Sep
Homilía Vigésimo cuarto Domingo del Tiempo Ordinario
Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)
“ Tú eres el Mesías ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
La pregunta incisiva de Jesús a sus seguidores más íntimos les emplaza a dar una respuesta que pone en juego la orientación y el sentido de su vida. Sin embargo, si Pedro acierta en las palabras con las que declara a Jesús como el Cristo, no entiende en absoluto el contenido verdadero de su mesianismo. La auténtica confesión de fe del apóstol vendrá más tarde, cuando haya pasado por el escándalo del rechazo, la persecución y la crucifixión del Maestro y cuando, a la luz de la resurrección, haya descubierto el misterio del triunfo de la vida sobre la muerte. El camino hasta llegar ahí fue largo y no exento de tentaciones de suplantar al Maestro, olvidando que era en pos de él, como había de recorrerlo. La última confesión de Pedro, su martirio, le asemejó perfectamente al destino de Jesús, el Cristo, vivido en la debilidad humana pero en la fuerza de Dios.
La confesión de fe de Pedro no es sólo una historia del pasado. Cada uno de los creyentes, en un momento u otro del proceso personal nos sentimos confrontados a hacer nuestra propia confesión de fe, que nadie puede pronunciar en nuestro nombre. ¿Cuál es la que he de hacer hoy, en este momento concreto de mi vida? ¿Cuál es la que seria bueno que hiciéramos para renovar juntos la fe como comunidad cristiana?
Primer anuncio de la Pasión y Resurrección
El anuncio de Jesús de su Pasión y de su Resurrección pretende eliminar toda ambigüedad sobre su auténtico mesianismo que no tiene nada que ver con las aspiraciones triunfalistas y nacionalistas de un Mesías liberador del poder romano. Las palabras de Jesús revelan a los discípulos que su destino pasa por un camino de sufrimiento y de cruz para desembocar en la VIDA. El discurso es demasiado enigmático para la torpe comprensión de sus seguidores más cercanos y lo será también para los creyentes de todos los tiempos. ¡Cuánto cuesta, a veces, mantener la confesión de fe en momentos de oscuridad, de sufrimiento y de fracaso! ¡Qué fácilmente hablamos de la cruz cuando está lejos de nuestra vida! ¡Cómo nos aferramos a veces a la imagen de un mesias prepotente, de un Dios Todopoderoso según los poderosos de este mundo! No somos mejores que el pobre Pedro. Sólo la fuerza del Espíritu que hizo de él un testigo, hasta la entrega de la propia vida en el martirio, puede seguir suscitando nuevos testigos y nuevos mártires, personas que optan por seguir en pos de Jesús hasta la muerte, si es preciso.
El camino como trayecto vital.
El camino que recorrieron los seguidores de Jesús en el evangelio de Marcos y el que recorremos cada uno de los que nos llamamos cristianos en la vida no es sólo geográfico. El camino es el símbolo del proceso de maduración humana y espiritual que hemos de vivir, el itinerario de conversión que hemos de transitar los seguidores del Resucitado y la comunidad de los creyentes para llegar a ser realmente la comunidad de sus discípulos, es decir, para asumir su proyecto del anuncio de la Buena Nueva y hacerlo con sus mismas actitudes.
El Resucitado, que lleva en su cuerpo las señales de la crucifixión para recordarnos el precio del triunfo, es quien marcha delante, marca el paso y dirige la orientación. Hay un proverbio africano que dice: “si cambia el ritmo del tam-tam, cambia tú el paso de la danza”. Pidamos al Señor insistentemente que sepamos acordar nuestra vida al ritmo de su música.
El camino del seguimiento no está reservado a personas extraordinarias y perfectas; es una senda ofrecida a todo ser humano. Jesús, llamó “a la gente a la vez que a sus discípulos”, puntualiza el evangelista. Cuando Jesús invita a compartir su vida y misión, a asumir su proyecto, conoce perfectamente la fragilidad y debilidad de los que emprenden el camino en pos de él. Instruyó con paciencia a sus primeros seguidores, acompañó a la comunidad de los creyentes en el pasado, y sigue guiándola hoy. Como el siervo del canto de Isaías, Dios nos espabilará cada mañana el oído para escuchar su voz, para consolar a los demás; para animarnos mutuamente en los momentos de oscuridad y de tristeza que encontramos en el camino del discipulado.
“Si alguno quiere venir en pos de mí…”
La primera exigencia clara del seguidor de Jesús es la de caminar detrás de él. Sin embargo, con bastante frecuencia, lo olvidamos e intentamos ser nosotros los que controlemos y dirijamos todo. Planificamos la vida y la misión como si todo dependiera de nosotros, como si a nuestro esfuerzo tuviera siempre que corresponder el resultado esperado. Caminar en pos de Jesús conlleva asumir que la cruz y el fracaso pueden presentarse en nuestra vida, y eso entrañará renuncias. Pero poner nuestros pasos en los suyos es ante todo optar por la vida.