Abr
Homilía Segundo Domingo de Pascua
Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)
“ Dichosos los que crean sin haber visto. ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo unigénito.
El amor de Dios a toda la creación, y al hombre en especial -hecho a su imagen y semejanza- se manifiesta en el misterio de la encarnación; no quiere condenar al mundo sino que los hombres se salven por Jesucristo.
La salvación personal quedará vinculada a aceptar que existe Dios y que es Amor. Creer que hay un solo Dios, Señor, dador de vida, que ama al mundo de tal manera que le envía al propio Hijo para que el mundo se salve por Él. Aceptar estas verdades es camino de salvación.
Vio el sepulcro vacío y creyó en la resurrección, dice san Juan; vio y creyó. Los sumos sacerdotes, al enterarse, buscaron el modo de negarla. Al apóstol Tomás le hablaron del Señor resucitado e insistió en que no lo creería si no lo veía; consiguió ver y creer. A nosotros nos recuerda el evangelio que otros muchos signos hizo Jesús, para que creamos que es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengamos vida en su nombre.
Amar a Dios es el primer mandamiento; y al prójimo como a ti mismo.
Conocemos bien el resumen de la Ley y los profetas que hizo Jesús; hoy san Juan nos insta a cumplir los mandamientos como santo y seña de que amamos a Dios y al prójimo. Por la fe creemos, y el amor nos salva. El anuncio de la salvación lleva consigo el perdón de Dios a la humanidad, a cada uno de los hombres; perdón iniciado por la vida y muerte de Jesús en la cruz. Nosotros lo asumimos cada día personalmente en la práctica del amor y de la reconciliación fraterna.
La práctica de los mandamientos hoy.
Las primitivas comunidades cristianas daban ejemplo de su identidad en la forma de amarse unos a otros. El ideal nunca alcanzado nos avisa de que al final de la vida nos examinarán del amor, en el ejercicio práctico de las obras de misericordia, y en la servicialidad que hayamos desarrollado en nuestra trayectoria personal.
Es fácil hallar subterfugios para relativizar el amor que perdona, no encontrar las diferencias entre el olvido y el perdón, o dejar que otros respondan en nombre de las instituciones o sociedad. Nada más lejos de la conciencia bien formada y generosa.
Mandato misionero: Como el Padre me envió, así os envío yo.
El Papa Juan Pablo II quiso que el segundo domingo de Pascua se llamase del Amor Misericordioso, para resaltar las entrañas de misericordia con las que Jesús se acerca a la humanidad, antes y después de su muerte; tal advocación hacia la persona de Jesús ha cobrado fuerza en los últimos decenios.
Dios envió a su Hijo al mundo no para condenarlo sino para que el mundo se salve por Él; Jesús manifiesta ese amor con el perdón de los pecados ofrecido con su vida, muerte y resurrección. Desde las primeras apariciones, Jesús resucitado ensambla el mandato misionero de llevar la Buena Noticia de la salvación al mundo entero con el perdón y la reconciliación, como expresión del perdón cristiano y del amor fraterno. En esto os conocerán, en que os amáis unos a otros como yo os he amado.
El perdón en todas sus expresiones, signo de madurez cristiana.
Siendo conscientes de las dificultades que encierra el perdón, hemos de descubrir la grandeza de ánimo que implica salvar las distancias que se producen en la vida diaria, tanto a nivel de esposos, como en familia, pequeñas comunidades o grandes esferas sociales.
Los niños han de ser educados en la generosidad y cercanía a los demás, para que superen su egocentrismo y afanes de dominio. Los adultos requieren trabajar asiduamente en la propia estima desde la auténtica humildad y veracidad; unos y otros necesitamos de la fuerza de Dios para crecer en el amor que se alegra con el bien ajeno en la vida diaria.