Oct
Homilía XXXI Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)
“ No hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. ”
Introducción
En la primera lectura el Profeta se queja del comportamiento voraz de los sacerdotes. No son equitativos en el reparto de los bienes del pueblo. Sobre todo se queja el Profeta del los bienes escatimados a la tribu de Leví.
Esta voracidad sacerdotal es una profanación del nombre de Yavé, el tres veces santo, que ha escogido a su pueblo, a todos los miembros de su pueblo. Por lo que todos los miembros de este pueblo deben ser respetados y alentados.
Yavé, además, ha hecho una Alianza con este pueblo, por la que este pueblo reconoce a Yavé como su Dios, y Yavé se compromete a protegerle en todas las vicisitudes de su vida. Los sacerdotes debían ser el brazo largo de Yavé en la protección de los miembros de su pueblo.
El profeta da un paso más. La Alianza no es un mero pacto jurídico con obligaciones bilaterales. En esta Alianza Yavé es el Padre, y el pueblo es el hijo. Un padre no tiene acepción de hijos, los quiere a todos igual, y quiere que los bienes de su casa se repartan equitativamente entre sus hijos.
En la segunda lectura San Pablo se desahoga con los tesalonicenses y les abre de par en par su corazón: los quiere como una madre ama a sus hijos por la acogida que han prestado desde el primer momento a la Palabra de Dios: Os teníamos tanto cariño que deseábamos entregaros no solamente el Evangelio, sino hasta nuestras propias personas.
En el Evangelio Jesús desenmascara a los letrados y fariseos. No se preocupan por conocer y enseñar la ley de Moisés. Se preocupan de medrar con motivo de la ley de Moisés. Se preocupan de agradar a la gente y que la gente les reconozca un puesto de privilegio en la sociedad. Hacen lo contrario de lo que dicen. Dios no cuenta. Se diría que ellos han usurpado el papel de Dios.