Nov
Homilía XXXIV Domingo del Tiempo Ordinario
Año litúrgico 2009 - 2010 - (Ciclo C)
“ Hoy estarás conmigo en el paraíso ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Cristo principio y fin de nuestra historia
Es una fiesta de exaltación final de aquel en torno al cual se desarrolla el año litúrgico. El año litúrgico es el resumen de la historia de Jesús. Pero además es el símbolo de la historia del mundo, del nuevo mundo que surge tras la vida muerte y resurrección de Jesús. Jesús es el centro de la historia –de la historia de cada uno-. Es el principio de esa historia y es su fin, caminamos hacia el triunfo de su Reino. El final de su vida, trágico, crucificado en medio de bandidos, permite que los judíos planteen la cuestión: si eres rey bájate de la cruz. Cristo no se baja, asume hasta las últimas consecuencias lo que los judíos y la autoridad romana han querido hacer con él. Su decisión determina el cambio que se ofrece al “buen ladrón” pasar de la muerte desde el terrible suplicio de la cruz a disfrutar del paraíso en compañía de quien está crucificado como él. De la cruz al Paraíso.
Cuestiones que se nos plantean
Al celebrar la fiesta de Cristo Rey del Universo nos formulamos preguntas: si Cristo es rey del universo, es Señor de la historia, ¿cómo es que la historia esté tan repleta de cruces y crucificados, de dolor causado de manera injusta? ¿Cómo es que sus súbditos pueden impunemente hacer que triunfe la violencia, la injusticia, la tiranía? Si es rey del universo, por qué las tragedias provocadas por desastre naturales, terremotos, ciclones, sequías…? ¿Qué rey es éste que consiente tales situaciones en su reinado? Si es rey, ¿por qué no interviene para que se acabe todo eso?
Su Reino no es de este mundo. Es decir al estilo de los de este mundo.
Recordad el diálogo de Jesús con Pilatos. Los judíos le acusan de que se proclama rey de los judíos. A las diversas preguntas que Pilatos le formula él no responde, ante la sorpresa del gobernador romano. Pero cuando abiertamente le interroga “¿Eres tú el rey de los judíos? -De sobra sabía Pilatos que no era rey-. Jesús responde para decir: soy rey, pero no de este mundo. No tengo ejército, ni poderes en este mundo, mi reino no es de aquí. Cuenta siempre con la decisión libre o esclava de hombres y mujeres para oponerse a las leyes de su reinado. Sin que por ello sean castigados. En fin, no está en el programa interrumpir o cambiar las leyes que rigen el Universo. He ahí la respuesta a las cuestiones que antes formulábamos. Cristo no tiene nada que ver con un rey de este mundo, o un presidente de la república, con un jefe de Estado.
El Reino de Cristo Rey
Su Reino, el que predicó, era el reino del amor, del perdón, de la atención a los más marginados, era el reino presidido por el Padre Dios. El prefacio de esta misa lo dice con bella precisión: “es un reino de la verdad y la vida; de la santidad y la gracia; de la justicia, el amor y la paz”. ¿Tiene algo que ver esto con los reinos, los Estados que conocemos? Sin duda que no. Por eso no esperemos que intervenga en la marcha de la historia como intervienen los poderes políticos. No cuenta con los medios de convicción o de represión que utilizan los poderes políticos para intervenir en la historia. Él ofrece un reinado que es una humanidad regida por la verdad, la justicia y el amor, pero deja que la libertad de cada uno acoja o no su propuesta. No es responsable del mal que en el mundo acontece.
Su Reino no es de este mundo, porque no se acomoda a las leyes que rigen el mundo. Porque su reino se apoya en relaciones humanas que se fundan en la solidaridad, no en la competitividad; en ser compañeros unos de otros, no en tratar de ser y tener más que los otros; en el perdón, no en la venganza; en la preocupación por los desfavorecidos no en el halago a los poderosos. Por eso, porque no es de este mundo, él, que es rey, no bajó de la cruz, ni ayudó a bajar a los compañeros de crucifixión; y a aquel que entendió algo de que su reinado era de otro mundo, le ofreció el paraíso.
Su Reino sí es de este mundo
Porque es el reino que el mundo necesita. Su Reino no es de este mundo pero está pensado para este mundo. Para que se vaya realizando en el mundo, en oposición a fuerzas muy poderosas. Celebrar a Cristo Rey es proclamar que su “reinado” ha de ir implantándose ya, aquí, en la tierra. Eso irá siendo realidad cuando los seguidores de él, nos comprometamos en actuar de acuerdo con los valores de su reino. Hemos de luchar por la justicia, hemos de inclinarnos misericordiosamente ante el pecador, hemos de acoger al olvidado de todos, a los crucificados; hemos de ser fieles a nuestros principios aunque nos cueste sufrir alguna cruz. No se nos promete por ello el éxito ni el poder, ni librarnos de las cruces de cada día, pero sí que al lado nuestro está también Cristo, crucificado, para mantener nuestra esperanza. Se nos promete el paraíso, como al buen ladrón, estar con Jesús en el triunfo definitivo. Nos toca aquí, en la tierra, anticipar ese paraíso, que consiste en sentir a Cristo, rey resucitado, vencedor del mal y de la muerte como compañero de nuestro caminar. Existe un paraíso de cada día, de hoy, aquí en este mundo, el de la compañía de Jesús. Por eso podemos decir cada día: “hoy estará conmigo en el paraíso”.