Sep
Homilía XXV Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)
“ No podéis servir a Dios y al dinero ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Dios no olvidará las acciones de aquellos que explotan al necesitado ( Amós 8, 4.7)
En la primera lectura, el profeta Amos recrimina a sus contemporáneos su afán por poseer, el usurero o el codicioso no dudan en utilizar medios fraudulentos para aumentar sus ingresos. Son las viejas caras de la corrupción tan actual también en nuestro tiempo. El peligro está en ver como normal lo que acaba siendo un centramiento obsesivo en el dinero, que a su vez genera injusticia social. Es interesante hoy este texto porque escrito años antes de la predicación del evangelio utiliza un lenguaje profético que recuerda el evangelio de hoy. Su mensaje va dirigido a los mercaderes que llevados por su avaricia hacían del dinero su dios y seguían con sus negocios fraudulentos aunque externamente cumplían con normas y reglas religiosas. De una forma enérgica este profeta se encara a sus paisanos y les recuerda la presencia de un Dios justo que no olvidará las acciones de aquellos que explotan al necesitado.
El Señor alza del polvo a los desvalidos para subir al pobre para sentarlos con los príncipes de su pueblo (Salmo 112)
Merece la pena hacer referencia del salmo interleccional que hemos cantado porque refleja la tradición bíblica más pura del Antiguo Testamento, en la que aparece ya la predilección de Dios por los más necesitados. Así, cuando dice que el Señor levanta de la basura al pobre y desvalido está haciendo una clara referencia a la acción liberadora del Mesías. No olvidemos que los Salmos son himnos escogidos para ser motivo de nuestra oración que nos llevarán a tener los mismos sentimientos del Padre común.
Ningún siervo puede servir a dos amos. Porque o bien aborrecerá a uno y amará al otro o bien se dedicará a uno y no hará caso del otro…
El evangelio que hoy nos propone la liturgia, hay que encuadrarlo en el marco más general del anuncio del Reino de Dios que llega hasta nuestros días y nos compromete a todos los creyentes. Es una especie de advertencia para poder entender que el seguimiento de Jesús sólo tiene un marco que se resume en el amor a Dios y al prójimo. Hasta aquí, parece sencillo, pero en esta tarea fácilmente podemos engañarnos, de ahí su advertencia. “No podéis servir a Dios y al dinero”. Es un principio que nos habla de un servicio, un compromiso fundamental que el creyente se plantea y no se resuelve a base de buenas intenciones, sino en el servicio a los demás. Lo cual al realizarse en distintos ambientes sociales y culturales fácilmente puede llevarnos a equívocos.
Lucas cuando escribe su evangelio, se movía en un ambiente cultural en el que la esclavitud era normal por eso emplea palabras que tienen relación con la libertad interior ante cualquier acto, por eso utiliza términos que entienden muy bien sus oyentes, como son amo, señor, siervo, esclavo. En la sociedad actual encontramos el mismo contenido aunque usamos otras palabras para referirnos a la falta de libertad interior.
Pensemos en el poder del dinero que propicia situaciones personales de esclavitud, como son las “adicciones”, las “dependencias”, la servidumbre a un tipo de pensamiento hedonista, a una cultura injusta. Por eso la frase evangélica, “No se puede servir a Dios y al dinero”, la entendemos muy bien porque se está refiriendo a una adicción, al dinero en este caso, que deshumaniza a la persona y la centra en sí misma olvidándose del prójimo.
Si continuáramos leyendo el evangelio después de estos versículos que hoy comentamos, veríamos que los fariseos se burlaban de Jesús, porque para ellos la riqueza era una bendición de Dios. Es una postura que también hoy es fácil encontrar en personas que reducen su religiosidad al cumplimiento de unas normas y ritos pero que no quieren saber nada del servicio a los demás.
Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte os reciban en las moradas eternas
La enseñanza de Jesús recogida por el evangelista Lucas, tiene otros puntos de vista muy interesantes para entender la función del dinero. Habla de un administrador, de un hombre que en su gestión se beneficia del dinero que administra. El amo al enterarse de su forma de actuar, decide despedirlo. El administrador sin embargo al reflexionar sobre su futuro no encuentra más salida que llegar a un acuerdo con los deudores del amo para no verse en la calle y empieza a maniobrar rebajándoles la deuda que tienen con su amo.
La parábola no se detiene en juzgar las maniobras de este empleado, a todas luces inmorales. Sin embargo hay algo muy interesante que nos cuesta entender, algunos dirán que es subversivo. Es el comentario que el evangelista pone en boca de Jesús que tiene la intención de manifestar la injusticia que subyace en la riqueza que no cumple una función social. Por eso al decir “dinero injusto”, da por supuesto que la riqueza es injusta si no tiene otras miras más altas que las del propio beneficio, si se queda en la complacencia egoísta del dinero que da seguridad e ignora las necesidades ajenas. Así podemos entender la frase evangélica que parece exagerada: “Ganaos amigos con el dinero injusto”. Es decir, ahora todavía en un tiempo propicio para compartir vuestros bienes con los más necesitados. Llevándonos a reflexionar sobre la función del dinero cuando todos somos más que amigos, hermanos. Esta es la “astucia” del administrador que ha descubierto otra función del dinero, ganar amigos y ayudar a los necesitados que dependen como él del Señor.
E incluso podríamos ahondar algo más en esa “astucia” y en la situación que la provoca. Se pregunta previamente el administrador “¿Que voy a hacer si mi señor me quita la administración?, para cavar no tengo fuerzas, mendigar me da vergüenza”. En otras palabras, es como si no sirviera para nada, Dios es mi roca, la seguridad en mi vida. Es una situación de necesidad, que podríamos llamar situación vital límite. Es la ruina. Resulta que el administrador no decide robar más al amo sino repartir y compartir, busca la ayuda, busca la salida a su problema en la fraternidad. Es en esa situación de pérdida, de crisis, donde ha florecido una nueva actitud. Es la “astucia” en el fondo por la que es felicitado por el Amo que consiste en una nueva disponibilidad del alma que muestra el administrador para los demás. Si lo interpretamos todo desde el punto de vista material el administrador nos parecerá un “listillo”, pero el Amo mira más allá de la propia materialidad del dinero, lo mira de otra manera, mira su corazón, su conversión de alma y por ello lo felicita.
Si no fuisteis fieles en la riqueza injusta ¿Quién os confiará la verdadera?
Después de esta parte de la parábola que alaba la “habilidad” del administrador, continúa la misma defendiendo la honradez en lo pequeño y en lo grande. Porque ser honrado es serlo de una pieza, no se puede ser honrado para esto y no para aquello. Ser honrado y honesto supone ser integro, o al menos intentarlo, tenerlo como meta. Más que un reproche de Lucas se pueden entender sus palabras como un camino a seguir.
En definitiva, nos viene a decir que nuestra felicidad, e incluso podemos decir que la marcha de la humanidad, ya sea a gran escala o en pequeños grupos o comunidades, depende del grado de honestidad de quienes forman esos grupos. Por eso la honestidad y la honradez deben impregnar todas las esferas de nuestra vida, en lo pequeño y en lo grande.