Dom
29
Jul
2018

Homilía XVII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2017 - 2018 - (Ciclo B)

Comieron, se saciaron y sobró

Introducción

En este domingo una de las ideas dominantes en la liturgia de la Palabra es la estrecha relación que existe entre la bendición de Dios y la abundancia que sigue a la bendición de parte de Dios. Dios, al derramar su bendición, lo bendecido se multiplica hasta sobrar. Dios no es cicatero ni tacaño, es generoso y superabundante.

La mayor generosidad de Dios se muestra en la persona del Hijo, en Jesús. Dios no se reservó nada para sí mismo. Su amor a la creación y, en particular, a la humanidad se manifestó de una manera superlativa en el misterio de La Encarnación, por el cual, Él mismo, sin dejar de ser Dios, se hizo en todo semejante a nosotros menos en el pecado. Jesús es el fruto bendito de la relación y el compromiso de Dios con la humanidad, que se sirvió de una doncella de Nazaret para humanarse.

Dios, que es el mismo Amor, no es insensible ni impasible ante los sufrimientos y necesidades de hombres y mujeres. Dios no es un ser hierático y distante, como lo eran las divinidades del mundo antiguo, sino un ser cercano, compasivo y misericordioso, sensible y atento a todo aquello en lo que está en juego la vida. Pues la vida, sobre todo la eterna, es lo importante. Garantizar la vida es prioridad indiscutible del Dios cristiano.