Sep
Homilía XXV Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)
“ Dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.. ”
Introducción
Toda la conducta de Jesús y todas sus enseñanzas se encuadran dentro de una realidad que los evangelios denominan «reino de Dios». Jesús practicó y enseñó el reino de Dios. Lógicamente, nosotros los cristianos estamos llamados a seguir ese mismo camino. Pero ¿qué es el reino de Dios? La parábola del evangelio de hoy nos muestra algo de lo que es ese reino: gratuidad. No es, ciertamente, un territorio –a la manera de los reinos de la tierra–, sino un modo peculiar de ser y de actuar: el que inauguró Jesús de Nazaret con su vida, y que, según la parábola de hoy, consiste en hacer otra distribución de los bienes económicos. Dicha parábola toma la justicia como referencia, y nos enseña que el reino de Dios se caracteriza por que en él reina la gratuidad, que supera con creces a la justicia. Y ello, por una razón: porque el rey, Dios, ha sido siempre y es pura gratuidad con los seres humanos. Y lo mismo hay que decir de su enviado, Jesús de Nazaret.