Dom
17
May
2009

Homilía Sexto Domingo de Pascua

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Amar como Dios nos ha amado

Jesús nos ha mostrado el amor de Dios; un amor intenso y universal, que se manifiesta en la acogida incondicional y compasiva, sin favoritismos ni exclusiones, a todas las personas que se acercan a él: mujeres, niños, fariseos, publicanos, pecadores, enfermos. El único signo de preferencia en la demostración de su amor es el de la misericordia, el del corazón inclinado a la miseria, al ser humano que sufre por cualquier causa.

No es el Dios Amor el que diferencia, separa; somos nosotros, los seres humanos, cuando perdemos algo de nuestra humanidad, los que distinguimos, encasillamos y discriminamos a las personas, por el color, la raza, el dinero, la clase social, las creencias religiosas…

¡Cuánto bien nos puede hacer leer y releer en la Biblia el episodio completo de Cornelio y Pedro (Hch 10,1-48)! Y dejarnos impregnar de la universalidad del amor que brota del Espíritu: encuentro de hermandad entre paganos y cristianos, igualdad fundamental que proviene de la común dignidad del ser humano, reconocimiento de la acción de Dios sin acepción de personas, superación del particularismo judío y  proclamación de la Buena Noticia al mundo.

  • La alegría: característica vital del cristiano.

El amor humano es para muchas personas causa de una autentica felicidad que se percibe y se comunica con la sola presencia y se expresa en una alegría serena, natural y cotidiana. El amor “como” el de Jesús no puede ser menos. El mandamiento nuevo, lejos de ser para el cristiano una carga, una exigencia impuesta desde fuera, es el fundamento de una vida plena y gozosa: “Os he dicho esto, para mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado” (Jn 15, 11).

En el evangelio de este domingo encontramos muchos motivos para la alegría: el amor de Jesús a sus discípulos –y a cada uno de nosotros o de nosotras- que es la comunicación del mismo amor que él ha recibido del Padre; el “mayor amor” de la entrega de su vida; el hacernos sus amigos y confiarnos lo que ha recibido del Padre, el habernos elegido gratuitamente, sin tener que presentar ningún mérito…El Tiempo Pascual es propicio a la alegría porque somos los destinatarios de la Buena Noticia de la Resurrección de Cristo, prenda de la nuestra. ¿El canto del aleluya será signo de nuestro gozo en el Señor o un adorno más de nuestras celebraciones litúrgicas? ¿Sabemos ver y observar lo que el Espíritu transforma y vivifica hoy en nuestra vida, en las otras confesiones religiosas, en la Iglesia y en el mundo? ¿Somos capaces de vibrar con las pequeñas alegrías humanas, signos de la gran alegría del Reino?

  • Os he llamado amigos

Otra característica del amor, que Jesús nos muestra en el fragmento del evangelio de Juan, es la de llamarnos y hacernos sus amigos. El tema de la amistad tiene una honda raigambre bíblica. Dios hablaba con Moisés “como un amigo habla con su amigo” (Ex 33,11). No sólo somos hijos de un mismo Padre, y por lo tanto, hermanos, como Jesús nos ha revelado a lo largo de su vida, sino que al final, cuando la muerte se cierne ya sobre él, nos hace amigos suyos y nos comunica todo lo que ha recibido de Dios.

Penetrar en esta amistad que ya nos ha sido ofrecida pero que ha de desplegarse en la trayectoria de nuestras vidas, de la vida de la comunidad eclesial y de nuestras comunidades cristianas, es una tarea que no concluye nunca. La amistad, como el amor, son realidades dinámicas, llamadas a crecer para que sigan siendo verdad.

Pero la amistad en la que Jesús nos introduce no afecta únicamente a la relación personal con él. Produce un cambio en las relaciones horizontales de unos con otros: los amigos y amigas de mi Amigo son mis amigos. No caben en la comunidad de los discípulos de Jesús la lucha por los primeros puestos, las rencillas, las descalificaciones; las envidias…Juntos hemos de ser testigos de esa amistad y juntos somos convocados a transmitir el mensaje evangélico del amor de Dios a todos los seres humanos y del amor al prójimo, los dos pies con los que hemos de caminar, como decía Santa Catalina de Siena.

  • El asombro de la novedad del amor.

Dios que es Amor no se cansa de amarnos y nos descubre cada día nuevas potencialidades del amor con que nos ha amado. Ese descubrimiento que escapa a nuestros cálculos y programaciones, tiene lugar, muchas veces, donde menos lo esperamos.

Si experimentamos que el amor de Dios nos renueva por dentro, viviremos en actitud de agradecimiento hacia él por todos los regalos que nos hace a través de la escucha de su Palabra, la belleza de la creación, los hermanos y hermanas, los grandes acontecimientos y los pequeños de cada día… Creer en la novedad del amor de Dios en nuestra vida suscitará además en nosotros una actitud de confianza en la acción del Espíritu en los otros. Así, se podrán escribir otros relatos que, como el del encuentro de Pedro y Cornelio, nos hablarán de que el amor no es una palabra vacía o una emoción pasajera, sino una realidad palpable y actuante que mueve a las personas y que es capaz de transformar el mundo y la historia.