Jun
Homilía XIII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)
“ El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. ”
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Nota: Esta Solemnidad está íntimamente relacionada con la celebración del Jueves Santo. La Eucaristía puede ser considerada desde ángulos distintos pero convergentes y nunca discrepantes ni divergentes: es el "memorial", es decir, actualización permanente de la eficacia y fuerza salvadora de la Muerte y Resurrección de Jesús "hasta que vuelva al final de los tiempos". Es el banquete del nuevo pueblo de Dios que lo reúne y lo alimenta en su peregrinación hacia la Iglesia celeste. Es la perpetua presencia de Cristo en medio de la Iglesia en el Sacramento central del Cristianismo. Todas estas realidades se concentran en la Eucaristía que es objeto de adoración, contemplación, alimento y centro de unión y comunión del pueblo de Dios. Esta Fiesta del Corpus subraya especialmente la presencia real de Cristo en la Eucaristía y su adoración y reconocimiento público. A la vez recuerda a los creyentes que Jesús, el amigo, espera siempre escondido en el sagrario para entablar un diálogo íntimo, cordial y personal con cada uno. El Cristo total que se actualiza en el "memorial" eucarístico permanece igual e inalterable en su presencia real. La Iglesia así cree y vive esta verdad que es para todos los creyentes y que lo recuerda y actualiza la celebración de hoy.
Primera lectura: (Deuteronomio 8,2-3.14b-16ª)
Marco: forma parte del segundo discurso puesto en boca de Moisés que contiene una amplia exhortación a cumplir los Diez Mandamientos. El capítulo 8 en concreto centra la atención en afirmar que no sólo de pan vive el hombre junto con algunas advertencias al pueblo para que nunca se olvide de Dios que le proporcionó el maná durante su peregrinación por el desierto.
Reflexiones:
1ª) ¡El camino es una prueba para el pueblo de Dios!
Recuerda el camino que el Señor tu Dios te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto para ponerte a prueba. El libro del Deuteronomio es la obra de una comunidad de teólogos-predicadores que reflexionan seis siglos después de que ocurrieron los acontecimientos. Es el reflejo de una larga experiencia: la travesía por el desierto es contemplada teniendo en cuenta la experiencia de seis siglos de estancia en la Tierra prometida. Se trata de una reflexión austera, realista para un pueblo que siente quebrarse su esperanza. Por tanto sus afirmaciones son una respuesta a problemas reales y dolorosos. Entonces como ahora el pueblo de Dios se ha visto y se ve envuelto en dificultades y tentaciones; entonces como ahora surgen preguntas acuciantes. Entonces como ahora se trata de conjugar la realidad histórica descarnada y la respuesta que Dios no deja de ofrecer nunca. Es necesario acertar para entretejer ambas realidades en la historia cotidiana que vivió el pueblo y que vivimos nosotros. Sólo así la Palabra de Dios habla al hombre de todos los tiempos y puede ofrecer una respuesta creíble y válida.
2ª) ¡El camino como una pedagogía para la búsqueda de Dios!
No sea que te olvides del Señor tu Dios, que te sacó de Egipto, de la esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto inmenso y terrible. De nuevo se tiene en cuenta la historia que media entre los acontecimientos y la redacción del libro. Dolorosamente ya en el desierto estuvieron presentes la defecciones y la idolatría que se incrementó durante los seis siglos de. El Dios que los liberó de Egipto y estableció con ellos la alianza es un Dios celoso que no admite rivales porque sólo él puede responder a las urgencias más profundas de los hombres de su pueblo y de toda la humanidad. La historia de la salvación es una pedagogía en la que se aprenden las reacciones a la oferta de Dios. El Dios que los deuteronomistas predican es el Dios que eligió gratuita y misericordiosamente a los padres, que mantiene su fidelidad, que cuida solícitamente de su pueblo. Olvidarse de Dios es romper con él por desconfianza; es querer construir la historia al margen de su acción salvadora. Ayer como hoy sigue vigente esta severa advertencia si el hombre quiere llegar a la hondura del sentido de su vida y su felicidad.
3ª) ¡Dios proporcionó agua y maná en medio de las dificultades del desierto!
Te afligió haciéndote pasar hambre y después te alimentó con el maná para enseñarte que no sólo de pan vive el hombre, sino de cuanto sale de la boca de Dios. El maná aparece en medio de esta historia de dificultades, tentaciones y traiciones como un signo de la solicitud de Dios para con los suyos. El maná es entendido por estos autores sagrados no sólo como el remedio del hambre real que padecieron en el desierto, sino como la expresión de una fidelidad permanente de Dios. Es un signo de que Dios no se desdice de sus promesas nunca. El maná pasará a ser un signo-promesa para la época central de la salvación. Cada vez que el pueblo lo recoge y se alimenta de él, debe experimentar la presencia solícita de su Dios y la apertura a un futuro más esplendoroso.
Segunda lectura: (1 Corintios 10,16-17)
Marco: En conjunto son advertencias del Apóstol contra el peligro de la idolatría. En el capítulo siguiente corrige los abusos que se dan en la comunidad cuando celebran el ágape cristiano. Dios tiene poder para llevar adelante la comunidad y a toda la Iglesia, contra todas las dificultades, persecuciones y debilidades que surgen en el largo camino hasta la Vuelta de su Señor.
Reflexiones:
1ª) ¡La Eucaristía causa y signo de la unidad de los creyentes!
El cáliz de nuestra Acción de Gracias ¿no nos une a todos en la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no nos une a todos en el cuerpo de Cristo? Las palabras del Apóstol hablan con fuerza si las leemos en el contexto amplio de esta carta que refleja la lamentable situación a que había llegado la comunidad de Corinto: divisiones, enfrentamientos, abusos y tensiones en la comunidad. El recurso del Apóstol a la celebración eucarística para recuperar la comunión entre sus miembros es una advertencia urgente e insustituible. Es necesario recordar lo que significa para los hombres de entonces compartir un mismo pan (alimento): este pan único del que todos participaban al ser comido por todos se convertía en sangre en todos y, de alguna manera, los hermanaba a todos. Este modo de pensar es peculiar del mundo hebreo y es el que Pablo tiene en cuenta en este momento. Ayer como hoy la Eucaristía es el signo más fuerte de unidad, es la cima de la evangelización cristiana. No es sólo un rito sino también una fuente de vida en unidad; un banquete festivo unificador.
2ª) ¡Unidad en la diversidad por la fuerza de la Eucaristía!
El pan es uno, y así nosotros, que somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan. La Eucaristía no es sólo signo de unidad, es la causa de la unidad. Pablo lo afirma utilizando una expresión precisa: porque comemos todos del mismo pan. No deben participar en la Eucaristía sólo los que viven unidos, sino también los que necesitan recuperar la unidad viva y real si se ha perdido o se ha debilitado. Por eso la celebración de la Eucaristía en medio de la Iglesia es causa y signo de la unidad entre todos. Es la garantía de la unidad en la diversidad. Cada miembro conserva su peculiaridad y singularidad pero descubre que puede vivir en comunión con el resto porque hay Alguien que es capaz de dar cohesión a lo diverso y diferente. Este equilibrio de unidad en la diversidad ayer como hoy es una de las grandes riquezas que la Eucaristía crea en y para la Iglesia. Es urgente hoy volver a redescubrir y experimentar estas palabras del Apóstol que son un comentario, vivo y aplicado a una determinada comunidad, de las propias palabras de Jesús.
Evangelio: (Juan 6,51-59)
Marco: Todo el capítulo 6 de Juan forma una unidad compacta y muy bien tejida. El conjunto tiene como tema central: Jesús, es el Nuevo Maná vivificante para los hombres. Dos signos (multiplicación de los panes y Jesús caminando sobre las aguas) preparan un profundo y vivo discurso sobre Jesús el verdadero Pan vivificante que desarrolla en dos movimientos: Jesús es pan vivificante porque es la Sabiduría de Dios que apaga la sed y es alimento de los hombres; y una segunda parte donde habla de sí mismo (de su carne y de su sangre) como el único verdadero alimento que conduce a la verdadera vida eterna y a la comunión de vida con él y con su Padre. El fragmento de hoy corresponde a esta parte segunda que es la eucarística.
Reflexiones:
1ª) ¡Yo soy el pan vivificante que da la vida entregándose!
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo. El conjunto del discurso revela una discusión fuerte con los judíos. El evangelista Juan utiliza ampliamente un recurso importante en su modo de redactar que es el malentendido de sus oyentes. Los judíos esperaban el milagro permanente del maná, que tuvo lugar en el desierto, como un signo del cumplimiento mesiánico. Juan insiste, reflexionando sobre las palabras de Jesús, que aquel maná sólo era una figura y que Él ofrece el nuevo y verdadero como alimento que crea y garantiza en el hombre la vida eterna. Sólo él ha bajado realmente del cielo y sólo él ofrece la verdadera vida a los hombres. Jesús mismo es el alimento de los peregrinos que caminan hacia la vida eterna que comienza ya ahora en primicias y se prolonga en la eternidad. Jesús, el nuevo y definitivo maná, es fuente creadora de vida por la presencia del Espíritu ya que la carne no tiene valor sin Él, porque es el Espíritu Vivificador. Es el Cuerpo glorificado de Cristo el que ofrece y garantiza la vida permanente y definitiva para la humanidad. El pensamiento de Juan se desarrolla en distintos planos, por eso provoca la incomprensión de los judíos.
2ª) ¡Incomprensión ante las palabras de Jesús!
Disputaban entonces los judíos entre sí: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? El misterio de la Eucaristía fue desde el principio una realidad de difícil comprensión. Jesús es el nuevo árbol de la vida. Los judíos entienden las palabras de Jesús en su sentido material; piensan en el acontecimiento del maná como ocurrió en el desierto. Creyeron que el maná procedía del cielo. Pero Jesús les quiere conducir a la verdad: sólo Él es el verdadero pan ofrecido por Dios. La prueba es que los padres comieron el maná pero murieron, por tanto no era verdaderamente pan del cielo porque en el cielo no existe la muerte. Sólo Jesús ofrece la auténtica vida. Los que participan su oferta en la eucaristía no serán arrojados fuera, sido que son atraídos por el Padre a participar en la verdadera vida. La oferta de Jesús sigue siendo en la Iglesia la fuente de la vida. Es el Sacramento central de los cristianos (todos los demás sacramentos están relacionados esencialmente con el de la Eucaristía). De él dependen todos los demás. En él se hace presente el Cristo glorioso con la fuerza del Espíritu.
3ª) ¡Es necesario comer la carne del Hijo del hombre para conseguir la vida eterna y la resurrección.
Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. La Eucaristía se ofrece como la fuente de la vida en la etapa de la peregrinación temporal con la espera de disfrutar de la vida para siempre. La Eucaristía es una oferta gratuita para el hombre que le garantiza la vida. Es el alimento de los peregrinos que constituimos la Iglesia. Pero también es la oferta de seguridad de la participación de la vida eterna que nunca tendrá fin. La Eucaristía es la experiencia de la promesa y de la realización del plan del Dios de la vida. Pero el evangelista insiste, recogiendo e interpretando palabras de Jesús, que su carne es verdadera comida y su sangre verdadera bebida. Ayer como hoy los creyentes en Jesús deben acercarse frecuentemente al banquete que proporciona la fuente de vida para todos.
4ª) ¡Intimidad entre Jesús y los creyentes!
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mi y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo el que me come viva por mí. La Eucaristía no sólo es la fuente de la vida que proporciona el Jesús resucitado con la fuerza del Espíritu. Es también el encuentro con el amigo Jesús abierto a un diálogo siempre vivo con sus discípulos-amigos. Escondido en el sagrario espera pacientemente siempre a sus seguidores para establecer un diálogo permanente y vivo con ellos. Venid a mi los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré. Y encontraréis el descanso. En la última cena (Jn 15,12ss) enseña y afirma Jesús: vosotros sois mis amigos porque os he revelado todos los secretos. Esta realidad es hoy una oferta para los hombres gratuita y llena de sentido: el encuentro con su presencia real es el encuentro con su amistad silenciosa y profunda. La presencia real de Jesús favorece y fomenta la experiencia de su cercanía. Pero no está sólo Jesús, sino las Tres Personas divinas: se establece una corriente vital entre los tres y los creyentes.
Conclusión:
La Eucaristía es la actualización del acontecimiento salvador de la Muerte y la Resurrección de Jesús ("memorial"). Es un banquete en el que se alimenta el pueblo de Dios que peregrina hacia la vida eterna. Es la afirmación solemne que proclama la Iglesia la presencia real y permanente de Jesús en el Sacramento. Es la experiencia viva de los miembros de la Iglesia. Jesús es el amigo fiel de todos sus seguidores abierto siempre a la intimidad y diálogo vivo con todos. El amigo silencioso que siempre espera a sus amigos.