Jul
Homilía Domingo Decimoséptimo del Tiempo Ordinario
Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)
“ Tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartio... ”
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Tema general: la multiplicación de los panes como un signo de la autenticidad profética y de la misión de Jesús que evoca el maná del desierto.
Primera lectura: Segundo Libro de los Reyes 4,42-44.
Marco: El ciclo de Eliseo, que recoge el autor del Libro Segundo de los Reyes, se compone de una serie de bloques: los comienzos, la guerra moabita, algunos milagros de Eliseo, guerras arameas, etc. El fragmento elegido para este domingo pertenece a un conjunto de milagros realizados por Eliseo para reafirmar su misión profética: el aceite de la viuda, la sunamita y su hijo al que resucita, la olla envenenada, la multiplicación de los panes, la curación de Naamán el leproso y el hacha perdida hallada.
Reflexiones:
1ª: ¡Es necesario colaborar con la acción de Dios!
Eliseo dijo a su criado: da los panes de las primicias para que coman. La escena supone dos cosas : que hay presente un grupo numeroso de personas, probablemente escuchando al profeta y que se trata de los panes de las primicias. Sólo son veinte panes. Pero el profeta ordena que se distribuyan entre la gente. A lo largo de la Escritura observamos una constante: la necesidad de las personas prevalece sobre el sentido sagrado de las cosas. Es el estilo impulsado por los profetas. Este primer rasgo ya es significativo. Aunque se trata de los panes de las primicias, la realidad es que hay un grupo de personas, más o menos numeroso, que necesita el alimento. El profeta entiende que la alimentación de las gentes es anterior al respeto por las primicias. Jesús, como lo certifica el Nuevo Testamento, llegará en este modo de comportarse los profetas, hasta el final. Ayer como hoy, la persona es un valor superior al rito y a las normas, si estas no favorecen auténticamente a la personas. Esta actitud profética es una urgencia para los creyente de hoy en medio del mundo: si so se promueve sinceramente el bien de las personas, todo otro recurso pierde el sentido.
Segunda lectura. Efesios 4,1-6
Marco: El capítulo 4 de la Carta a los Efesios integra la parte exhortativa del apóstol. Sabemos que las cartas paulinas tienen, de ordinario, dos partes: una doctrinal y otra parenética o exhortación para conducir la vida. Pues, bien, el capítulo 4 está dentro de esta parte exhortativa. Y, concretamente, el fragmento que proclamamos hoy es una llamada a la unidad, tema que le ha preocupado al autor a lo largo de todo el escrito.
Reflexiones:
1ª: ¡Sobrellevaos mutuamente por amor!
Yo, el prisionero por Cristo. Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados... Sobrellevaos mutuamente por amor. Cuando se escribe esta carta, en la Iglesia han aparecido los primeros brotes de división. Concretamente en Efeso ha aparecido una doctrina que cuestiona la primacía de Cristo y de su Iglesia. Desvirtuar el punto de referencia siempre firme que es Cristo, es comprometer la comunión entre los miembros de la comunidad. Pablo sabe, como Juan y el resto de los autores del Nuevo Testamento, que no es posible el amor fraterno si antes no se ha experimentado el amor que Dios nos tiene. Y este amor se ha manifestado plenamente en la kénosis o abajamiento de la Cruz. Sobrellevarse mutuamente con amor sólo es posible si se vuelve a la pureza de la fe en Jesús y se vuelve a poner en medio y centro de la Iglesia. No hay dos cabezas de la Iglesia, sino una sola. La unidad es el fruto de una confesión auténtica de fe en Cristo y de una respuesta de amor comprometido y manifestado en unas relaciones fraternas conducidas por la humildad, la amabilidad y la comprensión. En la Iglesia es necesaria la diversidad y la unanimidad centrada en Cristo Jesús. Una exhortación que necesitamos hoy para ser testimonio ante el mundo.
Tercera lectura: Jn 6,1-15.
Marco: el capítulo 6 del evangelio según san Juan forma, en su conjunto, una sola realidad pero expresada a dos niveles: dos signos y un profundo discurso. El conjunto se titula: Jesús el pan vivificante. En el trasfondo de todo el capítulo se evoca el milagro del maná producido durante la travesía por el desierto. Pero aquello fue una figura, un anuncio solamente. Jesús es el pan verdadero que da realmente la vida a la humanidad en su travesía por la historia. El fragmento de hoy recoge el milagro (signo) de la multiplicación de los panes.
Reflexiones:
1ª: ¡Dios actúa siempre ordenadamente para el bien del hombre!
Jesús tomo los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados; lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Jesús tantea a sus discípulos planteándoles un problema: ¿cómo se puede proporcionar alimento a tanta gente en el descampado? Siempre ha llamado la atención este planteamiento. El evangelista Juan da la explicación de que Jesús lo hacía para tantearles, pues bien sabía él lo que tenía que hacer. Esta es la conclusión de una reflexión pascual sobre la identidad de Jesús. Es un gesto significativo el que Jesús proporciona. No tiene valor definitivo en sí mismo. La acción que Jesús realiza está orientada a revelar una faceta más profunda e importante de su persona, a saber, que es el Profeta superior a Moisés. Este tema lo desarrollará a lo largo del discurso que continúa el relato del milagro. Para la escuela joánica un “signo” es una realidad consistente en si misma pero cuya razón de ser se esclarece por orientar la atención hacia Jesús mismo. Ya en el plano del signo apunta el narrador a hacia dos realidades: el signo se produce previo un gesto de Jesús que toma los panes, los bendice y los distribuye. El espectador del acontecimiento capta sólo un signo visible y presente; el lector del evangelio cae en la cuenta de que este gesto de Jesús prepara la verdadera significación: Jesús mismo es el Pan de vida que hay que recibir a dos niveles, que nos explicará a continuación el evangelista, y que proclamaremos los domingos sucesivos. Los gestos son importantes cuando son reveladores e indicadores de realidades más amplias y profundas. La Iglesia necesita, a imitación de Jesús, ofrecer al mundo gestos significativos que apunten a las profundas necesidades de los hombres.
2ª:¡ Este es el Profeta que tenía que venir al mundo!
La gente, al ver el signo, decía: Este sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo. Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo. En el evangelio de Juan no encontramos el relato de las tentaciones en el desierto, después del bautismo de Jesús y antes de comenzar su ministerio. Pero este corto fragmento nos revela que las tentaciones las sufrió Jesús durante su ministerio y a través de las gentes que le rodeaban, con la finalidad de apartarle de su misión. Una forma más verosímil, a mi entender, de presentar esta experiencia de Jesús. El evangelista anuncia con estas palabras cómo hay que leer el discurso que sigue al signo. Los judíos esperaban del Mesías que renovaría los prodigios realizados en la travesía del desierto por medio de Moisés. El Mesías sería un Nuevo Moisés. Sabemos por la lectura de Ex 16 y otros textos, que uno de los milagros más llamativos y más permanente en aquella travesía fue el prodigio del maná. Pues bien, las gentes deducen inmediatamente: si Jesús ha realizado este prodigio es una señal evidente de que es el Mesías, nuevo Moisés. Pero el drama que se va a desencadenar en este capítulo 6 de Juan surge cuando Jesús intente interpretar aquel signo del desierto. Sólo era un signo que necesitaba ser interpretado. El maná era un signo para que el pueblo aceptase a Moisés como verdadero enviado de Dios y transmisor-mediador de su Alianza y de su voluntad, realidades más permanentes que el propio maná. Jesús no acepta que le tengan por un Mesías nacional y se retira a la montaña, él solo. La significación profunda de estos signos y de estos gestos los desarrollará el evangelista a lo largo del capítulo sexto, que proclamaremos los cuatro domingos siguientes. La Iglesia cuya misión es, en medio del mundo, transmitir el mensaje definitivo de salvación, debe cuidar con esmero dos cosas: ofrecer gestos convincentes de comunión y solidaridad con el hombre, pero advirtiendo que sólo son gestos de una oferta mucho más importante, a saber, el anuncio del evangelio como respuesta a las necesidades más profundas del hombre.