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Dom
13
Sep
2009

Homilía Vigésimo cuarto Domingo del Tiempo Ordinario

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

Tú eres el Mesías

Introducción al Evangelio del día

La lectura evangélica de este domingo narra dos acontecimientos decisivos por clarificar en la mente de los discípulos la verdadera identidad y misión del Maestro.

Si hasta este momento el evangelio de san Marcos nos ha mostrado a Jesús enseñando a la gente, curando a los enfermos y realizando milagros. En el fragmento de hoy le presenta emprendiendo con sus discípulos un largo viaje, desde Betsaida a Cesarea de Filipo. En el camino, se entabla un diálogo. A la primera pregunta de Jesús, aparentemente anodina, para saber lo que la gente piensa de él, sigue una  interpelación directa y sin escapatoria a sus discípulos para sondear lo que han comprendido de él: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.

El segundo acontecimiento, el que sigue a la confesión de fe de Pedro, es el primer anuncio que Jesús hace a los discípulos de su Pasión y Resurrección. Representa un giro radical y una revisión profunda de la idea que se habían forjado de la identidad y misión del Maestro Nazareno.

Pedro, representando a los otros discípulos, atina en la respuesta al reconocer a Jesús como el Mesías. Sin embargo, tras la revelación de Jesús del camino de humillación y de cruz que va a recorrer y que se asemeja al del “siervo sufriente” de Isaías, el apóstol se escandaliza e intenta apartarle de él. Jesús le reprende con dureza, le ordena caminar en pos de él y explica claramente a la gente las exigencias para ser sus discípulos: ir detrás de él, cargar con la cruz y seguirle, es decir, estar dispuestos a  asumir su proyecto y a entregar la vida por él y por el Evangelio.  

La carta de Santiago insiste en la práctica de las buenas obras para que la fe que anima a la comunidad cristiana sea una fe viva que no se contenta con palabras y discursos. Sin las obras, la fe es estéril. Ambas cosas, fe y vida, han de caminar de la mano. Así lo vivió Jesús, así han de vivirlo la Iglesia y cada uno de sus miembros para manifestar el amor de Dios a todas las personas y, especialmente, a los más desvalidos, a través de la obras de la compasión, la justicia y la solidaridad.