Oct
Homilía XXVIII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2022 - 2023 - (Ciclo A)
“ A todos los que encontréis, llamadlos a la boda ”
Introducción
Recibir el consuelo de Dios es una de las experiencias religiosas más intensas e iluminadoras que puede experimentar el creyente. Es uno de los frutos del estar ‘conectado’ íntimamente a Dios y de sentirse invadido de una fuerza espiritual, de una gracia divina intensa, capaz de verse sumergido en una paz indecible y en una tranquilidad embriagadora. Quien lo experimenta lo suele expresar como un balbuceo espiritual.
La vida creyente brota de la relación entre Dios y la criatura que se abre a la trascendencia. Su riqueza y madurez dependerá de la frecuencia e intensidad de esa relación. Germina a partir de un encuentro entre un ser excepcional, espiritual y divino, y la persona impactada. Jesús no pasó indiferente ni vivió anónimo entre sus contemporáneos.
En muchas personas suscitó admiración y fuerte adhesión y en otras, por el contrario, su persona y mensaje, provocó un fuerte desprecio y una gran hostilidad. Lo cierto es que Jesús no pasó indiferente ante las personas y situaciones que le tocó vivir.
La predicación sobre Jesús, confesado como Señor e Hijo de Dios, de los primeros cristianos fue muy chocante entre los griegos y romanos en los inicios del cristianismo, pues ellos tenían una imagen de la trascendencia y de la divinidad totalmente alejada de los asuntos mundanos. Los dioses en los que creían tenían su propio mundo relacional y solo entre ellos interactuaban. Los cristianos, por el contrario, presentaban a un Dios comprometido y solidario con la creación, la naturaleza, las preocupaciones de la humanidad… un Dios capaz de sentir, comprender y compadecerse del género humano.
La predicación de Jesús no buscaba ni estaba orientada al adquirir un comportamiento moral determinado, sino más bien, a transmitir un mensaje religioso, profundo y comprometido, con palabras y obras, capaz de generar comportamientos y conductas nuevos en aquellos que se encontraron con él para poner de manifiesto que Dios tiene un plan de salvación para cada persona particular y para toda la humanidad en su conjunto y que ese plan pasa por la transformación del corazón, o sea de la conversión en clave religiosa.