Oct
Homilía XXIX Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2022 - 2023 - (Ciclo A)
“ Dar a Dios, lo que es de Dios ”
Pautas para la homilía de hoy
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
Realmente era muy comprometida la pregunta que con mala intención dirigieron a Jesús: “Es licito pagar o no el tributo al Cesar”. Si decía que sí, sería considerado como un amigo del invasor y abjuraría de que Dios era el único Dios y Señor de la tierra de Israel, que Él mismo habría dado como heredad a su pueblo. Si contestaba que no, se pondría de parte de aquellos que se oponían, violentamente incluso, al dominio romano y, como consecuencia, estaría poniendo el peligro el frágil equilibrio de las relaciones entre romanos y pueblo judío, lo que podría conducir, como después dijo el sumo sacerdote Caifás, a la catástrofe y destrucción del Templo y el pueblo: “No os dais cuenta de que es preferible que muera un solo hombre por el pueblo, a que toda la nación sea destruida?” (Jn 11, 49-50).
Jesús, responde saliéndose de ese dilema: “Dad al César lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”.
Pero, cuando nos ponemos a pensar en el contenido de esa frase, vemos que no es fácil de interpretar. Se señala una distinción entre el campo de la fe y la religión, por una parte, y de la vida político-secular por otra. Pero ¿cómo se relacionan? ya que el ser humano forma parte por su fe del ámbito de “Dios y sus caminos” y, por otra, de las realidades de su sociedad, su tiempo y su espacio.
Se han dado a lo largo de la historia, y se dan hoy día, dos tentaciones que tienen consecuencias nefastas: La teocracia, según la cual, lo religioso sería lo superior y todo el ámbito secular, estaría al servicio y bajo la dirección de las autoridades eclesiásticas. Esto conduce al fanatismo religioso porque no respeta la autonomía de los distintos ámbitos, ni la legítima libertad de conciencia, ni la necesaria pluralidad de los medios para llegar al fin.
La tentación contraria es también nefasta: el secularismo excluyente, según el cual, la religión sería, en el mejor de los casos un asunto meramente privado, de “sacristía”, sin ninguna participación válida en el mundo de las ideas, de los valores, de las relaciones sociales, de los derechos humano. Esto supone un fundamentalismo ideológico, que convierte en religión la ideología o política dominante en cada momento.
La manera de salir de esta paradoja, es considerar en serio la expresión “imagen de Dios” que utiliza Jesús; expresión que señala, según el pensamiento bíblico, la dignidad de cada persona, el hecho de que ninguna persona pueda ser considerada o tratada como medio o instrumento para otra cosa, ni siquiera la religión o la razón política o social. Se trataría de considerar siempre y en toda circunstancia no sólo dos términos: “Dios y el César”, lo religioso y lo secular, sino cuatro elementos: Dios, el hombre, lo religioso y lo secular y cómo se relacionan entre ellos.
Dios no quiere que el hombre se haga imágenes de él para que no lo reduzca a su manera de pensar. Pero El mismo ha hecho de cada ser humano una imagen de Él (Gen 1, 27), para que, respetando y promoviendo a las personas, tratáramos y honrásemos al mismo Dios (Mt 25-46). Por lo tanto, “dar a Dios, lo que es de Dios”, es tratar a cada persona y a todas ellas como Dios las trata. Y para saberlo, tenemos el ejemplo de cómo Jesús, la perfecta imagen de Dios en su ser humano (Col 1,15), quería, respetaba y trataba a las personas.
El segundo elemento es el hombre. “La gloria de Dios es el hombre vivo” decía S. Ireneo. Es decir, la manifestación más clara de quién y cómo es Dios, de su voluntad y su acción, es cuando cada hombre, varón o mujer, se siente vivo y que puede vivir con todos sus derechos. Uno de ellos, es la libertad de su relación con Dios, la participación pública en su comunidad eclesial y la aportación cívica de sus valores al diálogo y la construcción social, política, económica y educacional.
Para conseguir realizar aquí y ahora la relación vivificante de Dios y la persona, se necesitan gestionar los dos ámbitos en los que vive: el religioso-eclesial y el político social. Estos están a servicio de los primeros, y el criterio de verificación, como dice Jesús, no es el culto, ni el éxito económico o político, ni las grandes cifras o balances, ni las estadísticas de participación sacramental o de adhesión partidista, sino, simple y llanamente, que cada hombre y cada mujer puedan sentirse en verdad “imagen de Dios”, por cómo es vista, tratada, valorada y promovida por el mundo de lo eclesial-religioso, por una parte, y de lo social-político por otra.
“Buenos cristianos y buenos ciudadanos”, era el ideal educativo de S. Juan Bosco. Cristianos adultos en la fe formando parte y contribuyendo a formar una sociedad de ciudadanos adultamente libres.
A la luz de este mensaje de Jesús:
¿Me trato a mí mismo como imagen de Dios?
¿Trato a cada uno, sea como sea, como imagen de Dios?
¿Construyo con mi oración, comunión y misión una Iglesia de hijos e hijas, hermanos y hermanas, sinodal, donde cada uno y cada una se sienta en verdad, imagen de Dios: respetado, amado, escuchado y promovido?
¿Cómo es mi participación en la sociedad civil para que la dignidad y los derechos de cada persona sean garantizados, ya que es imagen de Dios?