Dom
2
Mar
2025

Homilía VIII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

De lo que rebosa el corazón habla la boca

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Necesitamos transformarnos más y más en Cristo. Esto exige una progresiva configuración con El, que la gracia va obrando en nosotros por las virtudes y los dones del Espíritu Santo.

Partiendo de la transformación interior del hombre en Cristo, todo nuestro actuar personal, comunitario y social, irá evidenciando su condición de hombre.

En la primera lectura de hoy (Eclesiástico 27, 5-8) el fruto muestra la calidad del árbol. Las palabras y las apariencias del hombre engañan fácilmente. Sólo Dios penetra en el corazón del hombre de tal modo que la verdad del hombre ha de medirse más por sus obras que por sus palabras.

“Todo en este mundo es como un lagar, y de aquí se saca otra semejanza: como el oro y la plata se acrisolan en el fuego, así la tribulación pone a prueba a los justos (Eclo 27, 6). Y con el salmo 91 rezamos: “Es bueno dar gracias al Señor y tañer para tu nombre, oh, Altísimo”. El justo crecerá como la palmera, se alzará como el cedro del Líbano; plantado en la casa del Señor crecerá en los atrios de nuestro Dios. Dios nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo. Como fruto de la Resurrección de Cristo, el hombre, transformado en Él y renacido de su gracia alcanza la victoria sobre el pecado y la muerte, sobre el diablo y el mundo y vence el combate de la vida en el tiempo y para la eternidad.

Lo que rebosa del corazón lo habla la boca (Lucas 6,45) es el final del evangelio de este domingo y es lo que nos hace auténticos ante el Padre y verdaderos creyentes en medio de los hombres. Y es que la hipocresía y el fariseísmo nada tiene que ver con el Evangelio de Jesús. En no pocas ocasiones los cristianos velamos, más que revelamos, la vida y el mensaje de Cristo con nuestras palabras y obras.

¿Como ser árbol bueno y producir buenos frutos? San Pablo nos da la respuesta. Dios nos da la victoria por Jesucristo. Quien quiera ser testigo de la buena nueva y hacer que los demás se beneficien con ella, debe él mismo conocerla y penetrarse en ella progresivamente, ya que ningún discípulo puede estar por encima de su maestro. Y hecho esto el hombre será un árbol bueno y producirá buenos frutos que sacará de su propia entraña. Pero si no se ha purificado él primero las cosas más sublimes que pudiera decir serían estériles. Esto lo afirma san Pablo tras una breve reflexión acerca de la muerte. ¿Dónde está muerte tu victoria?.