Nov
Homilía XXXIV Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)
“ Hoy estarás conmigo en el paraíso ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Este año la fiesta de Jesucristo, Rey del Universo, no sólo nos sirve para concluir el Año litúrgico del ciclo C, que hemos seguido de la mano del evangelista Lucas, sino que nos sirve también para clausurar el Año de la Fe. Sería conveniente peguntarnos ¿en qué Dios creemos? ¿El Dios revelado por Jesús de Nazaret, es en verdad, el objeto de nuestra fe?
Lucas nos ha ido dando las claves durante este año del ciclo C para descubrir a un Jesús, como el Salvador de la humanidad, que a través del Pueblo de Israel, nos ha ido dando un mensaje de salvación universal. Alguien ha comentado que los Evangelios, y sobre todo el de Lucas, es una lectura creyente del Antiguo Testamento. Sabemos que este evangelista trata de poner en primer plano la misericordia de Dios con signos visibles del actuar de Jesús de Nazaret. El se preocupó de un modo especial de los pobres y marginados. Presenta todas estas actitudes en ese largo viaje que hace Jesús y sus discípulos hacia la ciudad santa de Jerusalén. Allí fue entregado a la muerte, pero Dios actuó y le resucitó glorioso como lo anunciaban las Escrituras. El sigue estando presente en su Iglesia, que es enviada a realizar la tarea que le había encomendado el Padre.
La fuerza del Espíritu Santo será su nueva presencia en el mundo en medio de sus discípulos, los bautizados. Les enseñará toda la verdad, les congregará en la unidad y les hará sus testigos ante los hombres de toda raza y condición.
A la luz del Evangelio ¿podemos seguir hablando de “Jesús rey del universo”?
Las lecturas que se proclaman este día nos dan la clave para su correcta interpretación. Ya en la primera lectura se nos habla de la unción de David como rey de Israel. Queda clara que su misión como tal, más que regir y gobernar, consiste sobre todo, en “apacentar” al pueblo. Jesús hereda, por su condición de Mesías, el ser el Hijo de David proclamado por el pueblo que lo aclama como tal. Es, por tanto, heredero de un reino que “apacienta” con cariño y lleno de misericordia. El nos ha trasladado (2ª lectura), por su función salvifico-pascual, a ese reino que se proclama en este himno cristológico, el reino del Hijo querido de Dios.
En el Evangelio (Lc 23, 35-43) se nos presentan las actitudes de los que rodean la escena. El pueblo, las autoridades, los soldados romanos y los dos crucificados con él. Unos plantean a Jesús su “última tentación”: <Si eres el rey de los judíos sálvate a ti mismo>. Entre esta tentación y aquellas primeras, tenidas en el desierto, Jesús se ha mantenido fiel a los planes de Dios. No es rey para dominar. Rechaza el prestigio, el poder, el dominico sobre los demás, y sólo busca, la humildad, la sencillez, el servicio hasta dar la vida. Se cumple lo que El había manifestado: que su reino no es como los de este mundo, pero está para este mundo.
Jesús, con esta actitud suya, ha dado origen a una nueva forma de amar y servir, creando una fraternidad universal que da una gran dignidad a la persona humana. Por eso podemos proclamar en el prefacio que este “nuevo reino” es: de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia de amor y de paz. Y llegar a este Reino es posible porque Dios Padre “nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido…” (2ª lec.)
Cada vez que rezamos el padrenuestro, decimos “Venga a nosotros tu Reino”. Podría decirse que estamos poniendo en nuestros labios el deseo del “buen ladrón”: “acuérdate de mí cuando estés en tu reino” El anteriormente había reconocido que Jesús era “inocente”. De alguna manera había hecho un acto de fe en Jesús como Mesías y luego le pide que le lleve a su reino. ¿Profesamos así nosotros la fe?
Con frecuencia no entramos en lo que es la verdadera dinámica del Reino de Jesús. Por mucha palabras que digamos, por muchas doctrinas que dominemos con nuestra inteligencia, por muchos ritos que practiquemos, si no expresamos el deseo de que en nuestra vida este metida en los planes de Dios, que es lo que hizo Jesús, no estaremos deseando de verdad que venga a nosotros “su reino. El actuó siempre desde el amor, la comprensión, la tolerancia y el servicio y a eso nos invita para que el reino sea una realidad en nuestras propias vidas.
En el Bautismo al ungirnos con el crisma la iglesia nos hacía “profetas, sacerdote y reyes” Que este final del año de la Fe nos ayude a comprometernos como cristianos que tratan de vivir su fe bautismal desde la profecía, el ofrecer oraciones y sacrificios, y, sobre todo, tratando de “servir” a nuestros hermanos desde la comprensión, la tolerancia y el amor. Así el Reino de Cristo, que no es de este mundo, lo haremos presente para este mundo.