May
Homilía Corpus Christi
Año litúrgico 2015 - 2016 - (Ciclo C)
“ Unir nuestra vida a la vida de Jesús ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
La multiplicación de los panes
La multiplicación de los panes es el episodio de la vida de Jesús que en más ocasiones y con más detalle se nos cuenta en los Evangelios. En esta solemnidad del Corpus encontramos la versión de Lucas, el cual nos quiere hacer conscientes de la relación entre la Eucaristía y la vida cotidiana. Un detalle del texto nos abre a la comprensión de esta relación: el hambre de la multitud: “Despide a la gente para que se vayan a las aldeas y caseríos de alrededor a buscar albergue y comida porque aquí estamos en despoblado” (Lc 9,12)
Un problema parece entreverse en esta petición de los discípulos a Jesús: el hambre de la gente; hambre de pan, hambre de todo aquello que alimenta la vida, de todo aquello necesario para tener una vida plena que es la necesidad de amor, de justicia, necesidad de un salario que nos permita vivir, necesidad de vivienda… éste hambre que tiene que ser saciada.
Al mismo tiempo que percibimos el problema del hambre, surge en nosotros una pregunta: ¿cómo saciar el hambre? Los discípulos hacen su propuesta: despide a la multitud; o dicho con otras palabras lógicas de nuestro mentalidad: que cada uno se apañe, que cada uno se vaya a comprar… Esta es la lógica del mercado. La lógica del mercado tiene un distintivo claro: percibe los bienes materiales como propiedad que se puede comprar, y no como dones. Y es a raíz de esto como surge el mercadeo con los bienes materiales, espirituales. La lógica del apañarse, del creerse propietarios, es la lógica del paganismo y no del cristianismo.
Sin embargo, la propuesta de Jesús: “Dadles vosotros de comer.” Esta respuesta de Jesús pone subraya un hecho: los hijos de Dios no somos dueños sino administradores de los bienes que pertenecen a Dios. Por tanto, una pregunta legítima y adecuada del cristiano es: ¿cómo debemos gestionar estos bienes para que todos tengan?
Más aún, Jesús da un paso al frente en su propuesta: poned en común todo lo que tengáis. Frente a la lógica de la comunión aparece de nuevo la lógica de los discípulos, de nosotros, del mercado: “Eso no es nada, no es suficiente porque no tenemos más que 5 panes y 2 peces”(Lc 9,13) Pensar que los bienes no son suficientes para el mundo es una blasfemia contra Dios porque la creación es suficiente para el hombre.
Ante esta blasfemia de los discípulos, Jesús toma la totalidad de los bienes (5 panes y 2 peces) que hay disponibles, alza los ojos al cielo y dice la bendición. Con este gesto, Jesús reconoce la fuente de todos los bienes: Dios. Por eso, si el pan pertenece a Dios, nosotros somos los administradores del pan. Los bienes de la tierra no son posesión del hombre, sino regalos del creador. Nosotros somos comensales de una mesa que pertenece a Dios, huéspedes de un banquete de comunión. Y así, los bienes de Dios solamente pueden ser repartidos y aceptados por aquellos que entran en la lógica de Dios y no del mercado.
Relación con la Última Cena
Este episodio de la multiplicación de los panes está relacionada con la Última Cena y, en definitiva, con la Eucaristía. En la última cena, Jesús sabe que está a punto de morir y, en consecuencia, deja su testamento: Toma el pan y dice: Este es mi cuerpo. Toma el vino y dice: Ésta es mi sangre. O dicho con otras palabras: “Éste soy yo, ésta es mi vida, ésta es mi historia” En la Eucaristía, no están presente los músculos ni los huesos de Jesús, sino que Todo Él está concentrado en éste pan y en éste vino. Porque toda su vida ha sido un hacerse pan, y por eso encontramos una invitación: tomad y comed. El deseo de Jesús es que el discípulo una su vida a la vida de Jesús.
Comer y Beber la vida de Dios. Comer el pan y beber el vino es aceptar la vida de Jesús, unir nuestra vida a la vida de Jesús. Y esté acciones de Comer y Beber es aceptar a Dios como Jesús lo ha presentado y no a nuestra imagen y semejanza. Por eso, cuando se come y se bebe la vida de Jesús, se hace el compromiso, la promesa, de unir nuestra vida a Dios y transformarla en don de vida para los hermanos. Este es el misterio de la Eucaristía.