Mar
Homilía Domingo de Ramos
Año litúrgico 2012 - 2013 - (Ciclo C)
“ Y vosotros ¿quien decís que soy yo? ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
La clave para comprender
Los libros litúrgicos señalan este día como “Domingo de Ramos en la Pasión del Señor”. Con esta expresión la Iglesia nos proporciona la clave para comprender, en su auténtica dimensión, los acontecimientos que hacemos presentes en las celebraciones de los próximos días.
En las celebraciones litúrgicas la comunidad cristiana no recuerda hechos históricos que han ocurrido en un punto geográfico concreto; “hace memoria” de acontecimientos (”Kairós” paso de Dios) de la historia de la salvación. Hace presente esa realidad misteriosa por la que se cumple lo afirmado por Jesús: “Yo estaré con vosotros…”. Esta vivencia tendría que ayudarnos a “ilustrar a todos los fieles la fuerza y belleza de la fe” (PF.4).
Aspectos de la celebración
Hay dos aspectos en esta celebración que se podrían hacer en dos momentos distintos. Uno, animar a acompañar a Jesús en este camino de la entrada en Jerusalén. (Breve homilía Ev. de la bendición de ramos). Otro, resaltar el valor que tiene acompañarlo y sentirse acompañado por El en el camino de cada día como el Siervo que se rebajó, pero que Dios lo exaltó. (Después del relato de la Pasión)
Hoy los cristianos hacemos presente el triunfo pasajero de Jesús. Celebramos y bendecimos al que viene en el nombre del Señor. Es el siervo justo y humilde que agrada al Padre y cumple su voluntad. Inicia así un camino de justicia y humildad que sólo es creíble para la gente sencilla que le acompaña. Así es como se hace posible que el Justo pueda acercarse a una humanidad dividida, esclavizada por los efectos del pecado (injusticias, odios, hambre, paro violencia callejera, familia en crisis…)
Alguien ha escrito que “un ‘Dios crucificado’ constituye una revolución y un escándalo… el Crucificado no tiene el rostro ni los rasgos que las religiones atribuyen al Ser Supremo “. Este Dios no permite una fe frívola y egoísta en un Dios omnipotente al servicio de nuestros caprichos y pretensiones. Con El nos encontramos cuando nos acercamos al sufrimiento de cualquier crucificado actual por el sufrimiento de las injusticias y las maldades que existen en nuestro mundo.
“Y vosotros ¿quien decís que soy yo?
Por eso en estos días, tal vez y una vez más, tendríamos que preguntarnos quien ese hombre que hace mas de dos mil años formuló una pregunta: “Y vosotros ¿Quién decís que soy yo?”.
Nosotros los hombres y mujeres que vivimos en este siglo XXI somos muy ilustrados en saberes, pero, con frecuencia, somos ignorantes en cosas de la fe. Tenemos una cultura de “costumbres religiosas”, pero que no nos ayudan a tener una vivencia profunda de nuestra fe. ¿Qué respuesta podemos dar a la pregunta planteada por Jesús? ¿Seremos capaces de reconocer en Jesús a ese hombre que cambió la imagen que tenían los judíos de Dios?
El Dios revelado por Jesús
El es quién nos ha revelado que Dios es un Padre, lleno de ternura y de misericordia. El relato de la Pasión del Evangelista Lucas que leemos en este ciclo resalta la confianza en el Padre y la petición de misericordia para los “que no saben lo que hacen” o para el buen ladrón “hoy estará conmigo…”
El es también el que siendo de condición divina, se hizo uno de nosotros para salvarnos. El que establece que “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”.
“En esta perspectiva, el Año de la fe es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo. Dios, en el misterio de su muerte y resurrección, ha revelado la plenitud del Amor que salva y llama a los hombres a la conversión de vida mediante la remisión de los pecados (Cf. He 5,31)… La “fe que actúa por el amor” (Gál 5,6) se convierte en un nuevo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre”. (Pf, 6)
Por todo lo dicho, la celebración del domingo de ramos y nuestra confesión de fe, nos tendría que llevar a dar una verdadera respuesta a la pregunta de Jesús como Pedro, aunque después lo neguemos: “Tú eres el Mesías”. O como el centurión y sus hombres: “Realmente este era Hijo de Dios”.
Que nuestro beso al Crucificado nos ponga siempre mirando hacia quienes, cerca o lejos de nosotros, viven sufriendo.