Dom
13
Sep
2015

Homilía XXIV Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2014 - 2015 - (Ciclo B)

¿Quién dice la gente y quién decís vosotros que soy yo?

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Cesarea de Filipo está íntimamente ligada al poder imperial de Roma

La localización de la escena en la región de Cesarea de Filipo no es un dato intrascendente para lo que se nos narra en el texto evangélico. Todo en Cesarea, empezando por el nombre, hablaba del poderío militar, económico, político e ideológico de Roma y de su emperador. El César de Roma ostentaba los títulos de Divino, Hijo de Dios, Dios, Dios de Dios, Señor, Redentor, Liberador y Salvador del mundo. De ahí que, cuando Pedro confiesa y aplica el calificativo de Mesías a Jesús, está cometiendo una alta traición al emperador; para el evangelista, es claramente una sustitución del reino de Roma por el reino de Dios.

  • ¿Quién dice la gente y quién decís vosotros que soy yo?

Los discípulos enumeran los personajes que la gente identifica con Jesús: Juan el Bautista, Elías u otros profetas. La gente situaba a Jesús en la tradición profética, que se caracterizó por el rechazo al sufrimiento del pueblo y a los poderes que lo originaban. Los profetas, al hablar de un mundo alternativo al que su pueblo vivía, siempre resultaban incómodos para las elites. Jesús era visto por la gente en esa línea profética de rechazo al poder, que en aquellos momentos venía de Roma.

  • La imagen del tipo de Mesías que confiesa Pedro no representa a Jesús, por eso el maestro reacciona tan fuertemente contra la interpretación equivocada de sus discípulos

Y, además, no quiere que se propague una imagen totalmente deformada de él: ser un Mesías político, poderoso, triunfal. Jesús quiere evitarla en sus oyentes y corregirla en sus discípulos. Éste es el motivo de los «mandatos de no se lo digáis a nadie» que aparecen en Marcos (el secreto mesiánico). Jesús quiere impedir el equívoco sobre su persona.

  • Jesús condena como tentación satánica los intentos de Pedro por apartarle del camino de la muerte

La dureza de esta reprimenda de Jesús salta a la vista. Es significativo que la frase «Quítate de mi presencia, Satán» se encuentre también al final del relato de las tentaciones en Mt 4,10. Posiblemente el evangelista tomó la frase para ambos casos de este episodio con Pedro, porque vio una gran semejanza entre la tentación del desierto y la de Pedro a Jesús. El poder es la tentación más peligrosa que asalta una y otra vez a los hombres (cf. Mc 14,37.42) y que contradice los planes del Dios de Jesús.

  • Tampoco la comunidad de Marcos parece haberse habituado todavía a la idea de un Mesías que padece y muere, sino que sigue alimentando sueños de un reinado terreno

Por eso narra Marcos este hecho de la escena de Pedro y Jesús. El evangelista debe insistir en que la Iglesia no está llamada a un dominio político; su acción en el mundo es el testimonio del amor y del servicio (cf. 9,50). Y ello le llevará necesariamente a practicar el seguimiento del Señor crucificado. Jesús le dice a Pedro –y en general a las comunidades cristianas de entonces y de ahora– de un modo tajante: «No piensas al modo divino, sino al humano».

  • ¿Por qué tuvo que padecer Jesús la pasión y la muerte?

Se ha incorporado a nuestra teología, a nuestras catequesis y a nuestras predicaciones como lugar común e incuestionable la idea de que Jesús necesariamente tuvo que padecer, porque ésa era la voluntad de su Padre Dios. Según esto, forzosamente el sufrimiento es un componente de la vida del seguidor de Jesús. Pero no hay nada más desacertado que seguir considerando los padecimientos como un fin o como un medio inherente a ser discípulo cristiano. Los padecimientos son únicamente una consecuencia de servir, de vivir, de comer, de curar y de acoger como lo hizo Jesús. Esta actitud del Señor representaba un continuo reproche, crítica, censura, acusación y protesta contra los poderosos y sus servidores. Y está claro que, si uno vive para la justicia divina como hizo Jesús, lo más seguro es que termine padeciendo y muriendo de muerte violenta a manos de la injusticia humana. Casi con toda seguridad, Jesús les había explicado a sus discípulos que su vida y la de ellos estaba en franca contradicción con los sistemas de dominación imperantes en su sociedad; que tendrían que cambiar de una vida de dominación, normalizada socialmente, a una vida de servicio a los más necesitados, como hizo él. Y esto tiene el precio de la persecución y del rechazo. Hasta de la muerte.

  • Cargar con la cruz por el evangelio

Marcos ya sabía que Jesús había sido crucificado y que sus discípulos iban corriendo la misma suerte. Por eso pone en boca de Jesús la sentencia de que quien quiera ser su discípulo ha de cargar con la cruz. Pero este dicho evangélico no se refiere a la «cruz diaria» que todo el mundo sufre. Ha sido siempre muy aconsejado por los predicadores tener conformidad con la propia suerte como signo de estar acatando la voluntad de Dios. Esto es un error referir tal sentido a este texto evangélico. Buenos y malos, creyentes y ateos, ricos y pobres, dominadores y dominados, asesinos y asesinados, todos tienen su propia cruz, sus amenazas personales, su estar expuesto y abocado a la propia muerte; nadie está exento de “su” cruz. Es más: hay gente no creyente, que es rico y dominador y que a lo mejor soporta su propia situación dolorosa con más entereza que un cristiano. Repetimos: a esa “cruz diaria” no se refiere Jesús, sino únicamente a la que proviene o se deriva de practicar y proclamar el evangelio. Que cada uno de los que estamos aquí intente actuar y hablar como Jesús, y a ver cuánto tiempo va a pasar sin que lo calumnien, lo difamen y hasta lo persigan. Ésa es la cruz con la que Jesús manda cargar: la cruz por el evangelio.

  • Marcos presenta con claridad cómo no sólo en la muerte sino también en la resurrección encuentra su explicación auténtica el mesianismo de Jesús

Si padecer el asesinato era la suerte aplicada a los profetas, la resurrección que atribuye Marcos a Jesús después de su pasión introduce una idea nueva que no está recogida en el destino de los profetas justos del antiguo testamento. La resurrección de Jesús es una palabra de victoria a favor de los perseguidos y derrotados. Por eso también es una protesta contra los que se apropian de la vida de esos perseguidos y fracasados.

  • ¿Qué indica el hecho de que a uno o a una comunidad cristiana la vida les sonría y no tengan sufrimientos?

Pues que a lo mejor uno no está metido en el ajo de lo que realmente es el evangelio de Jesús. Vivir una vida de misericordia, pero también de protesta y de censura como la que vivió Jesús, tarde o temprano acarrea sufrimientos. Si no hay estos padecimientos, posiblemente estemos viviendo una iglesia acomodada, contemporizadora, de privilegios y de seguridad. Todos nos inclinamos con más gusto a estar del lado del vencedor que del vencido y fracasado. Jesús, no.

  • La verdadera religión

En la carta de Santiago parece que la fe no importa y que lo único que cuenta son las obras. Pero no es así. Lo que realmente sucedía en aquel tiempo es que muchos cristianos estaban influidos por la orientación puramente “espiritualista” de las religiones orientales, y habían caído en la tentación de vivir la fe como un mero escuchar la palabra de Dios. El autor de la carta recurre a la tradición judía y cristiana para apoyar su principal preocupación: la de evitar que las palabras bonitas sustituyan a los actos de solidaridad (2, 14-15).