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!
NARRADOR: Los discípulos se extrañaron al oír estas palabras.
DISCÍPULOS: ¿Qué pretende decirnos el Maestro? No hay quien lo entienda.
NARRADOR: Pero Jesús insistió:
JESÚS: Hijos míos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de la aguja, que para un rico entrar en el Reino de Dios.
NARRADOR: Ellos se asombraron más todavía y comentaban:
DISCÍPULOS: Entonces, Maestro ¿quién puede salvarse?
NARRADOR: Jesús se les quedó mirando fijamente y les dijo:
JESÚS: Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible.
NARRADOR: Pedro se le acercó y le dijo:
PEDRO: Señor, ya sabe que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
NARRADOR: Jesús le contestó:
JESÚS: Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora cien veces más, y después la vida eterna.

Elaborado por: Fr. Emilio Díez Ordóñez y Fr. Javier Espinosa Fernández