Dom
18
Ene
2015

Homilía II Domingo del tiempo ordinario

Amad como yo os he amado

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • ¿Quiénes fueron los seguidores de Jesús?

Los seguidores de Jesús fueron predominantemente personas difamadas, personas que gozaban de baja reputación y estima: los pobres, los incultos e ignorantes, los enfermos, las mujeres, los niños y aquellos a los que su com¬portamiento moral les cerraba –según las convicciones de la época¬– las puertas de acceso a la salvación. Y es precisamente de ese tipo de personas de quien dice Jesús que son su verdadera familia (Mt 12, 50 par).

  • ¿Por qué seguir a Jesús?

Ser cristiano es seguir a Cristo por amor (“Simón Pedro, ¿me amas?... Sí, Señor... Entonces sígueme...” Jn 21). A pesar de la claridad de la frase anterior, es difícil explicar las variadísimas razones que hay para seguir a Jesús. Cada cristiano tenemos las nuestras. Muchos querrán precisar y dirán que no es el amor “a Jesús”, sino el amor “de Jesús” el que nos convierte en seguidores suyos. Pero esto aclara poco la cuestión de por qué seguimos a Jesús. ¿Es que el modelo de ser persona inaugurado por Jesús de Nazaret es el mejor de todos? Jesús mismo explica que su objetivo es que los discípulos pasen de la muerte a la vida; más aún, que obtengan la «vida eterna» (5,24). Traduciendo el lenguaje evangélico a uno más cercano a nosotros, diremos que la finalidad de la acción de Jesús es inducir a sus seguidores a una forma de vida mucho mejor que la que vivimos. ¿Realmente la vida que nos ofrece Jesús es mejor que la que disfrutamos en la sociedad de consumo, que es nuestra vida? No es fácil admitirlo, sobre todo si tenemos una posición económica holgada.

  • Para los cristianos, Jesús de Nazaret es el modelo único de nuestro seguimiento.

La tentación de adaptar a Jesús a nuestra imagen, a nuestros intereses, es decir, hacer un Jesús a nuestra medida, es un peligro muy común y que nos acecha en todas las esquinas a los que nos decimos seguidores de Jesús. Tomamos del Evangelio aquellos aspectos que convienen a una posición personal y social ya tomada de antemano. Pero son las palabras de Jesús, sus hechos, sus ideales y sus exigencias, su pasión, muerte y resurrección, el único camino que tenemos para conocer al Dios misericordioso, padre, pobre y sufriente por amor, y totalmente interesado por los seres humanos.

  • El “amad como yo os he amado”, signo distintivo de los seguidores de Jesús.

«Éste es mi mandamiento; que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos» (Jn15,12–13). Amarse los unos a los otros («ama a tu prójimo como a ti mismo») es una aspiración que han tenido muchos grupos religiosos a lo largo de la historia. Pero lo específico del mandamiento de Jesús es el «como yo os he amado». A los seguidores de Jesús no se les pide simplemente amarse recíprocamente. Se les exige que su amor sea como el de Jesús, que renunció a su propia vida en favor de los demás.

  • El seguimiento de Jesús es conversión.

Conversión es cambio de vida. Cada uno cambia muchas veces de vida a lo largo de su existencia: de niño a adulto, de soltero a casado, de aprendiz a profesional. En el caso del discípulo, la conversión que se pide es cambiar de los valores que uno vive a los valores que Cristo practicó y enseñó. El ser discípulo tiene que modificar sustancialmente la vida y la identidad propias, y orientarlas por otro camino diferente al que habían tenido hasta entonces. Si uno ve que no experimenta ninguna transformación en su vida, debe convencerse de que no está en el buen camino del seguimiento de Jesús. Menuda tarea tenemos hoy los cristianos para cambiar los contravalores de la sociedad de consumo –entre los que destacan el egoísmo y el injusto reparto de los bienes– y sustituirlos por los valores del Evangelio.

  • El seguimiento es a un Jesús crítico y coherente.

El anuncio del Reino de Dios por parte de Jesús tuvo una vertiente de crítica social, y esto le acarreó conflictos y malentendidos. Para los poderes religiosos y políticos constituidos, el mensaje de Jesús fue molesto e impertinente. Pero Jesús aceptó y asumió las consecuen¬cias de haber reservado el primer puesto en su Reino para los pobres, para los pecadores, para aquellos que eran marginados y excluidos por los dirigentes religiosos y civiles. Por eso, el que sigue a Jesús está obligado a no pasar de largo ante la injusticia que sufre tanta gente en nuestra sociedad. Hoy, la crítica de un seguidor de Jesús ha de ser contra nuestro estilo de vida que denominamos consumismo. Este estilo de vida ha creado la mayor insolidaridad que ha existido en la historia. Por eso el cristianismo, si quiere tener credibilidad y atracción, tiene que ser practicado como una alternativa rebelde al egoísmo del consumismo.

  • El evangelista resalta la dificultad de la adhesión a Jesús que muestran los discípulos.

El seguimiento de Jesús lleva consigo peligros y crea conflictos y sufrimientos. Seguir a Jesús no le ponía a uno precisamente en el camino del triunfo. La imagen pintada repetidas veces por los evangelios, y que presenta a un Jesús rodeado de innumerable gentío, no debe hacernos creer erróneamente que el seguimiento de Jesús fue mayor que la deserción (el ejemplo de Judas), la negación (como Pedro), o la incomprensión y la incredulidad. Después de la predicación de Jesús en Cafarnaúm, muchos de sus seguidores, excepto los doce, dejaron de ir con Él (6,66–70). Hay momentos en los que Jesús se encuentra solo. El grupo de los apóstoles desaparece en el periodo de tiempo que va desde el arresto hasta la ejecución. También durante las apariciones después de la muerte, el comportamiento de los discípulos muestra diversos grados de participación o de presencia.

  • Hay una vinculación muy estrecha entre comer juntos y fortalecimiento de la comunidad de los seguidores de Jesús.

Juan subraya el fuerte sentimiento afectivo que Jesús manifestó al grupo de los suyos durante la cena: «Después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (13,1). Para resaltar este sentimiento, el evangelista introduce en medio de la cena un rito muy significativo. Jesús se viste de esclavo y realiza las funciones propias de los esclavos: lavar los pies. Con este rito de inversión de roles por parte de Jesús, el evangelista Juan desea mostrar a su comunidad un proyecto utópico, que dicha comunidad todavía no realiza: transformar los modelos de relación social que había en esa comunidad y sustituirlos por los que brotan de un amor como el de Jesús. Por tanto, comer juntos da fuerza a los que queremos seguir a Jesús; pero ha de ser un comer juntos en el que las relaciones entre nosotros no sean de esclavo a señor, sino como amigos (“os llamaré amigos”).

  • Conclusión.

La experiencia del discipulado nos enseña que existe una conflictiva alternativa entre la fidelidad a Jesús y la fidelidad a nuestra sociedad de consumo, por la que estamos atenazados y que no podemos abandonar fácilmente.