Lun 21 Oct
Dom
3
Nov
2019Nov
Homilía XXXI Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)
“ He venido a salvar lo que estaba perdido ”
Pautas para la homilía de hoy
Reflexión del Evangelio de hoy
Valdría la pena interpretar el encuentro de Jesús con Zaqueo desde las claves que el Libro de la Sabiduría nos ha ofrecido. He aquí algunas aproximaciones.
- La conversión de Zaqueo ocurre en la intimidad de un encuentro. Zaqueo –hombre muy rico y jefe de publicanos-quería ver a Jesús, y Jesús, por su parte, se invita a alojarse en su casa. A Zaqueo, hombre famoso en Jericó, no le resultó fácil ver a Jesús porque era de baja estatura, pero se arriesgó a hacer el ridículo, trepando a un sicómoro, y le valió la pena.
- Como muchos de los encuentros de Jesús, éste fue también un encuentro censurado por las “buenas costumbres” de su tiempo: aquel hombre era un pecador y jefe de pecadores, un marginado culturalmente. La conducta de Jesús, un tanto provocativa, dio pié, como tantas otras veces, a la murmuración.
- Zaqueo y Jesús, ambos, son amigos de la vida. La conversión de Zaqueo es su regreso a la Vida porque la que llevaba no le satisface y la rechaza; Jesús, por su parte, se invita a la casa de Zaqueo porque es amigo de la vida, porque “vino a buscar y salvar lo que estaba perdido” y desea que la salvación, la vida, llegue a su casa.
Cuanto hemos reflexionado, nos pregunta ¿cómo debemos ser entonces los discípulos y comunidades de Jesús? La Palabra que hemos escuchado y el encuentro de Zaqueo con Jesús nos invita:
- A ser personas y comunidades “vitales” que viven intensamente, que agradecen vivir; y que –en los momentos duros- abrazan la cruz con valentía como semilla de vida; que tienen el coraje para soñar y optar la novedad del Reino, por la Vida Plena.
- A buscar a Jesús con la audacia y decisión de Zaqueo y a entablar con la pedagogía de Jesús, encuentros de salvación con quienes están al margen de la vida, sin tener en cuenta ni el engañoso “qué dirán” ni las murmuraciones mezquinas de las gentes, carentes de sabor a vida. Así fueron los encuentros de Jesús con la pecadora en casa de Simón, con los leprosos de los caminos, los pecadores, la samaritana, la adúltera…
- A mirar con buenos y agradecidos ojos la creación de Dios, sin afearla con mezquinas sospechas maniqueas, cuidándola y defendiéndola de cualquier ultraje.
- Como amantes de la vida: ser compasivos con los heridos que yacen al borde de los caminos de Jerusalén a Jericó.