Mié
25
Dic
2019

Homilía Natividad del Señor

En la Palabra había vida y la vida era la Luz de los hombres

Pautas para la homilía de hoy


Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

En el día de Navidad, la Palabra nos llega como Luz divina en tres dimensiones

Luz de la Salvación para  todos los hombres

La Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre. ( Jn 1,9). Mateo y Lucas nos informan acerca de una historia: cómo y bajo qué circunstancias nació Jesús en su realidad humana. Juan en el evangelio de hoy,  no describe el cómo, sino sólo el qué y para qué.  Y para ello, compone un canto al Misterio de la Encarnación de Dios en Jesucristo. El prólogo de S. Juan es una síntesis meditativa de todo el misterio de Navidad, porque el Niño de Belén es la revelación de Dios, la Verdad de Dios y del hombre, que nos dice quién es el que ha nacido y quienes somos nosotros. Y qué sentido tiene nuestra vida con El.

Juan se remonta al misterio trinitario y luego vuelve a descender hasta el hombre. El inicio es la afirmación que nos sitúa fuera del tiempo, en el misterio de Dios. En el principio era la Palabra. Una existencia sin comienzo ni devenir. De esta manera,  Jesús, Palabra encarnada, hace a Dios visible y cercano al hombre, siendo su reflejo. Así pues toda la historia y la realidad humana tienen vida por la Palabra. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres., porque en Jesús todo encuentra consistencia, significado, fin y especialmente, la salvación de todo hombre. En todos existe el anhelo de una existencia atravesada por la luz salvadora de Cristo. En Él está nuestra felicidad, La luz divina que nos trae, restaura las fibras más hondas de nuestra humanidad,

Luz del Amor y Cercanía de Dios

Con Jesús, el Emmanuel,  Dios, trascendente e invisible, ha dejado su lejanía y ha tomado un rostro humano haciéndose visible y asequible: Se ha hecho lo que somos, para hacernos partícipes de lo que Él es (Cirilo de Alejandría). La meditación del Misterio de la Encarnación  nos impulsa a contemplar quien es Jesús: un Dios  cercano en el amor.

Con el Nacimiento de Jesús en nuestra carne, nos llega la Luz de esta cercanía. Dios ya no se manifiesta a través de poderes cósmicos, sino en el hombre concreto, Jesús, que comparte nuestra vida por amor. A partir de este momento, Dios ya no es una verdad abstracta o un principio metafísico, es el mismo Jesús de Nazaret., que en su humanidad hace visible  y cercano  el amor de Dios.

Dios se hace humano en Jesús, porque Jesús viene de Dios y va a Dios con todo lo nuestro. Antes éramos buscadores de Dios; ahora, con este nacimiento, ya no estamos solos en la búsqueda. Jesús está con nosotros, y con El podemos caminar confiadamente a su encuentro,

Nuestra sociedad occidental de raíz cristiana ha asimilado la Navidad y ha hecho de ella un producto más de costumbres.  Una concentración de fiestas y de fechas que propician como ninguna otra los reclamos de consumo. Pero hay algo radical en el hecho de la Encarnación que va perdiendo virtualidad, sentido transformador y significado: La pasión de Dios por la humanidad, su amor incondicional se han manifestado en Jesús, hombre como nosotros. Él es el abrazo de Dios a nuestra humanidad necesitada de salvación, sedienta de Vida. Con Jesús, el Dios lejano y todopoderoso se hace de nuestra carne, debilidad, fragilidad., indefensión. Sus manos han tocado nuestra pobreza, su abrazo ha acogido nuestras zozobras. Su misma vida se nos ha dado como posibilidad, como horizonte, como meta de nuestra humanidad que en Él ha recobrado la grandeza perdida.

Luz  de filiación y fraternidad universal

La Navidad de Jesús es nuestra Navidad, la de nuestro renacer a una vida nueva en Dios. En El también nosotros hemos sido destinados a ser hijos adoptivos del Padre. Si Dios mismo nos dice: ¡tú eres mi hijo!, a nosotros no nos queda sino agradecerle y alegrarnos por nuestra participación en la vida divina. Y mirar a todos los hombres como hijos suyos. Y así, la Navidad nos ofrece la oportunidad de tomar conciencia de la fraternidad universal. Cada uno de nuestros gestos navideños pretende ser no sólo privado o familiar, sino abierto a la solidaridad y a la bondad, especialmente con los más necesitados.  Con su Nacimiento, Jesús nos trae noticias del Padre y nos habla de nosotros mismos y de los demás. San León Magno al hablar de la importancia de la Navidad afirma: “A cada hombre, que en cualquier  parte del mundo,  renace a Cristo,  se vuelve, con el nuevo nacimiento, un hombre nuevo”.

Tenemos que encontrar palabras, gestos, compromisos y vivencias con los que expresar la solidaridad  de Dios y la fraternidad universal entre  los hombres,  de lo contrario,  nuestra Navidad se queda  vacía y sin sentido. Conocemos a Dios en la medida en que dejamos que Jesús nazca en nosotros y en nuestras relaciones humanas.

Señor, me doy cuenta de que a pesar de tantos años  celebrando la Navidad, necesito  hacerlo de nuevo, porque  aún no te reconozco como el Dios Salvador. Y por eso, ¿No serás Tú lo que nos falta para humanizar nuestro mundo? ¿Dónde encontrarte, sino en la entraña de todo lo humano?

También me doy cuenta de que mi  carne humana es lo que Tú me pides para volver a intervenir.  ¿Cuándo dejaré de ser tan olvidadizo  de tanta gracia, y me ofreceré como tu pequeño colaborador? Aquí tienes la pobreza de mi carne humana.

En estos días, al recordar a los más íntimos, les queremos regalar la experiencia de un Dios humanizado. Nos duele que nuestros hijos, amigos, compañeros te sientan tan extraño, y no te disfruten. ¿Cómo podríamos decirles que los queremos compartiéndoles nuestra fe?