Abr
Homilía V Domingo de Cuaresma
Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)
“ Tu hermano resucitará ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
El camino cuaresmal nos conduce, paso a paso, de la carencia de sentido a la plenitud de la vida. De una visión de la realidad, oscurecida por la falta de amor, a una condición de vida que goza, ya en el presente, de las primicias de la condición futura. Por eso el acento no recae, aunque no lo excluya, en la penitencia como mortificación, sino en la renovación interior por la participación en el Misterio de Cristo.
Dios regala al ser humano la plenitud de la vida
Ezequiel nos sitúa ante esta actuación de Dios, el único que puede y desea regalar a cada ser humano la plenitud de la vida. Juega el profeta con la imagen del sepulcro, como referente de la carencia de vida, fatal desenlace de la andadura humana, en sentido real y también figurado. Para muchos la muerte es lo único real, lo definitivo. Anta ella no hay salida ni escape posible.
Pero hay también un sentido, real también, aunque no de orden físico: tú deja que los muertos entierren a sus muertos. Es la respuesta de Jesús a que desea seguirlo y pone como condición, ir a enterrar a su padre. Se puede estar muerto en vida. Cuando la ausencia del amor se hace presente en la existencia humana, todo el mundo de relaciones se vuelve desolador. No hay posibilidad de comunicación, ni de comunión. No hay vida.
Y esto es lo que Dios ofrece cambiar y cambiará. Yo os sacaré de vuestros sepulcros y os colocaré en vuestra tierra. Es el cumplimiento de las promesas hechas a los Padres. Lo que el sepulcro significa de muerte y descomposición no tiene carácter definitivo si nos abrimos a la voluntad salvadora de Dios. Yo os sacaré. No salimos nosotros, sino que es El quien por amor eterno nos saca de esas situaciones.
Carne y espíritu
Pablo cuando escribe a los de Roma señala, hablando de los hijos de Dios, señala que hay dos posibilidades contrapuestas para vivir la existencia humana: carne y espíritu. Dos maneras de entenderse a sí mismo y de proyectarse en el mundo relacional. La carne como proyecto de vida (no se trata de la corporeidad) sólo puede dar lugar a un modo de ser opuesto al querer de Dios. Esta oposición “no puede agradar a Dios”, pues aleja al ser humano de la condición de imagen de su Creador. Por eso el Apóstol hablará de tener el Espíritu de Dios.
Cuando se acoge este DON, comienza una existencia nueva, que irá creciendo hasta la plena manifestación de los hijos de Dios. Es la experiencia bautismal: unidos a Cristo en su muerte y en su resurrección. Morir para vivir. Una paradoja, de las muchas que contiene el Evangelio. Dejarlo todo para tenerlo todo. Sin esa condición, no hay posibilidad de cambio. No hay salida del sepulcro.
El Espíritu de Cristo que habita en nosotros hace posible toda la novedad que la Pascua ha establecido como regalo para “todos” los seres humanos sin excepción. Hay que optar. El que quiera venirse... Nada se impone, todo se ofrece y toca a cada uno acoger o rechazar.
Lázaro, nuestro amigo, duerme
A Jesús le hacen llegar una noticia: tu amigo, el que amas, está enfermo. Basta con eso. Revela la confianza en Jesús. A los discípulos les dirá: Lázaro, nuestro amigo, duerme. También es suficiente, cuando se tiene en el horizonte la Pascua. Eso no está en el horizonte de los discípulos de ahí que Jesús, ante una interpretación no adecuada afirme: Lázaro ha muerto.
Marta y María afirmarán lo mismo: si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Ante esa realidad Jesús pregunta y afirma. Pregunta si creen que Él puede cambiar la situación y Marta profesa su fe. Jesús afirma: Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mí, aunque haya muerto vivirá y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre.
El saca definitivamente de la muerte. Lázaro será un signo de cómo la Palabra tiene en sí misma la Vida que va más allá de la muerte y la destruye. La muerte no es lo definitivo. Por eso lo saca del sepulcro (aunque físicamente vuelva a morir). Está apuntando ya a su propia resurrección. Vive para siempre. Y esa es la tierra en la que Dios nos coloca. Ese es lugar que nos ha preparado Jesús. Y la experiencia de la resurrección, vivida ya en el Bautismo, todo lo cambia: relaciones y compromisos. Proyecto de vida y anticipación de la plenitud del Reino. Si no se gusta aquí y ahora, no seremos signos para nuestro tiempo de esta novedad que la Pascua otorga.