Nov
Homilía XXXIV Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2013 - 2014 - (Ciclo A)
“ Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
La realeza de Dios se expresa con la imagen del Pastor.
La imagen que el profeta Ezequiel nos presenta de Dios es la de un pastor que busca una por una, personalmente, a las ovejas siguiendo su rastro. La acción del Pastor es la de seguir el rastro de sus ovejas.
Una pauta interesante para preparar la homilía es el movimiento de búsqueda de Dios hacia cada uno de nosotros, de manera personal e individual. Dios busca personalmente a cada uno de nosotros. Dios quiere ponerse en comunicación personal con cada uno de nosotros. ¿Cómo abrirnos a percibir esta búsqueda? ¿Cómo dejarnos modelar por esta búsqueda de Dios? No es tanto un movimiento nuestro hacia Dios por medio del esfuerzo y la exigencia, sino un movimiento de Dios hacia nosotros. Esta primera lectura, por tanto, nos invita a abrirnos a percibir este movimiento de búsqueda de Dios que nos transciende. Dichos con una simple pregunta: ¿Qué puedo decir personalmente de Dios? ¿Qué vivencia personal e interior tengo de Dios?
La realeza de Jesús se expresa en la libertad y en el juicio.
Hay un regla para interpretar los textos bíblicos que siempre funciona: la regla del estribillo, es decir, cuando en un pasaje bíblico se perciben repeticiones a modo de estribillo, entonces ese estribillo o repetición es lo más importante de ese texto. En el texto de Mt de este domingo encontramos un estribillo que se repite 4 en forma de afirmación y/o en forma de pregunta: “Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme” Estas 6 obras de amor son repetidas 4 veces en el Evangelio de hoy. Por tanto, es bien claro el mensaje de esta solemnidad: busca por medio de tus opciones a Dios. O con otras palabras: por medio de la libertad puesta al servicio del bien y de amor, accedemos a percibir el movimiento de búsqueda de Dios por cada uno de nosotros.
Un segundo mensaje del texto evangélico de hoy: la persona de Jesús, la persona que es Dios se identifica con la persona que viene ayudada. Cualquier cosa que sea hecha a un necesitado, crea amor. Y este amor nos une a Cristo. Cuando nos encontremos cara a cara con Dios, sólo una posesión contará y será importante: el amor. No las casas, ni el dinero, ni el poder, ni las posesiones… sólo el amor. Pero también en el texto evangélico hay un juicio. Para entender el juicio que aparece en este texto evangélico hay que hacer referencia a la imagen de los corderos y de las cabras. Los corderos son blancos, luminosos, espléndidos; las cabras tienen, sin embargo, un pelaje oscuro y hacen referencia a la oscuridad y a las tinieblas de cada uno, al pecado, a la no presencia de Dios. ¿Quiénes son estos corderos y estas cabras? Somos cada uno de nosotros: a veces somos luz y a veces somos oscuridad. Cada uno de nosotros es cabra y oveja, es blanco y negro, es bondad y maldad, somos luz y somos oscuridad. Por tanto, la segunda Buena Noticia que nos viene proclamada en esta solemnidad es clara: la vida se juega en la medida en que nos asemejamos al Cordero de Dios, en la medida en que nos comportamos como cordero a semejanza del Cordero de Dios. Por eso, el castigo, el fuego del juicio es aquel que quemará todo aquello oscuro de nuestra vida y que nos permitirá ser como el Cordero de Dios.
El sello de la realeza de Dios es la Resurrección de Cristo, es decir, la victoria de la Vida sobre la muerte.
La segunda lectura de la primera carta a los Corintios se nos habla de Cristo como primicia de todos los que han muerto y como aniquilador del poder de la muerte. Es decir, la fe en Cristo, la fe-confianza en su Evangelio, en su palabra… es el fuego que nos ilumina en la vida y es, al mismo tiempo, el fuego amoroso que quema la parte oscura, de pecado, de no-presencia de Dios en nuestra vida. Cristo es la medida, la luz que ilumina y el fuego que purifica. Y esa Luz que es Cristo y es dada por Cristo, la hemos recibido gratuitamente en el Bautismo: el sello de los cristianos.
En definitiva, proclamar que Cristo es Rey del Universo es proclamar que Cristo es el Señor de nuestra vida, que Cristo es el parámetro de nuestra libertad, que Cristo es la luz que nos da visión de toda nuestra vida pasada, presente y futura; es proclamar que Cristo es el fuego que quema aquello que nos separa de Dios.