Jue
24
Mar
2016

Homilía Jueves Santo

Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)

Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

1. Desde la fe sabemos que los acontecimientos que celebramos en este Triduo Pascual que comienza hoy Jueves Santo, tienen un valor eterno, pues era el mismo Hijo de Dios, que había entrado en la historia, el que se entregaba.
Aquellos acontecimientos trascienden el mismo tiempo para recorrer la historia humana que fue, que es y que será, pero con su origen en un determinado momento real e histórico: aquella celebración pascual judía que Jesús de Nazaret celebró con sus discípulos y que precipitó los acontecimientos de la salvación de la humanidad. Esa salvación es la que recorre la historia con aquel origen concreto, y además con la enseñanza de cómo hacer vida de esa salvación, enseñanza y salvación que comenzaron con el drama del Triduo Pascual.

2. Se nos recuerda en la lectura del Libro del Éxodo qué era lo que celebraba el pueblo judío en esta fiesta de Pascua. El paso –Pascua- de la esclavitud en Egipto a la libertad, aquella cena de la huida que se ritualizó para recordar la experiencia primera que constituyó a Israel como pueblo: la de la liberación por Dios de la muerte que era la esclavitud, para llevarlos a la vida de su libertad. En el ritual judío de la noche de Pascua el más pequeño de la casa pregunta aún hoy en día al cabeza de familia: ¿Por qué esta noche es distinta a todas las noches?, y el padre contesta recordando que una vez fueron esclavos, y que ya son libres, que una vez estaban muertos y que Dios los llevó a la vida. Para nosotros cristianos esa experiencia que se da en la Vigilia Pascual, comienza hoy ya Jueves Santo, con la entrega de Jesús de Nazaret.

3. Aquella cena pascual judía era la que Jesús celebraba con sus discípulos. Pero, así escuchamos que lo recuerda San Pablo, el más antiguo testimonio que tenemos de aquellos acontecimientos, aquella celebración fue diferente. Cargada de símbolos como los de los profetas del Antiguo Testamento, de gestos, de palabras, de enseñanzas diferentes, Jesús transformaba el seder, la cena con la que se celebra la fiesta judía, en otra cosa, en la Eucaristía. Con la cena con sus amigos, Jesús está sacramentalizando su propia entrega. En el pan y en el vino, es el mismo Cristo el que se entrega, por amor, como hizo durante toda su predicación, durante toda su vida, para liberar, sanar, plenificar, salvar a todos, como hará al día siguiente -ya desde esta noche en el Huerto de los Olivos-, en la Cruz.

4. Si Pablo nos habla de las palabras que Jesús añadió al bendecir el pan y el vino de la celebración, para señalar su propia entrega, la de su cuerpo y su sangre, con ese fascinante intercambio del que santo Tomás nos habla en su himno Pange Lingua - El Verbo encarnado, pan verdadero,/lo convierte con su palabra en su carne,/y el vino puro se convierte en la sangre de Cristo./Y aunque fallan los sentidos, solo la fe es suficiente/para fortalecer el corazón en la verdad.- mostrando en sacramento su entrega en la cruz por nuestra liberación, por nuestra salvación, el evangelio que escuchamos de Juan, nos cuenta esa misma entrega con otro signo: el lavatorio de los pies.

Jesús, el Maestro y el Señor, se hace servidor de todos. La limpieza de los pies era labor del último de los esclavos de una casa, y justo esa es la misión y el servicio que Jesús toma para sí. Limpiar, sanar, liberar, salvar. Jesús nos muestra en los signos y gestos de esa noche –y que nosotros repetimos en la celebración de hoy- cuál es su profunda identidad, la del diakono, la del servidor, la del que se abaja, que se despoja de su rango, de su manto –símbolo en la antigüedad de identidad y rango- para entregarse por amor, para servicio de los demás, para liberar a todos. Olvidarse de sí, para darse por entero a los demás, para salvar a todos.

5. Pero ¿liberar de qué? ¿salvar de qué? Liberar y salvar suenan en nuestro mundo como si estuviésemos ante un inminente peligro de catástrofe, de naufragio, de incendio o de algo así. Pero la realidad es a la vez más prosaica y más profunda. Liberar, salvar, plenificar llevan parejos quitar lo que estorba a la persona en su camino de vida -el pecado-, pero es mucho más. La liberación, la salvación que nos brinda la entrega del Nazareno no es exclusivamente la del pecado y la condenación, como Lutero pudo entender, como quizás en la historia se ha hecho más hincapié, aunque desde luego pase por sanar todo lo roto y enfermo. Liberarnos es de todo lo que no nos deja crecer, desarrollarnos, humanizarnos. Liberarnos del miedo, de la muerte, del sinsentido. Salvarnos es ofrecernos la posibilidad de lograr ser la mejor versión de nosotros mismos, la posibilidad de convertirnos en el sueño que Dios tiene para cada uno de nosotros, la posibilidad de que nuestra vida, se llene realmente de vida.

6. ¿Y cómo se hace eso? Jesús, hoy, en las palabras con las que comenta su gesto tras lavarles los pies a sus discípulos, a sus amigos, lo dice claro: Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.
La forma de plenificarnos, de alcanzar la salvación que nos ofrece Jesús, pasa por hacer de nuestra vida una entrega como la de Jesucristo. Hay una clave, decíamos al principio, eterna y mistérica de la salvación en la entrega de Jesús por nosotros, que en este Jueves Santo tomó forma definitiva tras una vida de entrega en la predicación, pero hay también una enseñanza en los gestos y signos de esta noche concreta, real, de vida, que nos habla de cómo crecer en el camino de la salvación, de cómo hacer de nuestra vida una experiencia llena de sentido y contenido: sanando, limpiando, liberando, entregándonos nosotros mismos a los demás, como Jesús mismo hizo.

7. Hoy Jueves santo, día del amor, de la Eucaristía, del Sacerdocio, día en el que comenzamos este Triduo Pascual, recordamos que la salvación, la liberación, viene de la entrega y el servicio. El de Jesús con nosotros, y el de nosotros para los demás.