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Homilía San José
Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)
“ Éste es el administrador fiel y solícito ”
Introducción
La devoción a San José es antigua en la Iglesia y su culto se desarrolla en torno a la Sagrada Familia. Pero su fiesta litúrgica del 19 de marzo data del siglo XV, gracias al Papa franciscano Sixto IV; la fecha del 19 de marzo quizá fue una manera de cristianizar la memoria pagana de la diosa Minerva. Y fue el Papa Beato Pío IX quien declaró a San José Patrono de la Iglesia el 8 de diciembre de 1870.
La grandeza de San José, que era justo, se percibe en la misión que Dios le encomendó: cuidar a Jesús y a su Madre, la Virgen María. Las virtudes de S. José, como la castidad, se vislumbran meditando aquellas palabras del ángel a José: “No temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo” (Mt 1, 20).
S. José, persona normal, era una criatura nueva, renacida del Espíritu Santo y por este Santo Espíritu era guiado y animado de maneras diversas. A veces se sentía inflamado en el amor divino; otras veces descendía por los grados de la humildad y lloraba los pecados de los hombres; incluso, en ocasiones, descansaba en un gran silencio y paz, abrazado a la voluntad divina.
En tiempos difíciles para nuestra fe volvamos nuestra mirada a San José, fiel custodio de la Sagrada Familia. Si dedicamos algún tiempo a contemplar los primeros misterios de la salvación cristiana mediante la adoración eucarística y la contemplación de los misterios del Santo Rosario, Dios cuidará de nosotros, pues la esperanza cristiana nunca y a nadie defrauda.
La Iglesia camina en tiempos de confusión y tantas cosas se derrumban a nuestro alrededor y otras tantas se van perdiendo y, mientras, nacen siempre nuevas presencias de Dios. Recemos con confianza a San José, Patrono de la Iglesia Católica, sabiendo que la Iglesia está en manos de Cristo y las puertas del infierno nunca prevalecerán. La Iglesia no necesita de nuevos salvadores, basta que aceptemos a Jesús como nuestro Señor y nuestro Salvador y sigamos a quien es camino, verdad y vida.
Los tiempos difíciles son los buenos tiempos para ejercitar la fe, la esperanza y la caridad, viendo que nada podemos sin la ayuda de Dios y que todo lo podemos en aquél que nos conforta. Nadie nos puede separar del amor de Cristo; en consecuencia, sigamos caminando con la mirada fija en Jesús hacia nuestro destino, pues sólo somos peregrinos en este mundo. La comedia de este mundo pasa; lo importante es salvar el alma.