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Homilía II Domingo de Cuaresma
Año litúrgico 2020 - 2021 - (Ciclo B)
“ Este es mi Hijo, el amado; escuchadlo ”
Introducción
En este segundo domingo de cuaresma las lecturas nos presentan unos caminantes en tensión. Por un lado, Abrahán que junto a Isaac camina hacia el monte Moría, por otro lado, Jesús lleva a Pedro, Santiago y Juan al monte Tabor. Leídos en el contexto de la cuaresma es claro que ambos relatos nos indican lo difícil y desafiante que es el camino de la vida. Un camino que no recorremos solos, sino que Dios está a nuestro lado. Para Abrahán esta subida es renuncia que implica una gran confianza. En él la fe es confianza vivida esperanzadamente. No hay confianza sin esperanza, ni esperanza que no sea confiada. El filósofo danés Soren Kierkegaard describe, en su libro Temor y temblor, los pensamientos y sentimientos que afloran en Abrahán como hombre religioso que confía. Para los discípulos de Jesús la subida al monte tiene lugar entre los dos anuncios de la Pasión que realiza Jesús.
La montaña, entendida como metáfora religiosa, implica esfuerzo, empeño, purificación, en donde solo es necesario lo imprescindible. Alcanzar la cima implica superación. Al mismo tiempo la montaña es lugar privilegiado de búsqueda, encuentro y escucha con nosotros mismos y con Dios.
En esta cuaresma tal vez sea preciso salir de nuestras rutinas, esforzarnos por subir y contemplar las dificultades de la vida como parte de un camino que nos permitirá tener una mirada más nítida de la existencia. Como nos recordaba Pablo en la segunda lectura: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? (Rm 8,31b). Es tiempo de fe confiada.
Los protagonistas no bajan de la misma manera, algo ha cambiado en ellos. Sus corazones tienen una nueva esperanza. “La esperanza nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes.” (Fratelli tutti 55)
Esta nueva mirada cambia nuestra idea de Dios, cambia nuestra vida, se transfigura. Entonces vivimos el presente con confianza y miramos el futuro con esperanza.