Dic
Homilía IV Domingo de Adviento
Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)
“ Dichosa tú que has creído… ”
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Primera lectura: (Miqueas 5,2-5a)
Marco: El profeta alienta la esperanza volviendo a la doctrina del «resto», esbozada por Amós, y anunciando el nacimiento en Efratá del Rey pacífico que apacentará el rebaño de Yahvé. Miqueas 4,1-5,14 es un conjunto de anuncios centrados en la promesa de restauración de Israel en Sión y anuncio de la reunión escatológica de toda la humanidad.
Reflexiones
1ª) ¡Permanente paradoja entre lo pequeño y lo grande!
Pero tú, Belén de Efratá, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel. Contraste fuertemente subrayado de lo "pequeño-grande", tan presente a lo largo de la historia de la salvación, que se refleja con mayor intensidad en el Nuevo Testamento. Dios hizo una promesa y la cumplió enviando a su Hijo hecho hombre en comunión con los hombres, en todo igual a nosotros menos en el pecado. Navidad debería significar comunión sin fronteras, dirigir la mirada a los más pequeños que nos rodean cada día, clarificar nuestra mirada para percatarnos de ello y poner manos a la obra. Navidad debería significar también la experiencia de la gratuidad de unos para con otros: recibir al otro como un don y ser para el otro un don. La gratuidad mutua es escandalosa y sorprendente. ¡Como lo fue el comportamiento de Jesús en su tiempo!. Ninguno de los pequeños puede ser despreciado a nuestro alrededor. Sólo así se nos podrá anunciar una gran noticia.
2ª) ¡El Plan de Dios está previsto desde antiguo!
Su origen es desde antiguo, de tiempo inmemorial. Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornarán a los hijos de Israel. El profeta nos invita a contemplar algunas realidades importantes: en primer lugar, la insistencia en que Dios tiene un plan desde siempre a favor de la humanidad y que ha decidido realizarlo en la historia a través de su enviado, de su Mesías, en la plenitud de los tiempos. Dios ha sido siempre el Señor de la historia y ha contado con la colaboración de los hombres. Este aspecto histórico de nuestra fe recorre todas las páginas del Antiguo Testamento. Es necesario dirigir la mirada al pasado para cimentar bien la esperanza del futuro. El plan histórico de Dios se apoya en buenos cimientos y arranca de raíces hondas, de tiempo inmemorial. Esta visión histórico-salvífica es central en la comprensión del plan de Dios. En segundo lugar, la referencia al «resto*.» En la comprensión a partir de la personalidad corporativa*, que constituye el cañamazo sobre el que se teje la historia de la salvación, en los avatares históricos por los que ha pasado Israel siempre ha permanecido una lámpara encendida, la esperanza de que un resto se salvará y mantendrá firme la realización del proyecto de Dios. En tercer lugar, el profeta alude misteriosamente a una mujer que dará a luz. Participa de la misma convicción que Isaías 7 cuando recoge el mensaje sobre el Enmanuel y anuncia que una joven (virgen) dará a luz. El realizador del plan de Dios será un hombre real y verdadero. Pero a la vez misterioso y desbordante.
Segunda lectura: (Hebreos 10,5-10)
Marco: La temática general de la Carta es alentar a los que sufren la persecución, orientando su mirada hacia el Cristo, Sumo Sacerdote glorioso, que asegura su esperanza. El contexto inmediato habla del sacrificio de Cristo que es superior a los sacrificios mosaicos.
Reflexiones
1ª) ¡Aquí estoy para hacer tu voluntad!
Cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Aquí estoy, ¡oh Dios!, para hacer tu voluntad.» La Palabra entra en el mundo para hacer posible, por su obediencia, el proyecto de Dios. Para la adecuada comprensión de estos pensamientos es necesario recordar el relato del paraíso y la historia de Israel. Ambos acontecimientos nos descubren lo difícil que es acoger la Palabra de Dios, expresión de su voluntad salvadora, y realizarla en la vida y en la historia. Sabemos que esta palabra no es sólo vehículo de conocimiento sino también fuente de vida. Es operativa por su misma naturaleza. Poner en el centro la Palabra de Dios es encontrar la fuente de la actuación de Dios. Así lo entendían los profetas especialmente. Anunciaban la fuerza liberadora y transformadora de la Palabra de Dios que el autor de la Carta a los Hebreos la coloca en el comienzo de su obra, realizada en el hombre Cristo Jesús. La voluntad de Dios, expresada a lo largo de toda la revelación, ha sido siempre el bien integral del hombre y de todos los hombres. Navidad significa, disponibilidad para llevar adelante ese plan, con gestos creíbles, aunque quizá muchas veces sencillos, en ser-vicio de los demás. El encuentro con la voluntad de Dios hace posible captar su presencia en medio de los avatares de nuestros hermanos los hombres y buscar respuestas que alivien las desigualdades, las tensiones, las opresiones, las marginaciones de cualquier género.
2ª) ¡Sólo Dios puede amar de esta manera!
El fragmento reflexiona sobre la misma encarnación: fue obra de un gesto generoso de obediencia y de amor. El autor de esta carta insiste en que con Jesús todo lo antiguo llega a su fin. Todo fue un anuncio de lo que acontecería en el futuro, en el momento del cumplimiento acabado del proyecto de Dios. Es necesario tener presente todo el conjunto de ritos expiatorios practicados en el tiempo de la antigua alianza. La multiplicación de los sacrificios no proporcionó al hombre el reencuentro con Dios. Era necesario volver a los orígenes de este plan: el momento de la creación. Jesús, con su sacrificio y con su muerte, restablecerá ese proyecto original. Por eso todos quedamos santificados por la oblación de su cuerpo hecha una vez para siempre. Ese es el sentido verdadero de la Encarnación y la última Palabra de Dios a favor de los hombres. En Jesús descubrimos el verdadero rostro de Dios. Todos quedamos injertados en la salvación por la obra de quien se hizo presente en la historia por este gesto de obediencia único e irrepetible (Jn 3, 16s; 1Jn 4,9ss). El autor de 1Jn saca la consecuencia: Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. El autor de la carta a los Hebreos añade que ese amor se tradujo en obediencia y disponibilidad total al plan de Dios. Hoy como ayer esta palabra conserva todo su vigor. Los discípulos de Jesús estamos invitados a hacer presente en el mundo que la acogida de la Palabra de Dios, expresión de su voluntad amorosa y salvadora, sigue siendo una oferta válida para la realización completa de los hombres. La voluntad de Dios, de la que nace y arranca nuestra libertad, no la recorta sino que la ennoblece y la hace más auténtica.
Evangelio: (Lucas 1,39-45)
Marco: Este relato es una bella dramatización del encuentro de Jesús (a través de su madre) y de Juan (a través de la suya) y una oportunidad para describir a Jesús como la expresión suprema de la bendición de Dios.
Reflexiones
1ª) ¡Se puso en camino con presteza!
María se puso en camino y fue aprisa a la montaña. El narrador sugiere al lector que recuerde el sentido de la montaña, sin más precisión. En la montaña, en el monte Sión, habita Dios. Y hacia esa montaña se produjo antaño una peregrinación con el arca de la alianza (en tiempos del rey David: 1Cron 13-16). María, la peregrina de la fe y la primera discípula de Jesús, se pone en camino. Lucas anticipa hasta los relatos de la infancia su teología y espiritualidad del camino. La significación simbólica del camino es anticipada y realizada perfectamente por María. Nos revela que el seguimiento de Jesús es camino que debe mantenerse con firmeza y fidelidad. María corre a casa de su prima Isabel para poner-se a su disposición. La entrada y la salida del Dios-Hombre está iluminada por el servicio a los demás: María, teniendo a Jesús en su seno, corre a servir a su prima. El propio Jesús dirá: No he venido a ser servido sino a servir y dar la vida. El supremo gesto de servicio es dar la vida en totalidad, dándola paso a paso. María se dirige a la montaña. Brota de labios de Isabel y de María la alabanza. Alabanza divina y servicio fraterno deben permanecer inseparables, para que ambos puedan llevar el marchamo de autenticidad. En este episodio ambas realidades —tan entrañablemente interpretadas y entendidas desde la kénosis de la Encarnación— no pueden separarse, porque se desvirtuarían. La alabanza divina daría la perspectiva auténtica del servicio; el servicio fraterno es la señal que autentifica la alabanza divina. Navidad significa ponerse en camino que va de Dios a los hombres, que se hace singularmente presente en Jesús, en todo como los hombres, menos en el pecado, y camino que va de nosotros a Dios, traducido en la obediencia a su plan y en la alabanza. Camino de mí a mi hermano traducido en servicio y en comunión sinceros, incluso hasta el don de la vida como respuesta al don recibido en la Palabra hecha hombre. Camino de mi hermano a mí acogido con franqueza y gratitud en el amor.
2ª) ¡Bendita y dichosa tú que has creído!
Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!...¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. María es bendita por el Hijo recibido como don. En la Escritura, una bendición es la quintaesencia de la proximidad y cercanía de la providencia sobre los seres que ama. Una bendición es una realidad que se recibe y se transmite como garantía del amor de Dios por las personas y por su pueblo (recuérdense las bendiciones patriarcales y la afirmación de Pablo de que Cristo es nuestra Bendición). Por eso Isabel bendice a María y declara bendito el fruto de su vientre que es una bendición para todos los hombres. Toda la obra realizada por Cristo Jesús es una bendición para los hombres. Isabel declara, además, a María dichosa por su adhesión al proyecto de Dios, a su voluntad expresada en el mensaje del ángel. María comienza en la Anunciación un largo camino de fe que habrá de recorrer en fidelidad probada. Lucas conoce este camino total y su final cuando escribe su evangelio. Y sabe que ese camino comenzó en Nazaret. La fe consiste en apoyarse en Dios, que todo lo puede, entrar en diálogo vivo con el Él, que se nos revela como Salvador. Y por esta fe María es declarada feliz. Ambas realidades, la bendición y la fe, nos empujan a los creyentes de hoy a seguir recibiendo la Navidad (aunque celebrada sacramentalmente) como un espléndido don de Dios para todos los hombres de nuestro mundo. Y también sigue declarando felices a los que son capaces de vivir la Navidad con autenticidad. Ésta es la palabra y el testimonio que podemos ofrecer al mundo.