Dom
29
Sep
2019

Homilía XXVI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)

El Señor ama a los justos

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Los otros mandamientos de la Ley de Dios

Por mucho tiempo, a los seguidores y seguidoras de Jesucristo se nos ha hecho aprender e internalizar los Mandamientos de la Ley de Dios como “todo” aquello que había que saber y cumplir para ser buenas personas”. Por facilitar o simplificar la vida a las gentes, vamos a pensarlo así, ha habido otra serie de enseñanzas, presentes en el evangelio, en la tradición, en la doctrina de los grandes santos, padres de la Iglesia y papas que ha ido quedando en las cunetas de la vida cristiana.

La Doctrina Social, que se ocupa, entre otras muchas cosas de nuestro comportamiento para con los apartados, los descartados, como los llama el papa Francisco, los marginados, ha sido, curiosamente, marginada también.

Los textos que se leen hoy en las iglesias de todo el mundo deberían ayudarnos a reflexionar sobre nuestros comportamientos para con nuestros hermanos y hermanas, con el planeta, la Casa Común en la que habitamos y que anda tan pachucha de los males que los propios seres humanos hemos ido provocando en este puñado de años que vivimos sobre ella. También estas formas de estar, relacionarnos, respetar o no el medio ambiente, consumir sin pensar hasta consumirnos nosotros mismos, son competencia de nuestra fe.

El seguimiento de Jesús supone una espiritualidad concreta que incluye, por supuesto, relacionarnos con él, orar, participar activamente en la vida de la Iglesia, en las celebraciones comunitarias pero también, y al mismo tiempo, ser ciudadanos y ciudadanas activos, participativos, que pagan sus impuestos, se involucran en la mejora de la sociedad y pagan de manera justa a sus trabajadores, ...

Sustenta al huérfano y a la viuda

Y hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos y abre los ojos al ciego... dice el salmo de hoy, el 145. Así también nos recuerda la liturgia cómo es el Dios al que Jesús llamaba papaíto, su Abba. Un Padre y Madre preocupado por sus hijos e hijas, fundamentalmente por los descartados: huérfanos, viudas, ciegos, oprimidos, sus queridos, sus preferidos. Como el pobre Lázaro de la parábola de hoy.

Lázaro, epulón y “la vida muelle”

San Óscar Romero, san Romero de América, como lo llaman sus paisanos, critica la vida de estos “disolutos” a quienes se refiere el profeta Amos en la primera lectura. Dice que se han instalado en una “vida muelle”, una vida lujosa que no les permite agradecer a Dios el tiempo de paz que viven, tan ocupados en sus lujos. Parece que, en este sentido, la palabra muelle toma sentido de los dos primeros significados del diccionario que la define como: «1. adj. Delicado, suave, blando. 2. adj. Inclinado a los placeres sensuales».

El rico de la parábola también se ha entregado a este tipo de vida que no deja ni un hueco para mirar alrededor, para ver a quienes están peor. Destaca el recientemente canonizado, que es la única parábola en la que conocemos el nombre de pila de uno de los protagonistas, Lázaro, el pobre, cosa muy significativa, ¿no creen? Romero explica también, en una homilía para estas lecturas que el nombre significa “el que confía en Dios”. «Este es el pobre, -dice el santo-, el que confía en Dios».

Y también recuerda el salvadoreño que nuestros bienes, los personales y comunitarios, los económicos, muebles e inmuebles y, por supuesto los no materiales, —las especificaciones son nuestras—, tienen una función social, servir al bien común. No puede ser que se sigan dando esos enormes contrastes que ya Jesús mostraba en la parábola: «mientras él banqueteaba, el pobre ni siquiera comía las migajas que caían de su mesa», añade Romero.

Si lo que tenemos o somos nos insensibiliza o nos hace perder la capacidad de ponernos al servicio de las demás personas, especialmente de las personas empobrecidas, parece que no hubiéramos entendido demasiado del evangelio que vino a predicar Jesús de Nazaret.