Jul
Homilía XVII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)
Comentario bíblico
de Fr. Gerardo Sánchez Mielgo - (1937-2019)
Primera lectura: (Génesis 18,20-32)
Marco: En un estilo narrativo se nos presenta hoy la realidad de la maldad de los hombres y la disposición de Dios a la compasión y misericordia. La oración de Abrahán subraya la fuerza de la intercesión de los justos ante Dios.
Reflexiones
1ª) ¡Dios, rico en misericordia, está siempre dispuesto al perdón y a la indulgencia!
El juez de todo el mundo ¿no hará justicia?... Perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos. Algunos datos: el primero, los dos interlocutores tienen intereses en esa ciudad. Abrahán, porque vive allí su sobrino Lot y su familia. Abrahán quiere salvarlo y liberarlo de la destrucción. Esto hace que su oración sea intensa y apremiante. Por otra parte, Dios es un juez intachable que no puede quebrantar la justicia destruyendo a los inocentes junto con los culpables. Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (Ezequiel). El segundo, la escenificación de este diálogo-forcejeo-oración está presentada narrativamente según el estilo de los tratos mercantiles entre los antiguos (Gn 23!). Al final, Dios está dispuesto a perdonar a toda la ciudad aunque sólo se encontrasen en ella diez personas inocentes. ¡Cuánto necesitamos asimilar la plasticidad de estas escenas que nos transmite la Escritura como palabra verdadera de Dios y cuánto necesitamos acertar con el modo de presentar a nuestros hombres y mujeres la riqueza de su contenido! Porque hoy seguimos necesitando ese acercamiento a Dios, como lo hizo Abrahán y por las mismas razones o semejantes que las que tuvo él. ¡El Juez de todo el mundo hará siempre justicia, pero atenuada ampliamente por la clemencia, indulgencia y tolerancia!
Segunda lectura: (Colosenses 2,12-14)
Marco: Se enmarca en la sección dedicada a los falsos maestros. Sólo en Cristo está la plenitud. Y su obra salvadora, universal y singular, alcanza a todos.
Reflexiones
¡Creer en el poder de Dios que resucitó a Jesús, garantía de verdadera y firme esperanza!
Habéis creído en la fuerza de Dios que resucitó a Jesús. Según las expresiones que encontramos a lo largo del Nuevo Testamento, el bautismo es la realización visible de una maravilla que se opera en la intimidad de los hombres y mujeres que se deciden a recibirlo. Los textos hablan de ser bautizados en el nombre de... Pues bien, por el bautismo los hombres pasan a ser propiedad de aquel en cuyo nombre se bautizan, es decir, de Dios y de Cristo Jesús, en el Espíritu. El bautismo es un signo visible de esta realidad invisible y fundamental. El bautismo es participación y comunión real (aunque en sacramento) en la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. En segundo lugar, hay que subrayar la expresión del autor de la carta (que aparece en otros lugares del Nuevo Testamento) en que se indica que ese gesto ha de ir acompañado de un acto sincero y total de fe en el poder de Dios, que resucitó a Jesús de entre los muertos. Nuestro acto personal de fe recae sobre el poder que lo ha hecho posible y real. La fe es una adhesión personal al Dios personal. Y en este caso al poder soberano del Dios de la vida que vence la muerte y abre los caminos de una vida que no tendrá fin. Y el primer acto, y fundamental, es la resurrección de entre los muertos de la humanidad de su Hijo. En la resurrección de ese hombre llamado Jesús, toda la humanidad es llamada a la resurrección y a la vida. Este es el mensaje central del Nuevo Testamento que hemos de proclamar incansablemente porque es el fundamento más seguro de la esperanza de la humanidad. Hoy como ayer es necesario proclamar este mensaje de singular importancia y sentido para el hombre moderno, aunque no sea consciente de ello.
Dios os dio vida en Cristo, perdonándoos todos los pecados... El protocolo es una referencia a este momento inicial de la historia humana o, mejor, de la prehistoria humana que se pierde en la lejana perspectiva de los orígenes. La cruz, o más bien Cristo en la cruz, es la contrapartida que Dios ofrece al mundo realizando y ofreciéndole la reconciliación. La cruz no será un motivo de escándalo ni un signo de fracaso, sino el lugar privilegiado y providencial del reencuentro del Dios de la vida y del amor con el hombre. En breves frases el autor nos ha presentado las dos caras de la realidad humana. Prevaleciendo la oferta que Dios hace en la cruz. La cruz es fuerza y fuente liberadora de la ley, del pecado y de la muerte. O, dicho en positivo, la cruz es una fuerza liberadora en todos los aspectos humanos. También este mensaje es necesario ofrecerlo en su pureza y autenticidad a los hombres de nuestro tiempo. Por eso el redactor joánico afirma: cuando yo sea levantado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.
Evangelio: (Lucas 11,1-13)
Marco: La lectura recoge una hermosa catequesis sobre la oración, colocando en el centro la oración del Padrenuestro (cf. Mt 6,9-15). Lucas ofrece una catequesis a aquellos que no saben orar, con la finalidad de enseñarles a hacerlo. Mateo presenta una catequesis a través de la cual Jesús corrige a los fariseos que rezan mucho, pero lo hacen mal en la forma y en el fondo.
Reflexiones
1ª) ¡Jesús es el modelo de toda oración!
Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. A lo largo de su vida, Jesús fue un hombre de asidua oración. Él es el modelo acabado de oración en todas sus vertientes: mental o íntima, vocal, personal, comunitaria. La oración es un diálogo íntimo con Dios en el que se ponen a contribución todos los dones recibidos. Jesús no rompió nunca ese diálogo con su Padre. Se pasa con frecuencia las noches en oración. Y precisamente este gesto repetido de oración es el que impulsa a los discípulos a rogarle que les enseñe a orar. Porque han visto la práctica de Jesús tienen la confianza de suplicarle para que les dé una lección sobre el contenido y la forma de hacer ellos lo mismo. Sabemos que en tiempos de Jesús existían una serie de oraciones muy características y utilizadas abundantemente por los judíos (las 18 bendiciones*, el qaddish*, el shemah*). También los discípulos del Bautista poseían una oración que les distinguía y caracterizaba. Los discípulos de Jesús quieren poseer su propia y característica oración. Y eso es lo que piden y Jesús se la ofrece. En un mundo donde abunda el ruido y las prisas ¡qué difícil se hace la oración! ¿Es necesaria, útil, propia del hombre moderno culto y autosuficiente? Es necesario recurrir al modelo y a la praxis de Jesús para responder convincentemente: Jesús oraba insistentemente. El hombre, en cualquier profesión, estado o situación, lo necesita.
2ª) ¡La oración, trato de amistad con el Padre que mueve todo el mundo interior!
Cuando oréis, decid: Padre... En primer lugar, el Padrenuestro sintetiza los mejores ideales por los que vivió y murió Jesús. Estos son los valores que apasionaron a Jesús y le impulsaron al ministerio evangelizador y al don de la vida en totalidad. En segundo lugar, Jesús quiere introducir en su intimidad con el Padre a todos los discípulos de todos los tiempos. Esta oración la enseñó Jesús a sus discípulos. Solo los identificados con él sacramentalmente y por la fe pueden utilizar las mismas expresiones que él. En tercer lugar, la división de la oración en tres bloques nos permite su mejor comprensión: la invocación Abbá (Papá) es original de Jesús y significa la confianza con el Padre y, a la vez, su obediencia y comunión. El discípulo es trasladado a un clima del todo singular. Las invocaciones de deseo centradas en algunos temas de la predicación de Jesús. La santificación del Nombre de Dios expresa un profundo deseo de que Dios mismo lo santifique llevando adelante su proyecto de vida y felicidad a favor de los hombres. El deseo de la venida del reino expresa también la seguridad de los discípulos de que Dios mismo establecerá su reinado, ejercerá su soberanía de libertad y comunión en el mundo ya. Las demandas de petición intentan abarcar la totalidad de la existencia de los discípulos como son las cosas (materiales y espirituales) que los hombres necesitan para conducir la vida humana y el discipulado; el perdón de las ofensas recibido de Dios y concedido al hermano nos capacita diariamente para la comunión con Dios y con los demás; la petición de no sucumbir en la tentación es la garantía de conseguir una meta feliz. Esta oración conserva hoy su frescor y atracción.
La oración no es un quehacer reservado para algunos tiempos y lugares. Con la explicación anterior, descubrimos que la oración es un ambiente vital en que respira, crece y se desarrolla la vida del discípulo. La oración es un quehacer de todos los días, en todos los lugares y en todas las situaciones. Jesús así lo enseña con estas exhortaciones que culminan la catequesis sobre la oración. Si es un diálogo íntimo con el amigo, con el Padre y con el Huésped del alma, es posible realizarla siempre y en todo lugar. Por tanto, la oración es propia de los espíritus que saben perseverar de una manera inquebrantable. Para convencernos de esta verdad, el narrador nos recuerda una parábola de Jesús que plastifica de forma admirable la enseñanza que se quiere transmitir. Al final, siempre tiene su fruto la oración. Y, en la versión lucana, se expresa como cima última la donación del Espíritu a los que se lo piden insistentemente a su Padre celestial. Hoy como ayer, es necesario volver la mirada a esta página incomparable sobre la oración: a quién dirigirnos en la oración, qué debemos desear o pedir, y quién acompaña siempre esta oración: Jesús de Nazaret y el Espíritu.