Jun
Homilía XII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)
“ Ustedes, ¿quién dicen que soy? ”
Comentario bíblico
de Fray Miguel de Burgos Núñez - (1944-2019)
Iª. Lectura (Zac 12, 10-11;13,1): Mirarán al que "traspasaron"
El texto de la primera lectura del día pertenece al conjunto de Za 9-14, el Deutero-Zacarías, como se conoce en el ambiente de los estudios proféticos, porque denota un contexto distinto de Za 1-8. Estamos, pues, ante una época diferente, de especial preocupación por el mesianismo; quizás ante la crisis del imperio helenista que hace reflexionar a un hombre incorporado a una corriente profética como es la del libro de Zacarías. La lectura de hoy forma parte de una serie de oráculos sobre Jerusalén, una Jerusalén signo de contradicción. Tiene unos tonos apocalípticos insdiscutibles. Pero en este oráculo, la figura es "el que traspasaron". ¿De quién se trata? Si hacemos una lectura como la de Jn 19,37, se ajustaría a Jesús crucificado de cuyo costado manaron sangre y agua: una vida nueva y un espíritu nuevo, como el mismo texto de Zacarías apunta, a su manera, sobre la casa de David y sobre la misma Jerusalén.
Bien es verdad que en el texto hebreo se dice "al que traspasaron", aunque las traducciones griega y latina (LXX y la Neovulgata) señalan "al que insultaron" (Quem confixerunt); quizás porque entendieron que los paganos que conquistaron Jerusalén "insultaron" a su Dios. No obstante, debemos mantener el misterioso "traspasaron" del texto hebreo. En la lectura teológica del judaísmo oficial, los oráculos proféticos que hablaban del sufrimiento, como Is 53, no se consideraron mesiánicos porque no podían aceptar que el Mesías sufriera. Fue el cristianismo primitivo el que aceptó su valor mesiánico y redentor. El espíritu de gracia y de súplica sobre los habitantes de Jerusalén, para contemplar al que "traspasaron", para purificarse, es un reto que sigue ahí sobre esa ciudad milenaria, simbólica, religiosa y teologal.
Los cristianos sabemos quién fue traspasado en Jerusalén para traer al mundo entero la paz y la freternidad. Pero Jerusalén no es todavía la ciudad de la paz, porque no está "traspasada" por el perdón y la gracia. Por el contrario, es ciudad discutida, centro religioso del monoteísmo, pero muy lejos de estar traspasada por el amor y la justicia. El oráculo sigue siendo un reto ecuménico también para judíos, cristianos y musulmanes..., pues sólo en el Dios vivo y verdadero es posible sentirse habitantes de una Jerusalén nueva "traspasada" por la fraternidad. El DIos monoteísta de judíos, cristianos y musulmanes, sigue "traspasado" por la violencia y más aún si esa violencia la justifican algunos desde la religión.
II.ª. Lectura (Gálata 3,26-28): "Los bautizados os habéis revestido de Cristo"
¿Qué significa revestirse de Cristo? En el texto, primeramente, significa liberarse de la esclavitud de la ley, de la pertenencia nacionalista o religiosa a un pueblo, a una raza, a un "estatus" social. Significa que todo hombre puede ser hijo de Abraham, pertenecer a Dios y ser salvado por Él. Este texto es una opción teológica sin precedentes, con todas sus consecuencias. La alternativa que Pablo plantea al judaísmo, y a los que aún siendo cristianos quieren mantener el "exclusivismo" del judaísmo, salta por los aires. La religión puede ser usada para muchas cosas que no son precisamente consecuentes con el proyecto de salvación de Dios. El bautismo, en nombre de Cristo, es un bautizarse en su vida, en su compromiso, en sus experiencias de perdón y misericordia.
Todo esto significa, pues, según Gal 3,28, que todo hombre o mujer, esclavo o libre, creyente o ateo, tienen una dignidad inigualable en Cristo. Es uno de los textos cuyas consecuencias todavía no se han dejado sentir radicalmente en la Iglesia y en la sociedad. Cristo ha hecho posible lo imposible: todos sois hijos de Dios en Cristo Jesús mediante la fe. Si Pablo interpretó en su momento el acontecimiento cristiano, expresado bajo la imagen del bautismo, como una ruptura con los esquemas sociales y religiosos del judaísmo, ahora debemos expresarlo y vivirlo así en la Iglesia que es una "comunión" y está guiada por el Espíritu. Todo lo que sea perder de vista este misterio de comunión, para privilegiar el aspecto de la Iglesia institución, es cortar las raíces por donde se alimenta ese misterio de liberación y de gracia.
Evangelio (Lucas 9,18-24): Perder, en el cristianismo, es vivir
La escena de la confesión mesiánica, en Lucas, es semejante a los otros evangelios, pero con matices propios de este evangelista. Jesús está en oración, está viviendo una experiencia muy personal, muy humana, está preguntándose por su vida, por su misión, por lo que hace en este mundo. La oración, en Lucas, siempre subraya momentos importantes. La confesión de Pedro de que Jesús es el Mesís tiene su correctivo en la escena del "traspasado" del texto de Zacarías. Un Mesías que ha de sufrir ¿puede ser el Mesías? Oficialmente no. Y es que Jesús no se presenta con los papeles en regla para el judaísmo oficial. Y quiere sacar a sus discípulos de cierto equívocos: No basta simplemente la confesión mesiánica y religiosa, porque ello puede quedar en un simple nacionalismo.
La vida de Jesús es una vida profética y, como tal, no concuerda con la ley y la tradición. Ni su Dios, ni su predicación, ni sus ideas son oficiales. La oración le enseña otra cosa, otra forma de ser Mesías: está dispuesto a perderlo todo. Jesús es un hombre de opciones fuertes y sus seguidores deben saberlo: en la vida del Reino, perder es ganar. El mundo social se construye de otra manera y los verbos "subir" y "ganar" se convierten en la garantía de haber logrado el "estatus" necesario. En la construcción del Reino los verbos que debemos tener muy presente son "bajar" y "perder". El mesianismo de Jesús que la comunidad reconoció después de la resurrección ya no era nacionalista, sino profético y por eso cabía la renuncia, el sufrimiento y la muerte.
El mesianismo de jesús encuentra su "estatus" en los marginados, los pecadores, los débiles, los que no tienen derechos... y que con toda seguridad no son los mejores; pero para ellos, antes que para nadie, el evangelio es anuncio de liberación y de salvación. Los buenos de verdad se alegrarán de ello, porque es como un acto de justicia divina. Aunque de esta propuesta salvadora de jesús nadie, absolutamente nadie, queda excluido.