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Homilía IV Domingo de Cuaresma
Año litúrgico 2021 - 2022 - (Ciclo C)
“ Su padre lo vio y se conmovió ”
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Primera lectura: (Josué 5,9a.10-12)
Marco: Celebración de la Pascua en Guilgal, es decir, ya en la tierra prometida. El proyecto y la promesa de Dios de poseer una tierra comienzan a hacerse historia.
Reflexiones
1ª) ¡La hazaña liberadora de Dios llega a su meta!
Hoy os he quitado de encima el oprobio de Egipto. Este breve texto de Josué es una clave para interpretar el conjunto. Desde el primer texto que hemos reflexionado anteriormente, la promesa y la alianza con Abrahán, hemos ido contemplando la realidad de la promesa como un hilo conductor de todas estas reflexiones y la actitud de fe-esperanza o confianza que él prestó a la actuación de Dios. El mismo Dios recuerda ahora: Ya sois libres en la tierra de la libertad. Ya se ha cumplido la promesa, aunque todavía no totalmente, de la posesión de una tierra. Guilgal forma parte y es una primicia de la posesión de la tierra. Aunque bien es verdad que no será realidad acabada hasta el reinado de David. Y celebraron la Pascua, es decir, la fiesta de la liberación.
Segunda lectura: (2 Corintios 5,17-21)
Marco: Esta carta es una defensa del apostolado de Pablo, es decir, es una apología. El clima de toda la carta es denso y tenso. La misión de Pablo no fue un camino de triunfos fáciles, sino más bien un camino de cruz permanente.
Reflexiones
1ª) ¡La apasionante novedad aportada por Cristo!
El que es de Cristo es una criatura nueva: lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Este fragmento forma parte de la sección más tensa de la carta. Habría que resaltar algunos elementos importantes. En primer lugar, que lo viejo ha pasado, y que ha llegado lo nuevo como obra de Dios que ha querido reconciliar al hombre consigo por medio de Cristo, movido sólo por el «amor» a los hombres. Pero este don de la reconciliación hay que continuarlo siempre. Para ello Dios ha tenido a bien confiar este ministerio de la reconciliación a hombres como embajadores de Cristo. Y, entre ellos, Pablo está en primera fila. Pablo es un embajador de Dios para llevar a los hombres la gracia de la justificación concedida a todos por medio de Cristo. Dios ofrece esta reconciliación a todo el mundo. No es un privilegio de una raza, lengua, pueblo o cultura. Es universal y sin fronteras. Es para todos los hombres y para todo el hombre, porque Dios es Padre que ama a todos los hombres y de todos se interesa. Ya lo había anunciado desde antiguo cuando eligió a Abrahán como signo de bendición para todas las naciones. Y ahora lo realiza en la verdadera descendencia de Abrahán que es Cristo mismo y los que, siguiéndole, forman la Iglesia. A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en Él. No se puede afirmar más enérgicamente cuál ha sido el proyecto de Dios.
Evangelio: (Lucas 15,1-3.11-32)
Marco: Todo el capítulo 15 contiene tres parábolas que se ha convenido en llamar de la misericordia. Aunque en realidad podrían calificarse como una vigorosa defensa del Evangelio de la misericordia contra pos opositores en tres estampas. Hoy se trata de la parábola del hijo pródigo.
Reflexiones
1ª) ¡El amigo de los pecadores!
Se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos: Ése acoge a los pecadores y come con ellos. Es necesario situarla bien. Y lo hace el propio Lucas de una manera magistral llevándonos al momento histórico de Jesús con toda probabilidad: Jesús come y trata con los pecadores con toda libertad. Recuérdese lo que significaba para los antiguos participar en la misma mesa, comer con otras personas. Tenía un sentido de comunión vital entre las personas mucho más hondo y profundo que para nosotros. Jesús practicaba habitualmente la comensalía abierta en la que estaban presentes toda clase de gentes marginadas por razones morales, económicas o sociales. La comensalía abierta era la ruptura de un modo de entender la vida, la religiosidad y las relaciones sociales establecidas desde siempre, era una provocación. Y fue una de las causas del rechazo de Jesús por parte de los letrados y fariseos. En Jesús, los pecadores han encontrado un verdadero amigo que les comprende, que no se escandaliza de ellos. Justamente lo contrario que los «puros» fariseos y los «meticulosos» escribas o rabinos*, celosos guardianes de la ley de santidad y pureza legal. En ese marco, muchas veces repetido en el ministerio de Jesús, se pronuncian estas tres parábolas: dragma perdida, oveja perdida, hijo pródigo.
Nótese el juego de situaciones: perdido y hallado; alegría y tristeza; acogida y rechazo. Pero ¿a quién dirigió Jesús estas tres perlas de creación exclusiva de su espíritu de poeta y místico?... Nuestra inclinación espontánea es creer que los oyentes en quienes Jesús pensaba eran los perdidos, es decir, los pecadores. Pero no es así. El texto mismo nos invita a entenderlo de otro modo: los interlocutores son los fariseos y los escribas. Los pecadores, que han experimentado el amor y el perdón del Padre hecho historia presente en Jesús, son más bien los espectadores de estos tres relatos. Ellos ciertamente eran lo perdido, pero han encontrado el amor y el perdón. Están realmente en la casa del Padre disfrutando de la fiesta. Se podría decir que para ellos el propio Jesús es la parábola viva del amor misericordioso del Padre. Y eso lo experimentaban diariamente en el modo de comportarse Jesús con ellos: les descubría, con exquisita delicadeza, su situación; les invitaba, en su intimidad, a reconocer su estado; les concedía el perdón; les alentaba a un futuro mejor libres ya de las ataduras del pecado que nos les había permitido realizarse como criaturas libres y felices de su Padre celestial. Los pecadores no necesitaban el recurso a las parábolas como relatos instructivos de otra realidad más profunda en el orden religioso.
2ª) ¡En Jesús y por Jesús se produce un cambio inaudito!
Sacad enseguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete... Todos los detalles de la vestimenta y de los adornos corresponden a una boda, que es la expresión suprema de alegría entre los judíos del tiempo de Jesús. El banquete de bodas es el banquete de fiesta por antonomasia. Esta parábola tiene dos partes y dos moralejas*. Y sabemos que en las parábolas de dos moralejas la segunda es más importante que la primera en el plano de la parábola. La primera parte es todo el relato de la venta de los bienes, del hijo menor que se va y lo malgasta todo, pero entrando en sí mismo se da cuenta de su situación y decide volver a su padre que lo recibe con inmenso amor y alegría, y le ofrece una gran fiesta (vv. 11-24). La segunda parte (vv.25-32) es la reacción del hermano mayor, que rechaza, a la vez, la generosidad de su padre y la vuelta de su hermano. Jesús quiso con esta parábola defender el Evangelio de la misericordia contra los que la criticaban, es decir, los rabinos y los fariseos murmuraban diciendo: éste acoge a los pecadores y come con ellos.
El hermano mayor que no acepta a su hermano menor, son esos rabinos y fariseos. ¡El Padre celestial es así! ¿Por qué miráis con malos ojos y duro corazón el modo de actuar del Padre? Y yo soy su Lugarteniente. Soy su amor entre los hombres. El momento histórico en que vivió Jesús, esta actitud suya le conducirá poco a poco hasta la muerte. Fue una de las causas principales de su persecución por parte de los fariseos y rabinos. También hay que dirigir la mirada a la primera parte de la parábola: la ternura del padre, que sale cada día a las colinas que rodean su hacienda para mirar a lo lejos a ver si vuelve su hijo. Y un día se produjo el milagro: y corrió hacia él y se lo comía a besos. Dios es así en su misericordia y en su profundo respeto a los hombres. Le dejó utilizar su libertad. Él se la había dado y no se la roba, ni la intercepta violentamente. Pero conoce la intimidad del hombre mejor que el hombre mismo. Por eso le espera. Pero el hermano mayor no quería entrar. El Padre sale a rogarle y solicitarle a que entre. Y esta es la pregunta: ¿Entró finalmente el hijo mayor en el banquete de fiesta en honor de su hermano menor recuperado? Lucas nada dice. Prefiere dejar la respuesta en suspense. Ése es su valor narrativo y dramático para que siga siendo un interrogante para todos los tiempos. Hoy también se producen las dos situaciones y en no pocos casos con especial virulencia. Una llamada a imitar al Padre y ofrecerlo a los hombres mediante el testimonio de los creyentes. Es necesario hacer fiable y creíble el amor de Dios a los hombres mediante la experiencia viva y renovada en su frescor en la Iglesia.
3ª) ¡El misterio del Padre–Dios!
En este Domingo, ya próximos a la celebración litúrgica del acontecimiento pascual, conviene insistir en ese modo de ser del Padre celestial, de nuestro Abbá, como nos enseñó Jesús a llamarle. Al hombre moderno, que se siente tan solo y tan falto de comunión, es necesario repetir una vez más que Dios está ahí, esperándolo; que nunca manipula su libertad; que Dios tiene otros comportamientos. Pero también conviene insistir a quienes frecuentan nuestras iglesias, que Dios no es su propiedad privada y exclusiva. Que Dios es desconcertante. Que Dios les puede escandalizar en su modo de actuar. Si aceptamos de verdad que una de las causas del ateísmo moderno es la falta de testimonio coherente de los creyentes, yo pienso que en este Domingo habría que subrayar fuertemente la segunda parte de la parábola, la principal: es necesario que los hijos «buenos» sepan entrar en la fiesta a la vuelta del hijo díscolo y desorientado. Que es necesario estar en disposición para acoger de nuevo y sin condiciones al drogadicto, al transeúnte crónico, al alejado de la familia, a tantos hombres y mujeres que caminan por el mundo rotos y sin esperanza.