Dic
Homilía IV Domingo de Adviento
Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)
“ Lo que te ha dicho el Señor se cumplirá ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Hay tantas formas de entender la salvación como maneras de concebir qué es la vida humana.
El quid de lo que vamos a decir está en que la vida humana –y su anverso, la muerte– no es monolítica, indiferenciada y uniforme como una sopa, sino que se ramifica en grandes y diferenciados ámbitos de vida. Aquí escogemos una muestra de ocho de esos diferentes ámbitos de vida, a los que denominaremos respectivamente vida biopsíquica (nuestro organismo y todos sus estados vitales orgánicos, temperamentales y placenteros), vida cognitiva (los saberes ordinarios, científicos, filosóficos y teológicos), vida económica (creación, asignación, comercialización y consumo de mercancías), vida estética (las variadas presencias de lo bello y de lo feo), vida ética (ser buena o mala persona; sobre todo, ser justa o injusta), vida lúdica (todo lo referente a los juegos), vida religiosa (relación con las divinidades de todo tipo) y, por último, vida sociopolítica (aquella parte de nuestra vida que se desarrolla en relación con los demás, desde la familia y los amigos hasta los grandes bloques políticos del mundo). Sólo el conjunto de toda esta variedad, diferencia y complejidad de ámbitos de vida constituye nuestra vida humana, por lo que ningún ámbito de vida representa él por sí solo toda la vida humana, sino sólo una parte.
Los valores y contravalores como alimento de los ámbitos de vida.
Todo aquello que es beneficioso y fomenta el desarrollo de cualquiera de los variados ámbitos de vida se constituye para el ser humano en valioso o valor. Si perjudica o deteriora esos mismos ámbitos de vida, entonces resulta un contravalor. El agua que calma la sed es un valor; la que arrasa campos y casas es un contravalor. Valor y su respectivo contravalor (sabio–ignorante) siempre van unidos, están mutuamente relacionados y ambos componen nuestra vida. Por eso, no se pueden tener en cuenta sólo los valores.
Principio protector de la diversidad de los ámbitos de vida y de sus valores y contravalores.
Cada uno de los ámbitos de vida y cada uno de los valores y contravalores que los alimentan son específicos y diferentes unos de otros. De tal manera que son irreductibles entre sí, y no pueden ser sustituidos unos por otros. Hay que rechazar el hablar de “vida” (valores) y de “muerte” (contravalores) en general. Lo correcto es referirse siempre a vidas y a muertes específicas, pues en cada ámbito de vida, las presencias de vida son peculiares e intransferibles; como también son peculiares sus correspondientes presencias de muerte provocadas por los contravalores. La muerte moral, por ejemplo, es diferente de la muerte económica.
El sufrimiento siempre es causado por los contravalores.
El sufrimiento es expresión de algún deterioro vital, que es precisamente lo que causan los contravalores. Así, pues, la extensión del deterioro vital y del sufrimiento es tan profunda y variada como profundos y variados son los contravalores. Hay que decir con rotundidad que no existe un sufrimiento humano general y homogéneo. Cada ámbito vital deteriorado por sus específicos contravalores padece un sufrimiento específico suyo, que es insustituible e irreductible a los demás sufrimientos. El dolor de la soledad y el dolor que produce el hambre son muy diferentes; por lo que la compañía no quita por sí misma el hambre, ni la comida copiosa libra de la soledad.
La gente cristiana cree, confía y espera que Jesús sea el salvador de los contravalores de todos los ámbitos de sus vidas.
Muchas personas creen y esperan con mucho deseo que Jesús les cure o les alivie absolutamente de todo tipo de contravalores. Por ejemplo, de sus dolencias físicas y psíquicas (salvación biopsíquica). No es pequeño el número de personas que reza para conseguir un trabajo, dinero y hasta para tener suerte y que les toque la lotería (salvación económica). Ha sido muy frecuente el hecho de que muchos estudiantes se encomienden a Dios o a Jesucristo antes de un examen, una oposición o al comenzar una clase (salvación epistémica o cognitiva). No choca ver a jugadores o deportistas profesionales santiguarse en público al empezar una competición o al meter un gol (salvación lúdica). No hay oración cristiana que no incluya peticiones de que se instaure la justicia en este mundo (salvación ética o moral). Jesús, con su encarnación, ha restaurado definitivamente la ruptura que el ser humano había producido entre él y Dios: nos ha redimido del pecado (salvación religiosa). Finalmente, se pide a Jesús que conceda el amor y la paz entre las familias, los pueblos, las razas o los grupos (salvación sociopolítica). Por tanto, Jesús, en la creencia de muchísimos cristianos, es el salvador de la totalidad del ser humano, puesto que libera a todos sus ámbitos de vida de los específicos contravalores y de los sufrimientos que originan.
¿Realmente Jesús es el salvador de los contravalores del ser humano?
¿Verdaderamente Jesús cura las dolencias físicas y psíquicas, da dinero o trabajo a quien lo pide o lo necesita, ayuda a superar la ignorancia, interviene en el resultado de una competición deportiva, salva de la injusticia a quien la sufre, quita el pecado del mundo y es capaz de restaurar el amor entre las familias que se odian? Quien diga que sí, que Jesús es el salvador de todos los ámbitos de vida humana deteriorados por sus respectivos contravalores, tendrá que hacer un esfuerzo titánico por encontrar alguna prueba de su afirmación.
Lo que sí podemos afirmar es que Jesús de Nazaret salvó sólo a algunas personas desfavorecidas, sólo de algunos contravalores y sólo de algunos ámbitos de vida. Curó algunas enfermedades (salvación biopsíquica), dio de comer a algunos pobres hambrientos (salvación económica), devolvió la dignidad a los más humildes de la región donde predicaba (salvación social), reconcilió al ser humano con Dios (salvación religiosa), enseñó un camino inédito de quién es Dios el Padre (salvación cognitiva), inició un movimiento de personas para que continuaran su obra (salvación social). Pero ni todas las personas de aquel tiempo ni todos sus ámbitos de vida deteriorados fueron salvados por Jesús, a pesar de que padecían contravalores por todos sus poros.
Reducir todas las variedades del deterioro o destrucción de la vida humana sólo al ámbito de vida religiosa o teologal (como se viene haciendo), y hacer consistir la salvación de los seres humanos en el hecho de que Jesús nos libró del pecado (ámbito de vida religioso), es cuando menos una simpleza de graves consecuencias. Los humanos tenemos diversificada nuestra vida y en todos los ámbitos de ella necesitamos ser salvados cuando están erosionados o destruidos por los contravalores. La liberación del pecado es una parte de la liberación que necesitamos los humanos. Sólo una. Quien se conforme con esa sola liberación, allá él; padecerá miles de deterioros en su vida a los que no prestará atención, porque no cree que deban ser salvados.
En resumen: Jesús estuvo muy limitado en la salvación que practicó con los demás en su vida en Galilea, como no podía ser de otra manera, porque era verdaderamente hombre, no un mago.
¿Qué hay entonces de la salvación traída por Jesús?
a). El movimiento que Jesús inició.
En principio, la salvación parcial, limitada y temporal que Jesús ejercía en Galilea acabó son su muerte. Pero Jesús creó un movimiento, en el que aquel que quiera identificarse con Jesús ha de seguir su mismo camino de salvación de los contravalores que sufre la gente de su alrededor. Los discípulos de Jesús a largo de la historia han salvado algunas o muchas dolencias en algunos o muchos seres humanos. Hay abundantes ejemplos de ello. Aunque no hay que pasar por alto que no todo ha sido positivo en el movimiento inaugurado por Jesús, pues también ha generado deterioros –lo contrario de la salvación– en la vida de los seres humanos. Pero, en todo caso, la salvación de Dios en Jesús no es ejercida –desde que él fue matado– de modo directo, sino que ha de ser llevada a cabo por sus seguidores. Las grandes acciones salvíficas de Dios en favor de Israel, que la liturgia no cesa de narrar, celebrar y alabar, fueron llevadas a cabo en Israel por seres humanos concretos, no directamente por Dios. La acción salvífica de Dios de los contravalores humanos, repetimos, sólo puede ser llevada a cabo en nuestra historia por los seres humanos en salvaciones limitadas y parciales. Estas salvaciones son interpretadas por los cristianos como signo del Reino de Dios, presente y venidero.
b). Jesús no es un muerto, sino un Viviente.
¿Termina la salvación de Jesús en la salvación que él aportó en su tiempo y la que han seguido y seguirán proporcionando sus discípulos desde el principio hasta el final de los siglos? Si a fuera así, Jesús no sería más que un líder salvador como otros muchos que han existido en el mundo a lo largo de los siglos y que han creado un movimiento que ha continuado su obra. Pero, para los creyentes cristianos, hay un hecho peculiar y decisivo: Jesús es un Viviente, no un muerto. Dios lo resucitó y él adquirió entonces –sólo entonces– la plenitud de salvación a la que puede llegar un ser humano. La resurrección es la continuación, ahora en plenitud, de la vida histórica de Jesús más allá de la muerte.
A esto hay que añadir otra creencia no menos importante: Dios hará que los seres humanos una vez muertos adquieran la condición de vivientes resucitados y definitivamente salvados como sucedió con Jesús. Pues bien, sólo en esos momentos se podrá hablar de salvación total del ser humano por intervención directa de Dios. La plenitud de salvación no puede alcanzarse dentro de la historia. Tampoco Jesús de Nazaret la alcanzó. Sólo con la resurrección, los seres humanos serán salvados en plenitud en todas sus dimensiones vitales.
El compromiso de los cristianos por la salvación ha de extenderse a todos los ámbitos de vida y a sus respectivos contravalores.
La salvación llevada a cabo por los cristianos ha de ejercerse en los contravalores de TODOS y cada uno de los ocho ámbitos de vida. Reducirla a unos pocos ámbitos es un error de consecuencias dolorosas. Y a este respecto, una pregunta: los seguidores de Jesús ¿han aplicado la salvación en todos los ámbitos deteriorados de vida de las personas o la han reducido a unos pocos, como por ejemplo, la salvación del alma, la salvación espiritual? Las “obras de misericordia” –un tema hoy injustamente denostado, pero que encierra un conocimiento muy sabio, aunque reducido, sobre la salvación– han de ser ampliadas a todos los tipos de contravalores que atenazan y deterioran al ser humano. Las salvaciones parciales llevadas a cabo por los seres humanos forman parte de la salvación integral del ser humano, que –¡perdón por la reiteración!– las incluye necesariamente a todas.
Muchos cristianos de nuestra sociedad de consumo vivimos en una constante incoherencia: la salvación que perseguimos y desarrollamos en la historia no tiene conexión con la que esperamos en la resurrección.
Son muchos los cristianos que vivimos empapados de la reducida salvación que ofrece la sociedad de consumo, pero esperamos para la resurrección otra salvación que apenas tiene relación con la que hemos vivido en nuestra cultura del consumo. Habrá que luchar para que ya de ahora se preste atención a salvar TODOS los ámbitos de vida dañados, no sólo los económicos. De ese modo habrá coherencia con la salvación definitiva más allá de la muerte, que con toda seguridad afectará a todos los ámbitos de vida.
En el ámbito político –que es sólo uno de los ámbitos de vida–, los que estén dispuestos a seguir el evangelio deben tomar partido por los pobres, como canta María en el Magníficat.
Ése es un ámbito privilegiado para ejercer la salvación.