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Homilía XXXIII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)
“ Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas ”
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Primera lectura: (Malaquías 4,1-2a)
Marco: El contexto es una pequeña sección que lleva como título el triunfo de los justos en el Día de Yahvé. El clima general de esta sección está dominado por la perspectiva escatológica.
Reflexiones
1ª) ¡En el Día de Yahvé, Dios tiene la última palabra!
Mirad que llega el día... Estas expresiones anticipan el lenguaje apocalíptico* que es muy peculiar y original en el uso de las imágenes y en su concepción del fin. En la Escritura encontramos algunos testimonios que relacionan el día de Yahvé* con el fuego devorador y ardiente (Is 10,16s; Sf 1,18; 3,8). El tema es reasumido por los autores del Nuevo Testamento para expresar el juicio final y el final de la humanidad y de la historia (Mt 13,42s). Hay que subrayar que la expresión de un fuego devorador recuerda las consecuencias de una guerra, pues todo queda arrasado por el fuego. Es también sugerente la imagen de un fuego que no se apaga nunca. Son algunas de las imágenes construidas alrededor del fuego como signo y plastificación del juicio que Dios dictará contra la humanidad infiel. Evidentemente todas estas imágenes tienen una finalidad pedagógica y son elegidas para instruir a un pueblo rudo que necesita la visualización de todo para comprender el contenido. La historia humana camina hacia un punto final en el que se producirá una transformación total. Todo el progreso humano anticipa el reino siempre sea en servicio de la persona, su desarrollo y dignidad; pero no es el final. Los creyentes se alegran de los progresos humanos transformadores, pero proclaman que la esperanza cristiana se dirige a un mundo trascendente y definitivamente feliz.
Segunda lectura: (2Tesalonicenses 3,7-12)
Marco: Ante una falsa expectativa de la vuelta del Señor se produjo en la comunidad de Tesalónica una seria inquietud: ¿Para qué trabajar si el Señor volverá enseguida? ¿Para qué esmerarse si queda ya poco tiempo? El autor de la carta exhorta a todos a la tranquilidad y al sosiego. El Señor volverá, mientras tanto hay que trabajar y construir la paz y la concordia.
Reflexiones
1ª) ¡El ejemplo de laboriosidad de Pablo debe ser imitado!
Dos consideraciones antes de comentar estas importantes palabras: en primer lugar, esta carta está escrita por un discípulo de Pablo que evoca con respeto y admiración la vida del maestro y en este caso la consagración al trabajo manual para subvenir a sus necesidades y poder ofrecer gratuitamente el trabajo de la evangelización. En segundo lugar, recordar que los apóstoles tenían el derecho de percibir lo necesario para apoyar su trabajo evangelizador: No pongas bozal al buey que trilla (Dt 25,4), y que el propio Pablo recuerda en su carta a los Corintios (1Cor 9,9). Pero las palabras que acabamos de proclamar se centran en otro tema: el de la imitación, muy presente en el Nuevo Testamento (1Cor 4,16; Flp 3,17). Pablo no es el final del itinerario imitativo, sino que orienta la atención de los fieles hacia el propio Jesucristo, es decir, que imitándole a él imitan en realidad a Jesucristo (1Ts 1,6; Flp 2,5). Pablo mismo es un fiel imitador de Jesucristo y por eso se puede proponer como modelo a imitar (1Cor 11,1). Finalmente deben imitar a Dios: Sed imitadores de Dios como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por vosotros (Ef 5,1ss). En este clima es posible que se pueda reproducir una imitación de los unos para con los otros (1Ts 1,7; Hb 6,12). Por eso se insiste en el Nuevo Testamento que los jefes que transmiten la verdadera doctrina evangélica deben ser ellos mismos "modelos" cuya fe y vida se imitan al contemplar el desenlace de su vida (Hb 13,7).
Evangelio: (Lucas 21,5-19).
Marco: Lucas aborda el tema del fin en dos ocasiones: la primera, en Lc 17, 22-37 (final de los tiempos) y Lc 21 (la destrucción de Jerusalén como símbolo y anticipo de la destrucción del mundo). La lectura de hoy se centra en las señales que anuncian el fin.
Reflexiones
1ª) ¡Fin de Jerusalén y fin del mundo!
El edificio que contemplan en este momento y sobre el que Jesús fija la atención, e invita a sus acompañantes a hacer lo mismo, es el templo construido por Herodes el Grande. Una obra de proporciones inmensas equiparable a las grandes obras de arquitectura del imperio egipcio o del imperio romano. Herodes era muy dado a construcciones sólidas, monumentales y brillantes por todo su reino e incluso fuera de sus fronteras para agradar a los romanos. Los restos que todavía hoy se pueden contemplar en Jerusalén (o en Hebrón y en otras partes) lo certifican. Jesús llama la atención de que esta obra tan sólida será también, en gran parte, destruida. Ciertamente el discurso escatológico tiene muchas dificultades en su interpretación y más todavía en su presentación. La palabra de Dios afirma que este mundo tiene un final imprevisto. Por otra parte, Jesús quiere advertir a sus discípulos que no pierdan su tiempo en establecer fechas y construir cábalas, porque nadie sabe el día ni la hora sino sólo el Padre.
2ª) ¡Cuidado que nadie os engañe!
Pero no vendrá enseguida. En el trasfondo de estas palabras podemos encontrar dos situaciones diferentes: la que corresponde a la vida misma de Jesús y la que corresponde a la vida de la Iglesia. En el primer caso, era necesaria la vigilancia porque muchos antes de Jesús habían pretendido ser el Mesías esperado. Jesús advierte sobre este peligro para su misión. Él ha intentado por todos los medios ocultarse como Mesías para evitar la confusión con las interpretaciones erróneas y equivocadas sobre el Mesías esperado. La tarea mesiánica de Jesús se acomoda al proyecto de Dios en el que no existía la entronización del Mesías como un guerrero militar y un rey victorioso por las armas, que arrojaría de la tierra santa a los enemigos y paganos para establecer un reinado temporal teniendo a Jerusalén como capital y centro. En segundo lugar, en tiempo de la Iglesia seguían surgiendo falsos Mesías que pretendían ser el verdadero. Los evangelistas, recogiendo e interpretando las palabras de Jesús, tratan de dar una respuesta adecuada a los problemas que surgen de nuevo. Lucas escribe después de la destrucción de Jerusalén. Hay que estar alertados para no dejarse arrastrar y seducir por el primer postor. El fin está reservado en el secreto del Padre. Mientras tanto hay que entregarse a la tarea y a la misión de evangelizar al mundo animados por una gran esperanza. Lucas entiende que la vuelta del Señor se producirá, pero más tarde; mientras tanto hay que prepararse para la paciencia y el aguante tenaz y firme como colaboradores inseparables de la esperanza cristiana.
3ª) ¡No preparéis vuestra defensa!
La escatología se convierte o se traduce en actitud de testimonio y aguante paciente hasta el final. Lucas realiza una reinterpretación de la esperanza escatológica propuesta por los otros evangelistas. Él también está convencido de que volverá gloriosamente el Señor al final de los tiempos. Pero insiste en la etapa histórica que media entre la primera y la segunda venida del Señor. Sabe con certeza que volverá pero más tarde. Mientras tanto los discípulos de Jesús, entregados a la misión y al testimonio, deben estar preparados para dar razón de la esperanza cristiana (1Pe 3,13ss). Los cristianos dan testimonio de que pertenecen a Cristo frente a los gentiles que ignoran toda esperanza. Tuvieron ocasión para ello en las persecuciones locales. Para el tiempo entre las dos venidas, los discípulos necesitan el auxilio de lo alto. Y Jesús se lo promete. Pero en este punto hay alguna diferencia entre los evangelistas. En este texto que acabamos de proclamar, Jesús toma la iniciativa de auxiliar a los suyos en los momentos difíciles de la persecución. Mateo, por su parte, recuerda que es obra del Espíritu Santo (Mt 10,20; Lc 12,12; Hch 6,10). Finalmente, el autor del cuarto evangelio recuerda en el quinto dicho sobre el Espíritu y su actuación en la comunidad (Jn 16,13-15) que les interpretará lo que está por venir: el sentido de su muerte y resurrección y el sentido de la Iglesia en el mundo hasta su vuelta gloriosa. También hoy es necesaria esta presencia de Jesús y del Espíritu para que los discípulos sigan adelante en su tarea de testigos en medio del mundo.