Ago
Homilía Domingo Decimoctavo del Tiempo Ordinario
Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)
“ Yo soy el Pan de Vida ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Obras son amores
En el 2005, se estrenó la película titulada “La fuerza secreta de las palabras”, de Isabel Coixet. La auténtica palabra irrumpe de la vida misma. Para nosotr@s dominicos y dominicas con el carisma de la Predicación, las palabras tienen su fuerza porque nacen de la contemplación de la Palabra de Dios y de la humanidad doliente. Jesús, el Verbo encarnado, es el que nos regala esta pedagogía de la contemplación y de las obras. Nuestra predicación tendrá fuerza, si va precedida de gestos de compasión, solidaridad y justicia…Esto es válido también para todo cristiano/a. Por eso, debemos preguntarnos: ¿Nuestras palabras van acompañadas de obras? ¿Nuestras obras anuncian la Buena Noticia del Reino?
El pan de vida
Inicialmente, la muchedumbre busca a Jesús por la necesidad que tiene de saciar su hambre material. ¿Y quién no tiene necesidad de esto? Pero Jesús sabe que lo material no sacia el hambre y sed de infinito del corazón humano. También lo saben los pobres. En algunas latitudes del Planeta, en América Latina, por ejemplo, a pesar de los escasos recursos de que disponen las mayorías, no sólo compran pan, sino también flores y velas. Reflejando la necesidad de la belleza y de la vida espiritual que éstas encierran. También ese es un gesto de gratuidad, reflejo del Amor de Dios a la humanidad. Por eso, de manera especial, los pobres se abren al mensaje de Jesús, lo acogen como a ese alimento “que dura para la vida eterna” (Jn 6,27). Eso implica cultivar el don de la fe que nos ayuda a conocer a Jesús y su mensaje de salvación, para todos los hombres y mujeres de la comunidad humana.
La tendencia a instalarnos
La vida no es nada fácil. Con frecuencia, sentimos que nos acorralan las fuerzas del mal y sentimos miedo. Éste nos paraliza y nos hace buscar lo más cómodo y seguro, nos invita a alejarnos de todo riesgo, incluso suspiramos, como el pueblo judío, por el desierto, por situaciones que nos esclavizan y nos impiden avanzar por el camino del Dios de la vida. Es necesario tener en cuenta que no sólo lo que va bien es vitalmente positivo. Con frecuencia, las dificultades son fuente de vitalidad y crecimiento. En el fondo, se trata del drama de la libertad. Pero el Señor nos dice con la autoridad de la que está revestido: “No tengáis miedo” (Jn 6, 20). Estas palabras nos llenan de confianza y nos regalan la osadía suficiente para ser, como Jesús, personas comprometidas con una cultura de vida y de libertad.
La nueva condición humana
Si creemos de verdad que Dios tiene la última palabra, debemos abrirnos a la acción renovadora del Espíritu Santo, que recreará nuestra condición humana. En medio de un mundo atravesado por las fuerzas del mal, ciertamente no es fácil pensar que el bien vencerá al mal, pero Pablo nos invita a dejar al hombre viejo, imagen del pecado (Ef 4, 22) y nos exhorta a vivir “en la justicia y en la santidad de la verdad” (Ef 4, 24). Hoy, como nunca, necesitamos ser testigos de Jesús. Partir, repartir y compartir el pan, junto con el servicio a los más desfavorecidos. Esto es hacer Memoria de Jesús, no sólo de la Cena, sino de su vida toda. “Serán felices si, sabiendo estas cosas, las cumplen” (Jn 13,17).