Jue
25
Dic
2008

Homilía Navidad

Y la Palabra se hizo carne

Introducción

Celebrar la Navidad nos llena de recuerdos. Nos traslada fácilmente a la infancia, cuando con una mezcla de alegría y de emoción  colocábamos las figuras del belén: el nacimientol, los  pastores, las lavanderas.... Cuando, al pastor que más nos gustaba, porque iba el más cargado, lo colocábamos cerca del Niño, intuyendo que era el lugar privilegiado… y cuando nos resistíamos a poner una lucecita en el palacio de Herodes, porque también sospechábamos, que allí no había luz… ¡Intuiciones de niños!

¡Otra vez es Navidad! Han pasado los años, hemos hecho una andadura en la vida. Si hoy, con aspecto de adultos y con corazón de niños, preparásemos el Belén, cerquita del portal también colocaríamos a “los más cargados”, a los que la vida los ha tratado peor, a los pobres de la tierra. Colocaríamos huérfanos inocentes, mujeres maltratadas, inmigrantes, parados… y en todos habría una sonrisa de esperanza porque, en su pobreza, descubrirían que la Ternura y el Amor de Dios están cerca de ellos. Habría también algún palacio oscuro ¿Nuestras casas estarían iluminadas?

¡Es Navidad! Es Dios con nosotros. Es Dios que se hace pequeño para que el hombre y la mujer se hagan grandes.

En medio de las luces y las sombras de nuestro mundo, las campanas de Navidad tienen notas de esperanza.

Ha aparecido la Ternura de Dios para salvar a todos. Es la gran noticia: Dios se hace hombre y nos ama.

¡Feliz Navidad!