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Homilía Quinto Domingo de Cuaresma
Año litúrgico 2009 - 2010 - (Ciclo C)
“ Anda, y en adelante no peques más. ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo…
En nombre de Dios, Isaías se dirige al pueblo – aburrido, cansado, desanimado –, que repasa una y otra vez los prodigios realizados por Yahvé al sacarlos de Egipto y conducirlos por el desierto, pero que ahora se deshace en lamentos por la nueva y larga esclavitud que supone su destierro en Babilonia. El profeta les recuerda que Dios es fiel, y de la misma forma que en el pasado no abandonó a su pueblo así ahora “abrirá un camino por el desierto, ríos en el yermo…, ofrecerá manantiales de agua en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido, el pueblo que yo formé, para que proclamara mi alabanza”.
También el cristiano, al final la Cuaresma, ha de mirar al futuro. En medio de tantos contratiempos y calamidades, Dios es fiel, su promesa de salvación está a punto de cumplirse. Cristo, con su muerte y resurrección, va a levantar a la humanidad caída. A pesar de las catástrofes naturales y la creciente crisis económica mundial, la fe y la esperanza cristianas animan al creyente a mirar hacia delante.
Yo sigo corriendo…
Después de haber sufrido persecuciones de todo tipo por dedicarse al anuncio y predicación del Evangelio, san Pablo – preso y atado con fuertes cadenas – escribe a los Filipenses explicándoles su situación. Su confesión es sincera y contundente. No teme a nadie. Está dispuesto a continuar su misión a pesar de las múltiples dificultades que se le interponen. Desde el cautiverio, está dispuesto a seguir corriendo para ganar el premio de conocer mejor a Jesús mediante la comunión con sus padecimientos, y muriendo su misma muerte para llegar un día a la resurrección…
La fidelidad a la misión evangelizadora y profética que el cristiano recibe en los sacramentos de la iniciación no ha de abandonarse cuando circunstancias adversas la pongan en peligro. Los ejercicios cuaresmales están ordenados a fortalecer a los discípulos de Jesús para no sucumbir ante la tentación del miedo o del abandono por lo arduo de la tarea. Como san Pablo todos hemos de estar dispuestos a seguir corriendo con ilusión y la fuerza del Resucitado.
¿Ninguno te ha condenado?... Tampoco yo te condeno.
Una de las prácticas cuaresmales más recomendadas por la liturgia es la penitencia. Cuántas veces hemos escuchado en nuestros hogares la voz de los mayores que nos recordaban: “has de confesarte para cumplir con Pascua”.
La confesión que se realiza sólo POR CUMPLIR corre el riesgo de no ser auténtica penitencia. En el evangelio de hoy Jesús corrige la mentalidad de los estrictos cumplidores de la Ley. La pecadora se muestra arrepentida y humillada, pero los letrados y fariseos se niegan a reconocerlo en público. Quizás algunos de ellos, en privado y a escondidas, han caído en el mismo pecado u otro similar que nunca han confesado.
Dios Padre, y su Enviado Jesús, actúan de otra manera. Para ellos lo importante es el corazón del hombre. Comprenden su miseria, su condición pecadora y, porque la comprenden, cuando uno se muestra arrepentido, lo perdonan y lo abrazan.
Anda, vete en paz y no peques más
La verdadera penitencia implica un intento sincero, un propósito firme de cambio de vida. En la celebración del misterio pascual, Cristo nos ofrece su Gracia, su Fuerza, su Espíritu para vivir de otra manera, para orientar la vida de otra forma. Cristo nos da la posibilidad de un desarrollo integral de nosotros mismos en relación con Dios y con el prójimo.
Cristo no nos pide más actos penitenciales, ni más rezos... Lo que la celebración de la Pascua debe producir en nosotros es un Cambio, una Renovación, una VIDA NUEVA.