Sep
Homilía Exaltación de la Santa Cruz
Año litúrgico 2013 - 2014 - (Ciclo A)
“ Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
“¿Por qué nos has sacado de Egipto, para morir en el desierto?”
El relato del libro de los Números describe un episodio tremendo. El pueblo está extenuado, baja del Monte Hor y se dirige hacia el Mar Rojo. De nuevo, se encuentran en una situación muy complicada, sin pan y sin apenas agua. Además, es el propio YWHV el que envía serpientes venenosas que están acabando con muchas de las vidas de aquellas pobres gentes. A duras penas consiguen sobrevivir.
Tampoco las autoridades les facilitan las cosas. El rey de Edom no les permite atravesar su territorio y el de Arad, cuando los ve acercarse, les ataca a espada. Por si fuera poco, están tristes pues Aarón, que hacía de mediador junto a Moisés, acaba de morir en el Monte Hor. El panorama es desolador.
El pueblo parece reaccionar: no abandona y pide a Moisés que ejerza de intermediario una vez más por ellos ante YWHV. Los posibles remedios, salidas y alivios vendrán de la mano de una acción: “mirar” y al hacerlo, sanarán y se salvarán de la muerte.
Al leer este relato nos vienen a la cabeza los otros éxodos atroces a los que están sometidos pueblos enteros en estos momentos. Nos acordamos de sus expulsiones, de sus hambres y de esos lugares donde malviven hacinados. En esos “campos” se convierten en personas refugiadas y anónimas, se desdibujan sus pasados y es complicado soñar con futuros. Estas son las “serpientes” que envenenan sus vidas. Y parece que hoy, al igual que en tiempos de Moisés, el Dios de la Sabiduría, vuelve a preguntarnos hacia dónde estamos mirando como comunidades predicadoras, como iglesia o como ciudadanía comprometida políticamente.
“Ha de ser levantado en alto para que los que creen tengan vida eterna”
Los textos bíblicos no son sencillos, por ello tampoco lo son las respuestas. La dificultad no reside tanto en su complicación, sino en la necesidad de ser contestadas a fuerza de tiempo. No parece que los tiempos evangélicos se construyan con síes o noes rápidos. Estas respuestas necesitan aquilatarse a medida que lo hacen también nuestras vidas.
Por ello, parece que surgen en la noche, que es casi como decir a tientas y desde quien no tiene todas las certezas a mano. Algo así debió sucederle a Nicodemo que, a pesar de ser un hombre culto y formado, se encuentra con alguien que despierta su curiosidad al pedirle “otro” tipo de sabiduría. Se trata de aquel conocimiento que nace de la duda, de lo oscuro. Como Nicodemo, nosotros tememos también ser juzgados por nuestros semejantes, hermanos y hermanas de comunidad y por nuestras propias creencias asentadas. Quizá como él, también dudemos al acercarnos a otras “autoridades”, a otros “saberes” distintos, porque no es lo que se espera de nosotros.
Sin embargo, el evangelio joánico nos invita a “mirar a lo alto”. A cuestionar aquello en lo que siempre hemos creído. La llamada es descubrir cuánto tiene aún de demasiado humano y cómo podríamos acercarnos a ser obras sabias, libres y amorosas. Jesús señala, apunta, empuja en medio de la noche para que hagamos nuestro propio discernimiento, sabiendo del contraste que ofrecen las luces y las sombras.
Esta es nuestra tarea: aprender a mirar una y otra vez. Porque mirando educamos nuestra vida y la orientamos hacia el que fue elevado, no solo en la cruz, sino a la luz de la Pascua. De este modo, abrió a la humanidad un camino de posibilidades más amplias donde la justicia tuviera un sabor compasivo.
Aprender a mirar es hacerlo especialmente sobre los cuerpos. Un hombre fue clavado en una cruz y su cuerpo se convirtió en alimento salvador entorno a una comunidad que celebra, de ese modo, su salvación. Pero aún vivimos en tinieblas y nos estremecemos cuando los cuerpos de las mujeres siguen estando colgados en muchas cruces patriarcales, cuando muchos cuerpos cuelgan en las concertinas ordenadas por nuestros gobiernos o cuando pueblos enteros están siendo exterminados por cruces llamadas: ébola, hambre, Sida o terrorismo de Estado, como sucede en Gaza.
Este domingo, el que se abajó, vuelve a traer la luz para que no nos conformemos con mirar entre tinieblas y busquemos a la Sabiduría que transforma, moviliza y nos compromete a derribar cualquier cruz que sea exaltada en nombre de la inhumanidad.