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Homilía Primer Domingo de Cuaresma
Año litúrgico 2009 - 2010 - (Ciclo C)
“ Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. ”
Introducción
Un año más, al iniciar el tiempo litúrgico de la Cuaresma, hemos escuchado la exhortación que acompaña al gesto de la imposición de la ceniza: “Conviértete y cree en el Evangelio”. Quizás podamos dudar de la eficacia de estas palabras al experimentar que la “metanoia”, la conversión de la mente y el corazón a la que aspiramos, no llega.
¿No nos habremos equivocado en muchas ocasiones, al poner el acento en nuestro protagonismo y al concebir la conversión como obra nuestra, fruto de nuestro esfuerzo, de nuestros meritos y de nuestras penitencias? Convertirnos, dar la vuelta, cambiar de dirección, implica cambiar de óptica y reconocer que el autentico protagonista es Dios. Él es quien nos busca y nos atrae con lazos de amor para que volvamos a él en una entrega filial y confiada en su toda bondad y misericordia.
Jesús, lleno del Espíritu Santo y llevado por él por el desierto, orienta nuestra marcha. Ante la tentación de afirmarse en un mesianismo triunfalista como le sugiere el diablo, Jesús manifiesta claramente y sin rodeos la opción radical de permanecer fiel al proyecto del Padre en su vida. Su confesión de fe se apoya en la Palabra de Dios y en ella encuentra la fuerza para resistir a las asechanzas del maligno.
Las otras dos lecturas de este domingo insisten también en la confesión de fe, que se expresa y se explicita a través de las palabras y de las actitudes vitales. En el libro del Deuteronomio, Moisés pide al pueblo de Israel que ofrezca las primicias de sus frutos a Dios, de quien recibe todo bien, y que proclame su fe, recordando la presencia liberadora y salvadora del Señor en su historia. En la epístola a los creyentes de la comunidad de Roma, el apóstol Pablo les impulsa a confesar con los labios y el corazón el mensaje cristiano de la fe: “Jesús es el Señor”, para llegar así a la justicia y a la salvación.
El mismo Espíritu que movió a Jesús, que llenó de fuerza y valentía a los primeros discípulos y discípulas del Resucitado para confesar su fe, incluso hasta entregar su vida con el martirio, sigue conduciendo hoy a la comunidad de los creyentes. En él hallaremos el aliento para recorrer gozosamente el camino que nos conduce hacia la Pascua.