Dom
28
Mar
2010

Homilía Domingo de Ramos

Año litúrgico 2009 - 2010 - (Ciclo C)

..si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • La frivolidad del éxito momentáneo el gran engaño

La celebración de este domingo tiene dos partes. Una es la bendición de ramos con la lectura evangélica de la llamada “entrada triunfal de Jesús en Jerusalén” Ramos de olivo, que aluden a la paz, -es el Príncipe de la paz-; de laurel, que alude al triunfo, ¡”Hosanna al Hijo de David!”, de palmera que simboliza el aplauso, las palmas, popular. La otra el aludido relato de la Pasión en la eucaristía tras la procesión triunfal. Hubo un momento de triunfo, pero se debió a un pueblo sencillo, pronto a dejarse a arrastrar por acontecimientos, sin reflexión honda. El aplauso indigna las autoridades religiosas, que sí sabían lo que querían, lo habían meditado detenidamente. Y que acabarán arrastrando al pueblo del “Hosanna” al de “Crucifícale”. Jesús desde el principio de su vida pública – en las tentaciones del desierto- rechazó el populismo. Por superficial.

  • Lectura y meditación de la Pasión de Cristo, según san Lucas

El relato de Lucas tiene sus propios matices: es menos duro que el de Marcos y Mateo. Aparecen personajes que se apiadan de Jesús, como las mujeres de Jerusalén, el “buen ladrón”; su grito antes de expirar no es el desgarrado “Dios mío Dios mío por qué me has abandonado”, sino el sereno “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. Jesús recibe un reconocimiento póstumo de la boca del centurión, “verdaderamente éste era un hombre justo” y de la muchedumbre que volvía a sus casas lamentando lo que habían hecho con él. En fin, si bien a distancia “los conocidos y las mujeres” habían seguido los acontecimientos, no le habían dejado absolutamente solo. El momento quizás más duro fue el de la oración del huerto de Getsemaní, ante la inminencia de lo que le venía encima sudó sangre de angustia; pero sus palabras expresan la grandeza de su ser “Padre, si quieres aparta de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

  • El sueño del cristiano ante el dolor lo más improcedente

Decepcionante es ver cómo los discípulos dormían ajenos a su agonía, es decir: a la lucha interior que se desarrollaba entre el amor a la vida de Jesús y cumplimiento de su compromiso de amor hasta el final – la voluntad del Padre-. La Iglesia nos exige a los cristianos que no quedemos ajenos a estos acontecimientos, durmiéndonos en nuestro deseo y decisión de descanso, al margen de lo que se celebra, dando un valor exclusivo de vacación a estos días. Las procesiones son una llamada de atención a lo real de la Pasión y a sentirla, vivirla en nuestro corazón. La pasión de Cristo no pierde su dureza porque conozcamos que todo desembocará en la resurrección. “No podemos pensar que la Pasión es sólo un preludio a la Resurrección” (Von Balthasar). Hay que meditar la pasión y la muerte del Hijo de Dios en toda su “terribilidad”, tal como la vivieron los hombres que la causaron, y, sobre todo, quien la sufrió. (Cardenal Martini).  Son días de poner a prueba la hondura de nuestra condición cristiana, de saber si es sólo un barniz sociológico, o algo que se asienta en la médula de nuestra conciencia.

  • No absolutizar el dolor

La pasión de Jesús es auténtica. Como la de tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia y en nuestros días. La Pasión, como el dolor, no tiene la última palabra Tampoco la única. No la tiene si se le encuentra sentido: si se sufre por alguien y con alguien, para alguien. Jesús vivió el dolor con ese sentido, hasta la muerte. Impregnado de amor y solidaridad con todos, incluso con los que le condenan: “Perdónales Señor, no saben lo que hacen”. Al final puede decir al Padre que le acompaña en el dolor: “Todo se ha cumplido”; “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Un espíritu que resucitaría a su cuerpo para restaurar su integridad humana gloriosa y definitiva.