Feb
Homilía VII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Primera lectura: (1 Samuel 26,2.7-9.12-13.22-23)
Marco: El contexto es la persecución de Saúl contra David porque teme que acabará por arrebatarle el trono.
Reflexiones
1ª) ¡Una persecución sin sentido!
Saúl se puso en camino con tres mil soldados israelitas y bajó al desierto de Zif, persiguiendo a David. La historia de las relaciones de Saúl con David, así como la historia del ascenso al trono de éste último, están marcadas por situaciones dramáticas y redactadas de una forma realista y cruda. El redactor deja traslucir suficientemente las situaciones de conflicto que se crearon. Saúl es consciente de que David es un peligroso rival y competidor y que el corazón de los ciudadanos se inclina cada vez más por él. Y esta situación le produjo un miedo profundo del que surgió la persecución, como nos recuerda el relato de hoy. La rivalidad y la competencia, creó aquella situación insostenible. Se encuentran frente a frente los dos primeros reyes de Israel y el narrador tiene especial cuidado en reflejar los sentimientos de ambos, aunque desde un punto de vista personal. Y esta descripción de los personajes, que quiere ser real e histórica, es la lección que aflora de la narración. Saúl es enemigo de David y lo persigue. David anticipa en figura y veladamente lo que Jesús pedirá en el evangelio que proclamaremos a continuación.
2ª) ¡No se puede atentar impunemente contra el Ungido del Señor!
El narrador de esta historia ha sabido recoger y describir con admirable sensibilidad el carácter y el talante de David. En la tradición bíblica la figura de este rey es entendida desde diversos ángulos y no todos exactamente convergentes. En ella aparecen zonas gloriosas y zonas oscuras de este rey que inicia, por la promesa de Natán, una esperanza mesiánica que se irá desarrollando al correr de los siglos y especialmente por la intervención de los profetas. David es a la vez ambicioso y magnánimo; un gran rey pero rodeado de debilidades (sobre todo en el seno de su familia). En este episodio sobresale su magnanimidad, que el narrador tiene buen cuidado en resaltar. Expresa la actitud que se adopta normalmente ante lo divino: el rey es un ungido de Dios y pasa a ser una persona sagrada e inviolable. ¡En modo alguno se puede atentar contra la vida del rey que ha recibido la unción de Dios! Este pecado no quedaría sin sus graves consecuencias. Ciertamente que el comportamiento de Saúl no responde adecuadamente a la unción-misión recibida. Pero su conducta no anula el don de Dios. Difícil situación. Este fragmento, tomado del libro de Samuel, anticipa, en figura, lo que proclamaremos en el texto evangélico de hoy. No se puede atentar impunemente contra los ungidos del Señor ni tampoco contra sus imágenes que llevan dentro de sí el sello del Espíritu.
Segunda lectura: (1Corintios 15, 45-49)
Marco: Pablo responde al gran enigma de la muerte que pesa como una losa sobre la humanidad. El futuro de la humanidad no es la muerte sino la vida, gracias a la obra de Cristo, nuevo Adán.
Reflexiones
1ª) ¡Los hombres terrenos heredan la imagen y las consecuencias del primer Adán: la muerte!
El primer Adán era un ser vivo... El primer hombre, hecho de tierra, era terreno... Pues igual que el terreno son los hombres terrenos. Pablo remite y evoca el relato de la creación en su doble versión: sacerdotal (Gn 1 ) y yavista (Gn 2). Dios, amasando la arcilla e infundiendo su espíritu en el hombre, lo ha sellado para siempre (con el pecado no desapareció este indeleble sello en el hombre, aunque se deterioró y se deformó ciertamente). Todos los hombres, al ser engendrados, heredamos esta misma imagen. Lo recuerda igualmente el Génesis cuando afirma que Adán engendró un hijo a su imagen y semejanza. Todo hombre, donde quiera se encuentre y sea cual sea su pasado o presente, es una imagen viva de Dios. Y precisamente este carácter de imagen de Dios es la razón que la Escritura aduce para enseñar el respeto total de la vida de todos. Este proyecto original de Dios para con el hombre, proyecto de vida, libertad, felicidad y comunión, es evocado por Pablo ahora para hablar de otro punto de referencia más importante. Por eso los discípulos de Jesús son llamados a realizar en el mundo la tarea de respetar la persona humana en todos sus extremos, así como la vida, la legítima libertad y la llamada a la comunión y a la solidaridad entre todos los hombres. Hoy es necesario que los creyentes expresen al mundo, con su palabra y talante ante la vida, este proyecto original de Dios.
2ª) ¡Los hombres transformados por el misterio de Cristo son llamados a la vida!
El último Adán es espíritu que da vida..., el segundo Adán es del cielo... Según Gn 3 se produjo otro acontecimiento: la decisión libre del hombre de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Se trata de una imagen para indicar una verdad teológica de largo alcance: el encuentro y la comunión del hombre con Dios. Dios se reserva la autonomía de determinar lo que es bueno y lo que es malo. El hombre es libre y autónomo frente a sus iguales, pero es dependiente de su Dios del que ha recibido el ser, la vida y la libertad. Pues bien, rota esta relación, la situación humana ha tomado otro rumbo en la dirección contraria. En la plenitud de los tiempos aparece el Hijo de Dios como un verdadero hombre: la verdadera y definitiva imagen de Dios, como nos recuerda el autor de la carta a los Hebreos. La antigua imagen, deteriorada por la ruptura de la comunión y armonía con Dios, ahora es restaurada en Jesús. Del viejo Adán hemos heredado, junto con una imagen deteriorada, el destino de esclavitud y de muerte. Aquel destino de muerte ha sido restaurado en su raíz y, en adelante, será un destino de vida, porque Jesús ha resucitado totalmente. En adelante, reproduciendo esta imagen en la vida de los hombres será posible, de nuevo y para siempre, la felicidad, la comunión, la vida y la auténtica libertad. El destino final de la nueva imagen es la derecha del Padre, como proclama el kerigma original cristiano. El destino de la humanidad será el mismo que el de Jesús, nuevo origen de la nueva creación. A la luz de la nueva imagen de Dios entre los hombres vuelve a ser posible y asequible este destino. Y también este mensaje es válido para hoy.
Evangelio: (Lucas 6,27-38)
Marco: Seguimos en la versión lucana del sermón de la montaña.
Reflexiones
1ª) ¡Amad a vuestros enemigos y haced el bien!
Amad a vuestros enemigos... Es una de las páginas más desconcertantes y más utópicas* de la enseñanza y de la práctica de Jesús. Esto desborda todos los límites razonables, rompe todos nuestros esquemas, cuestiona nuestras previsiones. ¿Es posible todo esto? Sí, pero en la utopía. Eso es exactamente lo que se requiere para comprender y realizar este programa de Jesús que enseñó con su palabra y con su vida. Sólo cuando el hombre sabe trasladarse y entrar en ese otro lugar, es decir, en el Reino establecido en Jesús y por Jesús ya en este mundo con esperanza del reino eterno. El término “enemigos” en los que Jesús piensa y de los que habla aquí son, concretamente y en primer lugar, los romanos invasores que extorsionan, roban, matan, violan, desprecian la dignidad de las personas que habitan el país. Y el resto de expresiones desgranan esta primera afirmación fundamental. El conjunto que constituye esta breve, pero densa estructura, juega con un modo muy querido de pensar y redactar en el mundo semita: la paradoja desconcertante pero incisiva: odio - hacer el bien; maldecir - bendecir; injuriar - orar. Es propio del alma y del estilo semita pensar y enseñar con este juego de formulaciones extremas y aparentemente contradictorias. ¿Cómo es posible este programa? Jesús fue un maestro original, incisivo y esperanzador, único e irrepetible que va por delante abriendo el camino con su enseñanza y son su talante de vida. ¡Qué mensaje tan urgente y necesario para nuestro mundo! Si ayer sonaba desconcertante también lo es para los hombres y mujeres de nuestro tiempo y mundo cultural.
2ª) ¡No a toda violencia!
Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. En el mundo en que vivió Jesús, dar una bofetada en la mejilla es algo más hiriente que el hecho de un simple golpe. La Escritura nos transmite algunas imágenes plásticas para indicar el desprecio, la deshonra, el desdén, la injuria y la difamación. Son, entre otras, cortar la barba (especialmente de un mensajero o embajador) por la mitad, en sentido vertical (2Sm 10,4ss); cortando (recortando) la túnica, sobre todo si son mensajeros o embajadores, se deshonra al país que los envió y representan (sería poco menos que una declaración de guerra); abofetear en la cara (especialmente ante personas de honor y dignidad). La forma de hacerlo es bien conocida: se realiza con el reverso de la mano. Sin paliativos, Jesús habla un lenguaje directo y real que alcanza el corazón de los hombres bien poco dispuestos a sufrir el desdén, la injuria y la deshonra. Y prosigue el maestro: si te piden la capa da también la túnica. Las imágenes de la capa y de la túnica indican lo que el hombre más necesita (Dt 24,10-13). La capa era una prenda insustituible para las personas aquel tiempo. Retener el salario justo era un atentado a la dignidad humana muy grave, pero aún lo era más retener la capa. Jesús, asumiendo y a la vez rompiendo con esta tradición, exhorta a sus discípulos: habéis de estar dispuestos a dejaros sustraer el manto libremente; pero no sólo el manto sino aún mucho más, también la túnica. Pero Jesús iba por delante con la palabra y la praxis. Insiste en el amor a los enemigos, de tal manera que se consigue una inclusión* semítica. En este caso la idea fundamental es amar a los enemigos hasta dar la vida por ellos. El origen y modelo de esta conducta es el Padre celestial, bueno con todos dándoles la lluvia, el perdón y la acogida infinita en su ternura. Jesús quiere que los hombres lleguen al corazón y a la razón que dirige la conducta humana: el Padre, Él y el Espíritu. Por este camino de conducta llegaréis a un gran premio y a una gran dignidad; así y sólo así seréis hijos y herederos del Altísimo. Con estas expresiones del fragmento proclamado hoy y el proclamado en el domingo pasado (las bienaventuranzas) hemos llegado al corazón del talante y de la conducta que el hombre debe realizar, si quiere ser feliz ya aquí y ahora, a pesar de los sufrimientos, y alcanzar el sentido de su vida y su misión, es decir, alcanzar el reino definitivo y, sobre todo, poder llamar al Dios omnipotente con el título de Padre.