May
Homilía V Domingo de Pascua
Año litúrgico 2020 - 2021 - (Ciclo B)
“ Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador ”
Pautas para la homilía de hoy
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
La fe es encuentro personal con Cristo. No es una idea, ni una opinión, ni un sentimiento, que quito y pongo a conveniencia, que siento o no, ahora tengo fe y ante cualquier circunstancia se va; tampoco es el remedio para vivir pacificado y sin sobresaltos, por el mero hecho de seguir ciertos comportamientos morales y normas; ni es una herencia, aunque puede ayudar y otras veces entorpecer el camino de la fe verdadera, al dar por hecho lo que nunca hemos asimilado o personalizado.
Nacemos a la fe por medio de la Palabra
“Vosotros ya estáis limpios por la Palabra que os he dado”, dice Jesús a sus discípulos. Les está hablando de una “limpieza inicial”, una opción que han hecho al aceptar el mensaje de Jesús (su Palabra), que les ha separado del orden injusto, de las leyes inhumanas, de las tendencias racionales y sensitivas sin más. Esta opción es punto de partida, de inserción, de enraizamiento, regalo que necesita crecimiento. Como cristianos tenemos una historia de salvación que nos empuja a renovar cada pascua esa opción y a comprometernos en su concreción y crecimiento.
Siguiendo la imagen de la vid y los sarmientos, Jesús es la savia que corre por toda la planta; que hace que el verdor de las hojas de los sarmientos, que visibilizan y trasparentan toda la raíz y el tronco de la vid , preconicen frutos; que aporta en la vida cristiana luz, alegría, creatividad y fuerzas para vivir como él. Es la relación profunda, necesaria, fundante entre lo que se ve y lo más importante que sustenta y mantiene la expresión y la visibilidad cristiana.
Se había identificado la viña con el pueblo de Israel y con el reino de Dios. Es nuevo en Juan identificar a Jesús con la vid, pero no sin sentido, pues una comunidad pascual, el pueblo de Dios es visible si se constituye con Jesús, creciendo y cumpliendo en cada momento concreto de la historia su misma misión. Si el Padre es el viñador, Jesús responde verdaderamente al Padre y cumple sus expectativas de fidelidad, él mismo y comunicando capacidad para dar vida a los sarmientos, a la comunidad cristiana. Somos fieles si aceptamos a Jesús con nosotros.
Necesitamos permanecer, centrarnos en la vida de Jesús
Es el “yo soy” de Jesús, que actúa en todo cristiano quien da fuerza al “vosotros sois”, a los discípulos. Lo que está verde tiene que dar fruto expandiendo el amor de Cristo, con el dinamismo de su Espíritu. Hay una repetición machacona de esta permanencia en Jesús: “en mi”, “sin mi no podéis hacer nada” “si permanecéis en mi”, …..Un permanecer que se identifica con una relación de comunión no esporádica, ni puntual, sino que es intercambio vital constante, como opción ya hecha, que lleva a una actitud de vida creciente (escuchando la Palabra, con la oración, los sacramentos, …); que descalifica otros métodos que no sean como él quiere e hizo: la entrega, el servicio, la fraternidad, la justicia.
Permanecer en su Palabra es escuchar el evangelio y vivir de él. Las comunidades cristianos no pueden olvidarlo: sin la savia de Jesús no hay vida. Gracias a los relatos evangélicos, que nos narran los que le conocieron, vivieron con él y siguieron su proyecto y pretensión, tenemos presente a Jesús, su Espíritu, su estilo de vida. La verdadera pascua se regenera en la escucha del evangelio, puesto que es la manera de identificarnos con Jesús, volviendo a Galilea, donde le encontraremos, como lo discípulos. El contacto con las palabras de Jesús es vital, no basta creer que le conocemos por lo que nos han dicho, de oídas, sino de enraizarnos por medio de ellas en él. Esta carencia es el motivo de la crisis de la vida cristiana. La ausencia de contacto con la vida del evangelio nos esteriliza, nos incapacita para vivir humanamente en comunidad e inhibe del compromiso y creatividad propias del Resucitado. Se trata de activar la necesidad mayor del hombre y la mujer de hoy: su vida interior.
El porvenir de quien no escucha o se sale de la comunidad, tanto de la comunión con Jesús, como de la comunión entre los hermanos es secarse, es carecer de vida, pues renunciar al amor es en el fondo renunciar a la vida.
Y dejarnos podar para dar frutos
Se poda lo seco y los chupones, lo que desgasta y chupa la savia, pero no da fruto. Por los sarmientos secos no corre la savia de Jesús. Podar es clarificar, eliminar los factores de muerte, para que el sarmiento sea más auténtico y más libre. Esta trasformación, que realiza el Padre es para que el cristiano y la comunidad pascual asimilen mejor la vida de Jesús, su amor asimétrico, no racional y así poder dar frutos.
La poda hace que en los frutos tome fuerza lo bueno. Nosotros lo interpretamos como una prueba, una cruz, un obstáculo, pero es para nuestro bien y el de los demás. Se trata de frutos concretos de amor, con las obras, no solo con confesiones verbales. Frutos de permanencia en la comunidad con una vida coherente, peregrina en la tierra, … como Jesús y el pueblo de Israel.