Dom
18
Oct
2020

Homilía XXIX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Entre la hipocresía y la mediocridad

Ni los fariseos ni los herodianos han dado una solución a la dominación romana sobre Israel ni han enfrentado abiertamente el sistema de control imperial, tanto en lo político-social como en lo religioso. Han aprendido a convivir con una tolerancia pasiva que garantizaba los mínimos para expresar el culto. Cuando lo religioso se vive como excusa de un no compromiso con la realidad, se evade la responsabilidad (personal o institucional) en la transformación de aquellas estructuras que deben garantizar el bien común, la justicia y la paz.

La hipocresía es el presupuesto fundamental de una falsa religiosidad que hace tiempo ha habilitado en el corazón la vivencia de una doble espiritualidad, una doble moral y una doble pertenencia. Esta ambigüedad degenera en posturas fundamentalistas, tanto de derecha como de izquierda, que hieren en profundidad al hombre y a la historia.

Los fariseos se esconden detrás de un legalismo narcisista. Los herodianos se aprovechan de su influencia política. Para ambos, la persona de Jesús de Nazaret es un problema, ya que sus palabras y sus gestos ponen en evidencia que sus corazones están lejos de Dios, lejos de la Ley y lejos del pueblo que deberían guiar, acompañar y cuidar. La persona de Jesús, la revelación del Padre y su anuncio del Reino, visibilizan la mediocridad y la incoherencia tanto de los fariseos como de los herodianos.

Una respuesta respaldada por la vida

La adulación de los herodianos es una forma de violencia sutil y elegante que revela la dureza de quien tiene que convivir con la propia falta de credibilidad. Jesús no se deja enredar por unos elogios vacíos aunque expresen una realidad: Él es un Maestro sincero, veraz e inclusivo (cf. Mt 22, 16). En consecuencia, no pierde la libertad de decir aquella verdad que rompe las ataduras de todo aquel corazón que busca el camino de Dios.

Jesús sabe que los fariseos buscan una excusa para poder acusarlo y no tiene miedo de dar una respuesta clara y comprometida. Un fanático respondería desde una ideología sin medir las consecuencias de sus afirmaciones (aunque ellas pongan en peligro la vida o la conciencia de los más vulnerables). En cambio, Jesús habla desde su experiencia de Dios y desde su fe, buscando revelar aquella verdad integral que da sentido a la vida, a las opciones y a las acciones. Él no se ajusta al orden establecido, sobre todo cuando se acentúa la desigualdad, la injusticia o la inequidad.

Hoy podríamos hacernos una pregunta esencial: ¿De quién es la imagen que está grabada en mi corazón? ¿De Dios o del César? El corazón es una realidad más radical que una moneda. La imagen acuñada en el corazón es la que configura en toda persona una forma de vida, una forma de espiritualidad y una forma de compromiso con la realidad.

En el corazón del mundo, dar a Dios lo que es de Dios

¿Cómo dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, sin escaparse del mundo huyendo hacia el Cielo? Una lectura limitada del texto presentaría la posibilidad de mantener separados el orden de lo temporal y el orden de lo religioso, las cosas del mundo y las cosas de Dios, las realidades profanas y las realidades sagradas.

El misterio de la Encarnación nos da una clave de lectura: Dios ha entrado en diálogo con el hombre y ha creado un espacio sagrado en el corazón de la historia. A imagen de Jesucristo, los bautizados estamos llamados a crear lazos de fraternidad que rompan los esquemas de «ellos y nosotros». La corresponsabilidad de los cristianos en la búsqueda del bien común y en cuidado de la casa común nos llama a respetar la pluralidad de opiniones y cosmovisiones. La solidaridad afectiva y efectiva debe llevarnos a reconocer la dignidad de toda persona humana. La presencia en los lugares donde se gesta y se decide el rumbo de la política, la economía, la educación, la cultura y la fe, requiere de nosotros idoneidad y  valores evangélicos.

No se trata de contraponer realidades, sino de ser creativos en la vivencia de la fe y en el compromiso con la realidad. No se trata de diluir realidades, sino de respetar la justa autonomía y la sana diversidad. Como Jesús, es importante no caer en las trampas de quienes quieren, por derecha o por izquierda, uniformar o formatear tanto a las personas, como a las instituciones o a la realidad. Como Jesús, estamos llamados a responder desde nuestra experiencia de Dios y desde nuestra fe.