Dom
26
Jul
2009

Homilía Domingo Decimoséptimo del Tiempo Ordinario

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartio...

Introducción

El evangelio de este domingo pone de relieve la importancia del compartir. Jesús contempla a una muchedumbre hambrienta y se preocupa por ella. Primero consulta a los discípulos que le acompañan: Felipe y Andrés. El primero afirma que no tienen dinero para comprar el pan suficiente (Jn 6, 7), el segundo encuentra a un muchacho que tiene poca cosa: cinco panes y dos peces (Jn 6, 8-9) A partir de ahí, Jesús actúa por medio de sus discípulos. Toma el pan, lo bendice y lo reparte. El amor que anima este gesto de Jesús y de la gente que comparte lo poco que tiene, hace posible el milagro.

El problema de la pobreza en el mundo no es precisamente la falta de alimentos, sino la injusta distribución de los mismos. El acaparamiento y la insolidaridad. Y eso nos incluye a todos y a todas. Podemos tener poco, pero, como el muchacho del evangelio ¿hemos aprendido a dar desde nuestra pobreza? ¿O desde nuestra riqueza? El milagro del compartir es que, no solamente alcanza para todos, sino que sobra. Esto se da en el Evangelio y en nuestra vida real de cada día. Cuando todos compartimos, generalmente sobra.

Este gesto nos lleva a la verdadera comunión. El Amor de Dios, revelado en Jesús, nos constituye como un solo cuerpo, así como una sola es nuestra esperanza (Ef 4, 1-6) La vida nueva surge en la periferia, en las personas que el mundo margina y arrincona. Nuestra sensibilidad debe estar abierta y pronta a la dimensión del servicio. Prestar nuestra solidaridad entrañable en favor del necesitado, enfermo, oprimido, excluido…Jesús nos necesita para repetir, cada día, el milagro de un amor renovado, pues el amor es nuestro destino.